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La economía potencial de hidrógeno verde en América Latina
- La pandemia y la crisis de covid-19 han llevado al mundo a prestarle una mayor atención y clamor para redoblar los esfuerzos hacia una transición energética que ayudaría a reducir las emisiones de CO2. En muchos países de la región se ha acentuado la forma de manejar los hidrocarburos teniendo en cuenta la transición energética.
Los mercados de hidrógeno limpio pueden ser una parte clave en la recuperación económica causada por la pandemia de la covid-19 ya que podría acelerar la descarbonización de los sectores de electricidad y transporte de América Latina, atraer inversiones y crear empleo.
De hecho, las posibilidades que tienen las compañías de petróleo y gas de producir y transportar hidrógeno deberían facilitar y acelerar su adopción en América Latina, especialmente cuando se combina con el vasto potencial de energía renovable de la región.
Como lo señala la Administración de Información de Energía (EIA) de Estados Unidos, el hidrógeno es el elemento más abundante en el planeta y el más simple.
Además, la EIA subraya que «el hidrógeno, similar a la electricidad, es un portador de energía que debe ser producido a partir de otra sustancia».
Según el Departamento de Energía de Estados Unidos, la mayor parte del hidrógeno que se produce hoy proviene de combustibles fósiles, específicamente gas natural, pero también se está incrementando su producción con fuentes renovables como la biomasa, la energía geotérmica, la solar y la eólica.
Técnicamente, la mayoría del hidrógeno se produce a través del reformado de metano a vapor, un proceso de alta temperatura en el que el vapor reacciona con un combustible de hidrocarburos para producir hidrógeno.
La electrólisis también se usa comúnmente para producir hidrógeno separando H2O en oxígeno e hidrógeno. El hidrógeno se puede comprimir, licuar, transportar y usar en estaciones de gasolina como combustible para vehículos.
América Latina cuenta con algunos de los recursos de energía renovable más abundantes y competitivos en materia de costos del mundo, incluyendo la hidroelectricidad, la energía solar y la eólica.
Los elementos que hacen de la región un líder mundial en energías renovables pueden facilitar una ascensión similar para la producción de hidrógeno limpio en esta década. Pero es importante tener en cuenta que para estimular la inversión, las economías de escala deben ser apoyadas y mejoradas a través de políticas y programas de incentivos de mercado.
La industria fotovoltaica (FV), por ejemplo, ha demostrado que las políticas con una estrategia de implementación bien concebida incentiva enormemente el mercado y reduce costos de forma acelerada. La prueba está en que los precios promedio de FV en Estados Unidos cayeron 89%, de 359 dólares por MWh (megavatio hora) en 2009 a 40 dólares por MWh en 2019.
En los últimos 10 años, la mayoría de los países de América Latina han promulgado metas de energía limpia y leyes que incluyen incentivos fiscales y objetivos para lograr un porcentaje determinado de su portafolio de electricidad de fuentes de energía limpia a plazos específicos.
Mediante un mecanismo de subasta inversa, se anunciaron licitaciones que atrajeron ofertas de desarrolladores de energía eólica y solar en su mayoría. Una importante subasta de energía en México en 2017 resultó en precios alrededor de 20 dólares por MWh.
Las políticas de energía limpia con objetivos claros e implementación exitosa han resultado en subastas renovables que se sobre-suscribieron por toda la región. Las políticas también engendraron competencia y precios de electricidad entre los más bajos del mundo, inyectando miles de millones de dólares de inversión directa a sus economías.
El sector eléctrico de América Latina está bien posicionado para ser el principal impulsor de un auge de hidrógeno limpio a medida que el ritmo de los proyectos de energía solar y eólica continúa acelerándose.
Sin embargo, en algunos casos, su naturaleza intermitente crea desajustes en la oferta y la demanda de electricidad en el sistema, lo que lleva a los operadores de la red a interrumpir temporalmente la generación cuando excede la demanda.
Esto reduce la rentabilidad de las inversiones. Se necesitan baterías confiables y rentables para abordar el problema. El almacenamiento a base de hidrógeno está emergiendo como una solución técnicamente viable y efectiva, pero se debe hacer más para fomentar una industria competitiva.
Según el último informe de IRENA (Agencia Internacional de Energías Renovables) sobre hidrógeno y energías renovables, el costo promedio más bajo de producir hidrógeno a partir del viento es de 23 dólares por MWh. Existe consenso en que reducir el costo de almacenamiento ayudará a maximizar el uso de la generación de energía renovable, a reducir las importaciones de energía y a contribuir a la prosperidad económica.
Hay aliados naturales en este esfuerzo. Los legisladores y reguladores junto con las compañías eléctricas y los inversores en energías renovables están cada vez más alineados con objetivos y metas similares.
América Latina no tiene que comenzar desde cero; hay lecciones importantes en todo el mundo.
Los proyectos de hidrógeno limpio que se están desarrollando en Asia, Europa y Estados Unidos podrían conducir a políticas, programas e industrias sólidas. Las lecciones aprendidas y las mejores prácticas de los primeros usuarios se pueden cosechar y adaptar para desarrollar mercados exitosos de hidrógeno.
En América Latina, Chile podría emerger como el líder del mercado de hidrógeno limpio, ya que el país tiene un excedente de producción de electricidad solar y eólica que podría aprovecharse para producir hidrógeno.
El gobierno ya está desarrollando un paquete de estímulo pospandémico con un fuerte enfoque en la descarbonización energética para 2040, respaldado por políticas agresivas dirigidas a un mayor despliegue de energías renovables y movilidad eléctrica. El Ministerio de Energía incluso está trabajando en un plan específico para desarrollar un mercado de hidrógeno.
Además, el gobierno chileno está buscando la participación de sus sectores de energía y electricidad para unirse a este esfuerzo. El éxito de Chile en el despliegue solar y eólico junto con su nueva estrategia de descarbonización puede ser un modelo para desarrollar mercados de hidrógeno sostenibles y sólidos en toda la región.
Para muchos países de América Latina, uno de los desafíos más espinosos para reducir las emisiones está en su sector de transporte. Incluso los mercados de energía renovable muy promocionados, como Costa Rica, han luchado en reducir el consumo de combustibles fósiles para el transporte.
El hidrógeno ofrece una posible solución importante. De hecho, el hidrógeno puede ayudar a descarbonizar el sector de combustible, especialmente para el transporte pesado, como autobuses y camiones de larga distancia, trenes, barcos y aviones.
El entorno actual de precios bajos del petróleo está proporcionando alivio a muchos países de subsidios onerosos a los combustibles. De hecho, en algunos mercados como Ecuador han comenzado a eliminarlos por completo.
Sería sabio considerar aplicar algunos de estos ahorros para promover la modernización de su infraestructura de transporte público para acomodar el uso de combustibles limpios y, por ende, apoyar el desarrollo económico y la reducción de las emisiones de CO2 (dióxido de carbono).
Las compañías petroleras nacionales han tenido que cerrar refinerías debido a la reciente caída en la demanda de petróleo a razón del confinamiento para combatir la pandemia de covid-19.
Esta cuarentena podría brindar la oportunidad para actualizar equipos y capacitar a los trabajadores en la producción de combustible de hidrógeno.
Tomar tales medidas a corto plazo permitiría un paso importante hacia la diversificación mientras se hace la transición a combustibles limpios. En algunos casos, las compañías de petróleo y gas pueden obtener financiamiento a bajo costo además de contar con la infraestructura, los canales de distribución y el conocimiento para producir combustibles.
A medida que los países emergen de la pandemia y revisan las políticas y los paquetes de estímulo para reactivar sus economías, los gobiernos deberían considerar diseñar hojas de ruta que incluyan la promoción de hidrógeno limpio para descarbonizar sus sectores de energía y transporte.
Uruguay proporciona un ejemplo de que las alianzas público-privadas pueden trabajar para desarrollar un mercado local de hidrógeno y uno que pueda informar a los países vecinos.
La compañía petrolera nacional, ANCAP, junto con el gobierno, la compañía eléctrica nacional UTE, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) e inversores privados están desarrollando un proyecto piloto para producir hidrógeno utilizando energía renovable para abastecer camiones y autobuses, y para apoyar la electricidad verde a través del almacenamiento.
Esto es para cumplir con la meta del gobierno de alcanzar 100% de energías renovables para 2030.
En Uruguay, se promulgó una hoja de ruta integral en 2010 con objetivos claros e hitos específicos que incluye la colaboración activa de las diversas agencias públicas con roles específicos a desempeñar para lograr el objetivo.
La política también exige regulaciones y estándares que promuevan el uso de energías renovables en todos los sectores de la economía, haciendo de Uruguay un líder en energía renovable en el cono sur. La inclusión de los sectores energéticos tradicionales en el proyecto piloto de hidrógeno podría ayudar al país a alcanzar su objetivo de descarbonización antes de lo previsto.
Como lo enfatiza el ejemplo de Uruguay, las políticas bien elaboradas y la implementación exitosa de regulaciones son esenciales para atraer inversión nacional y extranjera.
La tecnología y los recursos para producir hidrógeno limpio ya están disponibles. La fabricación a escala para lograr rentabilidad ya se está llevando a cabo gracias a los programas para promover el hidrógeno en todo el mundo.
El perfil de inversión actual y los crecientes montos de energía renovable han demostrado la variedad de actores, desde Wall Street y capital privado hasta agencias multilaterales y bancos locales e internacionales, dispuestos a invertir en tecnologías renovables, particularmente demostrado por los grandes niveles de despliegue de la energía eólica y solar.
Además, la capacidad potencial de las compañías de petróleo y gas para producir y suministrar hidrógeno debería facilitar y acelerar su adopción en América Latina.
Los gobiernos de toda la región también deberían considerar la participación directa en el mercado del hidrógeno limpio. Al servir como clientes, los gobiernos pueden apoyar y desarrollar un volumen crítico para la rápida adopción a través de inversión y modernización de su infraestructura estatal de transporte.
Además, los gobiernos deberían considerar incentivos fiscales para que la industria pesada y los proveedores de combustibles tradicionales adopten la tecnología.
Las lecciones aprendidas a partir del desarrollo de recientes programas exitosos de energía renovable deberían inspirar voluntad política para hacer del hidrógeno limpio el próximo eslabón de la cadena para lograr economías de cero carbono en toda América Latina para esta generación.
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