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Política exterior pro estadounidense restringe a Brasil
- La política externa “no ideológica” que ejerce Brasil, según el canciller Ernesto Araújo, está otra vez a prueba tras el ataque estadounidense que mató al general iraní Qasem Soleimani en Iraq, en la noche tarde del 2 de enero.
El ataque al aeropuerto de Bagdad provocó la muerte del general que comandaba la Fuerza Revolucionaria Quds de Irán, del jefe de las milicias iraquíes, Abu Mahdi al-Muhandis, y otras seis personas, según el noticiero.
Eso puede llevar a un recrudecimiento de los conflictos entre Estados Unidos e Irán y dentro del mismo Iraq, con consecuencias para la diplomacia mundial.
La adhesión automática a todas las políticas de Donald Trump, no solo la externa, por parte del gobierno brasileño del presidente Jair Bolsonaro, constituye una constante amenaza a los intereses económicos nacionales, pese al nacionalismo pregonado por las autoridades de Brasilia.
En el caso de Irán, se trata de un importante mercado para las exportaciones brasileñas de maíz, soja y carnes, que podrían ser afectadas por represalias contra aliados estadounidenses.
Brasil se expondrá a esa reacción al acoger, el 5 y 6 de febrero en Brasilia, una conferencia internacional sobre seguridad en Medio Oriente, una iniciativa propuesta por Washington, divulgada en diciembre por Jamil Chade, columnista del sitio de noticias Uol.
Un primer encuentro, que busca aislar a Irán, tuvo lugar en febrero de 2019 en Varsovia, aprovechando el acercamiento del gobierno de Polonia a Trump.
Brasil ya estuvo bajo amenaza de represalias en julio, cuando la empresa estatal petrolera Petrobras se negó a abastecer de combustibles a dos navíos iraníes bajo sanciones impuestas por Estados Unidos a causa del programa nuclear de Irán.
Un fallo del Supremo Tribunal Federal obligó a Petrobras a suministrar los combustibles a las embarcaciones que quedaron casi tres semanas paralizadas cerca del puerto de Paranaguá, en el sur de Brasil.
Roces con Irán y otros países de Medio Oriente son frecuentes a causa de decisiones del gobierno de Bolsonaro, como el voto en marzo contra resoluciones del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas que condenan violaciones practicadas por Israel en los territorios palestinos que ocupa en el Golán.
El vuelco en una posición tradicional de apoyo a los palestinos identifica la política externa del actual gobierno brasileño, que no concretó aún su anunciada intención de transferir la embajada brasileña de Tel Aviv a Jerusalén, otro motivo de constreñimiento y ejemplo de sumisión a Washington.
Las represalias comerciales árabes constituyen un freno a la fuerza del sector de exportación agrícola, uno de los principales grupos de apoyo político a Bolsonaro.
Ese pragmatismo exportador y la necesidad de atraer abultadas inversiones extranjeras también disuadieron el presidente y su canciller de llevar a la práctica sus ideas anticomunistas en relación a China. Decidieron, en este caso, mantener las relaciones tradicionales.
La política exterior contra las ideologías y contra el “globalismo” sigue, sin embargo, en el discurso de Araújo, que ganó la simpatía de Bolsonaro al firmar un artículo a comienzos de 2018 en que saludaba a Trump como el salvador de la civilización occidental cristiana contra el “marxismo cultural” que destruye a la nación.
El rechazo a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y al multilateralismo, en defensa de la identidad nacional, que se alimenta de símbolos, héroes y soberanía, es una idea central en la retórica del canciller, un diplomático con escasa experiencia cuyo ascenso rompió la tradición jerárquica de la diplomacia brasileña.
“La familia es una nación en miniatura, así como la nación es una familia extendida”, definió Araújo en un discurso en visita a Angola el 13 de diciembre.
Su función en el gobierno de extrema derecha de Bolsonaro es revolcar la política externa brasileña, desarrollada durante décadas, incluso en la mayor parte de la dictadura militar, también derechista y pro estadounidense, de l964 a 1985.
Por primera vez a favor del bloqueo económico de Cuba, impuesto por Estados Unidos desde 1962, en una votación en la Asamblea General de la ONU el 7 de noviembre de 2019.
La Política Externa Independiente (PEI) que con variados matices Brasil practicó desde 1961 era solo una manera de “alejarse de Estados Unidos y de la alianza de las democracias liberales occidentales y adular el bloque comunista sin saltar a la vista”, sentenció el canciller en uno de sus numerosos mensajes por Twitter.
Se trató de una “política externa ideológica más o menos disfrazada que nunca resultó nada para Brasil”, acotó.
Araújo rechaza las acusaciones de orientarse por ideología y oscurantismo por recurrir siempre al Dios católico. Asegura que su política justamente “cuestiona la ideología” que habría degradado la diplomacia en décadas anteriores.
Sostiene que actúa “por la causa de la libertad y la democracia, junto a los que, como Mauricio Macri, comparten nuestros valores”, escribió antes de las elecciones argentinas en que el ex presidente Macri fue derrotado por los peronistas, criticados por los gobernantes brasileños investidos en el inicio de 2019.
Es un rasgo común de Araújo, Bolsonaro y otros miembros de su gobierno el negar el carácter ideológico de sus opiniones, decisiones y alianzas. Trump y los gobiernos calificados de “populistas de derecha”, como el de Hungría, son sus aliados incondicionales.
Pero “ideológicos” son los demás, especialmente la izquierda. “Marxismo cultural” es la doctrina insidiosa, o el comunismo disimulado con que intentarían dominar el mundo, al que no está ajeno el “globalismo” del que forman parte las organizaciones multilaterales que buscarían debilitar a las naciones.
Sin embargo, Araújo celebra como una de las grandes hazañas de su primer año de gestión el acuerdo entre el Mercado Común del Sur (Mercosur,), integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y la Unión Europea, firmado el 28 de junio de 2019, tras 20 años de negociaciones.
Dos meses después, le tocó a la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA en siglas inglesas) concluir un acuerdo con el Mercosur.
Las contradicciones no constituyen ningún pecado intelectual para la extrema derecha que tiene el poder en Brasil. Tampoco negar conocimientos y conceptos reconocidos, como la responsabilidad humana en la crisis climática, las cuestiones de género y, en algunos casos, incluso la redondez del planeta.
En los documentos de la ONU, las delegaciones brasileños aclaran que no hay géneros, solo sexos masculino y femenino.
El canciller asegura que amplió el prestigio internacional de Brasil con una diplomacia respetada. Lo que se nota, sin embargo, es la burla o el temor que generan las políticas del gobierno de Bolsonaro, incluso la política exterior.
La imagen internacional de Brasil se deterioró en temas ambientales, de derechos humanos y democráticos. La deforestación y los incendios amazónicos, que el gobierno afirma limitarse al promedio histórico pese las evidencias contrarias, contribuyeron mucho, así como las declaraciones antidemocráticas.
Las distorsiones ideológicas del periodismo impiden que la realidad aparezca a la luz del sol, según el canciller.
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