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La criptoenergía, ¿herramienta para impulsar las fuentes limpias?
- Hace una década, apareció la primera versión para forjar una moneda digital llamada bitcoin. Su registro se asienta en una bitácora electrónica llamada cadena de bloques en el argot tecnológico, que captura la generación y movimiento de cada criptomoneda.
Ahora, esa cadena de bloques (blockchain, en inglés), también conocida como contabilidad distribuida, empieza a salir del ámbito del dinero digital para extenderse a actividades tan variadas como la distribución de energía, el combate a la corrupción, el rastreo de diamantes o de tráfico de especies amenazadas y el consumo de agua.
Una de las ideas basadas en la cadena de bloques que ha despegado es SolarCoin (SC), creada en 2014 por un grupo de voluntarios que dieron vida a la fundación homónima, para fomentar la energía solar y que ya cuenta con 4.500 usuarios a nivel mundial.
“El nivel de conocimiento aún es bajo, hasta ahora se ha centrado en el sector financiero. Pero hay mucha innovación. En energía, hay varios proyectos de pequeña escala. En 10 ó 15 años, veremos más aplicaciones transversales”: Sheila Warren.
“Pensamos que sería un proyecto interesante el de monitorear la energía solar. Lanzarlo no costaría mucho y los beneficios serían enormes. La idea original era tener un programa de energía solar”, indicó a IPS el estadounidense Nick Gogerty, uno de los fundadores del proyecto, desde la ciudad estadounidense de Greenwich.
El emprendedor, autor del libro “La naturaleza del valor (2014)”, reconoció que el “avance es lento”, pues ha tomado más tiempo de lo que pensamos, pero ha funcionado bien”.
El generador solar registra sus datos de producción con la Fundación SolarCoin, la institución aprueba esa solicitud y los usuarios reciben una SC por megavatio hora causado, que pueden utilizar en el mercado digital o cambiar por divisas como dólares o euros.
Las transacciones son recolectadas, verificadas, y resumidas en bloques, que crean la cadena distribuida SolarCoin.
La contabilidad distribuida deriva en un registro descentralizado, incorruptible y auditable de la energía solar producida. La organización conserva un libro contable público que registra cada criptomoneda entregada a los generadores.
El proyecto, que representa seis por ciento de la generación solar mundial, ha promovido energía fotovoltaica por 2.100 gigavatios hora en 68 naciones.
Dentro de América Latina, en Chile se han generado 59.965 SC; en Brasil, 12.848, y en México, 1.068. En el mundo circulan 47.75 millones de SolarCoin, cuya unidad se cotiza a 0,05 centavos de dólar.
El proyecto ya cuenta con empresas afiliadas en Brasil, Colombia y Costa Rica.
En el informe “Construyendo cadenas de bloques para un mejor planeta” se identificaron más de 60 aplicaciones del blockchain. El reporte, publicado en septiembre, lo elaboraron el Centro para la Cuarta Revolución Industrial del Foro Económico Mundial (FEM), la consultoría transnacional PwC y el Instituto Woods para el Ambiente, de la estadounidense Universidad de Stanford.
Varias de esas aplicaciones se usan a pequeña escala para la generación, distribución y venta de energía renovable entre consumidores y los que son a la vez usuarios y generadores, los llamados prosumidores.
“El nivel de conocimiento aún es bajo, hasta ahora se ha centrado en el sector financiero. Pero hay mucha innovación. En energía, hay varios proyectos de pequeña escala. En 10 ó 15 años, veremos más aplicaciones transversales”, dijo a IPS ldesde la ciudad estadounidense de San Francisco, Sheila Warren, directora del proyecto de Blockchain y Tecnología de Contabilidad Distribuida del Centro para la Cuarta Revolución Industrial del FEM.
La proliferación de estas tecnologías puede auxiliar a la ampliación de la energía renovable y, de paso, aportar para alcanzar el siete de los 17 de Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que componen la Agenda 2030 para el Desarrollo.
Ese ODS proclama el establecimiento de “energía asequible y no contaminante”, a ser alcanzado mediante cinco metas específicas.
De esa progresión depende también el éxito de la Iniciativa de Energía Sostenible para Todos, el programa a desarrollarse durante el Decenio de la Energía Sostenible para Todos 2014-2024, que procura garantizar el acceso universal a los servicios de energía, duplicar la tasa mundial de mejoras en eficiencia energética y la porción de renovables en la matriz global.
Para el experto mexicano independiente Iván Razo, la cadena de bloques puede contribuir con cuatro formas al desarrollo de las energías limpias, según explicó a IPS.
Las dos primeras, dijo, son: “certificados de origen de la energía, el seguimiento de cómo, dónde y cuándo se produce, y financiamiento mediante criptomonedas que facilitan el apoyo colectivo a proyectos”.
A ellas se suman, detalló, “las transacciones entre pares, consumidores y pequeños productores sin necesidad de un intermediario y para mercados en la red eléctrica, transacciones entre compañías que participan” en los mercados de transporte y distribución.
Razo está involucrado en NRGcoin, emanada del proyecto Scanergy , financiado por la Unión Europea y que se desarrolla en fase piloto en la ciudad holandesa de Utrecht. La iniciativa está a cargo de la Universidad Libre de Bruselas y el proveedor tecnológico Enervalis.
Por cada kilovatio hora de energía verde utilizado, los consumidores pagan un NRGcoin directamente al contrato inteligente registrado en la cadena de bloques de Ethereum, una red de contabilidad distribuida.
Un contrato inteligente es un programa computacional que se cumple según la confección para su ejecución.
A través de diferentes métodos, el contrato valida la inyección de energía de los prosumidores. Si los reportes concuerdan, el contrato emite nuevas NRGcoin, que empezaría a escala comercial en enero próximo, y recompensa a los generadores por su venta de energía.
Las criptomonedas de la red se pueden traspasar en el mercado cambiario o usarlas para adquirir energía verde.
Pero hasta ahora el mucho ruido que despierta el blockchain no se traduce en dinero que lubrique la maquinaria energética.
En el primer trimestre de este año, 412 proyectos de contabilidad distribuida atrajeron unos 3.300 millones de dólares. Pero solo unos 100 millones de dólares, en torno a tres por ciento del total, se destinan a costear emprendimientos de energía.
Hasta ahora, existe un peso mayor de algunas economías desarrolladas y emergentes, como Estados Unidos, Alemania, Canadá, Francia, China y Rusia, en la concentración de iniciativas de cadena de bloques en energía, mientras muy pocas levantan la cabeza en América Latina, Asia y África.
Ese desbalance no es casual, dados los desarrollos tecnológicos y energéticos de las regiones del Sur Global.
En América Latina, la estatal Comisión Nacional de Energía de Chile registra desde abril datos del sector energético mediante la red de Ethereum en la plataforma Energía Abierta.
Gogerty prevé “un crecimiento significativo” en Alemania, Australia y Estados Unidos, y “mayor crecimiento” en México y Brasil.
“Queremos que más países se sumen. La región latinoamericana tiene un gran potencial. Esperamos que SolarCoin y otros proyectos similares impulsen a las renovables”, afirmó.
SolarCoin aspira a abarcar 10 por ciento de la generación solar en 2019 y añadir unos 200.000 miembros más. Analiza también el lanzamiento de una tarjeta de débito que operaría con SC y divisas y con la cual el usuario podría pagar por bienes y servicios.
Para Razo, la dificultad para acceder al conocimiento y a recursos económicos y la falta de incentivos limitan el desarrollo de esos emprendimientos en las naciones del Sur en desarrollo.
“El esquema genera incentivos, especialmente económicos, a todos los actores del sistema: productores, compradores y encargados de la red. Las ganancias son las mismas si continuaran con los incentivos tradicionales y el consumidor paga precios bajos”, subrayó.
En los próximos años, la atención se centrará en la resolución de las limitaciones técnicas y los retos regulatorios y legales de esas tecnologías.
El informe del FEM, el PwC y el Instituto Woods señala desafíos de adopción tecnológica, barreras informáticas, riesgos de seguridad, retos legales, regulatorios y de consumo de energía.
Ante ellos, plantea que hay que abordar el excesivo consumo de energía de esos sistemas, la fuga de datos, los efectos no esperados y su posible alcance global.
Edición: Estrella Gutiérrez
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