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Azevêdo, víctima en la OMC del abrazo de Bolsonaro y de Trump
El alejamiento Azevêdo en esa fecha, un año antes de la terminación de su mandato, quedó confirmado porque en caso de no lograrse la elección de su reemplazante en ese término, lo sustituirá uno de los actuales cuatro directores generales adjuntos, Yonov Frederick Agah, de Nigeria; Karl Brauner, de Alemania, Alan Wolff, de Estados Unidos o Yi Xiaozhun, de China.
El proceso de elección del nuevo director será dirigido por el representante de Nueva Zelanda, embajador David Walker, presidente este año del Consejo General, quien consultará con los delegados de los otros 163 Estados que forman parte de la OMC.
Al anunciar su dimisión, Azevêdo estimó que “debemos dar a mi sucesor tiempo suficiente para planificar el camino” hacia la Duodécima Conferencia Ministerial (CM12) de la OMC. La CM12 debía realizarse en junio de 2020, hospedada por el gobierno de Kasajistán, en su capital, la ciudad de Nur-Sultán.
Pero las autoridades kasajas desistieron ante la irrupción de la pandemia de la covid-19. En las últimas semanas surgió la posibilidad de que la CM12 sesione en la misma sede, pero esta vez en junio de 2021. El Consejo General adoptará una decisión sobre el tema en las próximas semanas.
Los Estados miembros de la OMC esperan cada conferencia bienal de ministros como maná del cielo que les sostenga en la travesía y apacigüe las discordias que en los 25 años de vida de la institución impiden alcanzar el objetivo de un comercio equitativo con beneficios para todas las partes.
Cuando Azevêdo llego a la dirección de la OMC, en 2013, ya existían esas frustraciones, con una agenda de negociaciones adoptada en la ciudad catarí de Doha en 2001, que permanece prácticamente incumplida en su substancia y con perspectivas aún más sombrías por la inflexibilidad de las naciones ricas.
Un escenario internacional hostil a los entendimientos multilaterales y cierta impericia impidieron al diplomático brasileño romper el bloqueo. A su favor se anota la adopción por la OMC, en 2017, del Acuerdo sobre Facilitación del Comercio.
Aunque ese tratado, imaginado para lubrificar los engranajes de las cadenas de valor, uno de los secretos del éxito de la globalización, salió aprobado porque contó con apoyo masivo del espectro neoliberal y hasta la indisimulada participación de agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El tránsito de Acevêdo ha sido trabajoso por la volubilidad de la política, en su país y en la esfera mundial. Fue viceministro de Economía y Asuntos Técnicos del Ministerio de Relaciones Exteriores cuando esa cartera estaba al mando de Celso Amorim, uno de los diplomáticos más brillantes de las últimas décadas en el Itamaraty brasileño.
Por esa época, su esposa, Maria Nazareth Farani, también diplomática y actual embajadora de Brasil ante los organismos de la ONU de Ginebra, era jefa de gabinete de Amorim.
La pareja se nutrió y fue ejecutora de los lineamientos de política exterior de Amorim y de los expresidentes Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, ambos del izquierdista Partido de los Trabajadores y quienes entre 2003 y 2016 impulsaron la imagen de Brasil en todo el mundo.
En ese período Farani llegó por primera vez a la embajada brasileña ante la ONU de Ginebra y Azevêdo ocupó la misión de su país ante la OMC para trepar en 2013, con apoyo de Rousseff, a su actual posición.
Pero todo cambió en 2016 con destitución de Dilma Rousseff, tras un controvertido juicio político en el parlamento, y su reemplazo por su hasta entonces vicepresidente, el derechista Michel Temer. La orientación de la diplomacia brasileña trocó de plano.
Tres años más tarde las cosas empeoraron para Farani, cuando en enero de 2019 llegó al poder el ultraderechista Jair Bolsonaro, y la embajadora se vió obligada a cuestionar ante los órganos de derechos humanos de la ONU, con sede en Ginebra, argumentos que antes defendía.
Por ejemplo, Brasil fue pionero en el reconocimiento de la libertad de orientación sexual por parte de la ONU y Farani lo sostenía. En tiempos de Bolsonaro eso es un sacrilegio.
Por esos días Azevêdo sufría embestidas peores, las del republicano Donald Trump, que había accedido en enero de 2017 a la presidencia de Estados Unidos, desde donde libraba ataques furibundos contra la OMC y contra el sistema vigente de comercio que, afirma, perjudica a la primera potencia mundial.
Trump lanzó escaramuzas arancelarias contra aliados históricos de su país, como los europeos y Canadá, mientras se trenzaba en una guerra feroz contra China.
En diciembre de 2019, Trump asestó un golpe de gracia contra el Órgano de Apelaciones, la instancia superior del sistema de solución de diferencias de la OMC. Estados Unidos fue vetando progresivamente la renovación de los mandatos de los jueces de ese órgano que fueron caducando hasta quedar ahora uno solo, imposibilitado de dictar justicia.
Además, el presidente estadounidense y sus allegados descargan con periodicidad su desprecio por la OMC y lo que significa como entendimiento multilateral, con amenazas de su eliminación inminente.
Azevêdo, en sus frecuentes viajes a Washington y en entrevistas con gobernantes y políticos republicanos, debe escuchar reproches aún más subidos de tono contra la OMC, lo que involucra a su misma persona.
Todo se complicó en enero de este año con la invasión del nuevo e inesperado virus que se ensaña con la población y descalabra también al comercio. Las primeras estimaciones indican que el volumen de los intercambios caerá en 2020 por lo menos en 30 por ciento.
La consecuencia más notoria ha sido la ruptura de la cadena de suministros por el cierre de fronteras y de puertos. La OMC y las agencias especializadas de la ONU propician el sostenimiento de las cadenas de provisión de medicamentos y de alimentos en primera instancia.
En una reacción comprensible, una gran mayoría de los países en desarrollo han preferido postergar cualquier tipo de negociación internacional para concentrar la atención de sus gobernantes y de la sociedad civil en los esfuerzos por contener la pandemia.
Por esa razón la OMC se encuentra casi paralizada, anulados los debates presenciales y limitada a sesiones virtuales. Esos métodos son insuficientes para negociar la eliminación de las subvenciones a pesca disposición reclamada por la ONU para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos en 2015 y que deben estar cumplidos en 2030.
En ese cuadro se ubica la decisión de Azevêdo de reducir en un año su segundo mandato al frente de la OMC. Negociadores comerciales que frecuentaban la sede de la OMC, hasta su clausura a comienzos de marzo por la pandemia, comentaron haber percibido en el director general huellas de agotamiento físico, a pesar de que en su discurso de despedida, el jueves 14, descartó tener problemas de salud.
La virulencia sanitaria y también política y comercial pueden desgastar hasta al más probado. Y Azevêdo no sería una excepción.
Al anunciar su renuncia descartó alguna intención política inmediata. Sin embargo, una fuente periodística de Ginebra sostuvo el mismo jueves que Azevêdo acompañaría en noviembre a su esposa a Washington, donde ella asumiría la embajada de Brasil ante Estados Unidos. Él, a su vez, procuraría obtener una posición en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Ed: EG
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