La semana económica
por Pablo Pardo
ANÁLISIS | La semana económica
Algoritmo nuestro, que estás en los cielos...
Fachada de la sede de la agencia AP, cuyos registros telefónicos fueron investigados. | EFE
- Usted trabaja para Facebook, Twitter y Google porque les hace el contenido
- Y esas empresas lo saben absolutamente todo sobre usted
Pablo Pardo | Washington
Actualizado domingo 19/05/2013 06:00 horas
Posiblemente a todos nos aterraría que al entrar en el supermercado, el guardia jurado de la puerta dijera: "Perdone, señor X. ¿Tendría la amabilidad de aguardar unos instantes?", y a continuación dijera por los altavoces "El señor X está aquí". En un minuto, media docena de empleados saldrían del almacén y pondrían los artículos que usted: 1) Suele comprar; 2) No compra, pero mira a menudo; y 3) Podría verse inclinado a comprar, basándose en lo que ha comprado y en lo que ha mirado otras veces.
O sea, que tendría la leche que le gusta, junto a otra que usted no sabe que le gusta, pero que podría gustarle en función de la que le gusta. Acaso no tenga la fruta que le gusta, porque en el supermercado saben que usted hoy comió esa fruta en casa. Y, además, los empleados saben que usted no come fruta por las mañanas, sino solo un par de horas antes de ir al gimnasio, pero que nunca va al gimnasio cuando ponen en televisión su 'reality show' favorito, que suele ver mientras se toma una copa de vino tinto de la bodega Z, que a su vez es similar a la de la bodega Y, que hoy le van a poner en un mostrador muy visible a ver si cambia.
Asusta, ¿verdad? Si una persona supiera todo eso de usted, ¿iría a los tribunales? ¿Llamaría a la guardia civil? ¿Le bastaría con que la dirección del 'súper' le dijera: "No se preocupe. Sí, es cierto, tenemos todos esos datos. Pero nosotros no sabemos su nombre. Usted es solo un número para nosotros. Todo esto es hecho por algoritmos, por fórmulas matemáticas. estos empleados no saben quién es usted".
Eso es lo que usted hace cada vez que entra en Internet desde su ordenador. Y no digamos si encima está registrado en Google. Si, además, usted (como yo) escribe en Twitter o en Facebook , es todavía mejor, porque usted crea el contenido de esas redes sociales, que a su vez ellas usan para dirigir publicidad personalizada, personal e intransferible a usted cada vez que entra en esas webs.
De modo que usted trabaja para Google. Gratis. Y yo. En mi caso, puedo decirle que trabajo también para Facebook y para Twitter. Siempre gratis. No solo gratis. A medida que usted trabaja para esas empresas, éstas reducen su libertad.
Usted trabaja para Facebook, para Twitter y para Google (o para lo que venga después) porque usted les hace el contenido a esas empresas. Y esas empresas lo saben todo, absolutamente todo de usted.
Con esa información, le reducen las opciones de búsqueda en Internet y le dirigen anuncios a usted. A mí, por ejemplo, me salen resultados muy diferentes cuando tengo mi cuenta de gmail (el correo electrónico de Google) abierta y entro en el portal de vídeos YouTube, que es propiedad de esa empresa. YouTube reconoce mi 'firma' desde mi email y me muestra vídeos diferentes de los que obtiene, con la misma búsqueda, si no he entrado antes en Google. Pero es que YouTube también me da resultados diferentes según entre desde mi PC, mi iPad o mi iPhone.
Usted no solo trabaja para gigantes estadounidenses tipo Twitter, para Facebook y para Google. También para, por ejemplo, aerolíneas europeas. Si usted busca en las páginas web de esas líneas aéreas distintas opciones de vuelos entre dos ciudades, los ordenadores de la compañía sabrán que usted está muy interesado en hacer ese viaje. Y, por tanto, reducirán la visibilidad de las opciones más baratas.
Escándalos sobre privacidad
Eric Schmidt, el presidente de Google, suele decir que Internet es "el mayor experimento con la anarquía de la Historia". A mí eso me parece la típica chorrada 'made in Silicon Valley'. En primer lugar, las empresas de alta tecnología son mucho más opacas y oligárquicas que las demás. Facebook es en la práctica el cortijo de Mark Zuckerberg. Google, el de Schmidt, Sergei Brin y Larry Page. Eso se debe a que esas empresas (como otras, estilo Comcast, que controla la cadena de televisión NBC, o News Corporatión, de Rupert Murdoch) tienen dos tipos de acciones: unas, las normales, con apenas derechos de voto, y otras, las de los fundadores, que son las que de verdad dan poder en el consejo de administración.Todos hemos asumido que nos hemos quedado sin privacidad en Internet. Pero esta semana hemos tenido algunos ejemplos de hacia dónde podemos estar yendo.
Por un lado, todo el mundo se ha horrorizado de que el Gobierno de Barack Obama hubiera accedido a los registros de llamadas de 20 líneas de teléfono de la agencia Associated Press. Es, en realidad, una práctica habitual en EEUU (y en otros países). Sepa usted, además, que su tiene un 'smartphone', es muy probable que su telefónica, gracias al GPS, sepa dónde está usted... y dónde ha estado.
El otro escándalo ha recibido mucha menos atención. Pero, en mi opinión, es más grave. Se trata de las 'visitas' por parte de los periodistas de la agencia de noticias Bloomberg a las terminales de bases de datos y de información de esa misma empresa. Teóricamente, los informadores de Bloomberg no tienen acceso a los datos de las terminales. Ahora, parece que en al menos varias ocasiones, sí lo han tenido. Y, además, muy específico.
Las terminales de Bloomberg son algo así como la 'brújula' de los operadores financieros, y basta con que un periodista sepa cuándo se conecta o se desconecta un usurario y lo compare con lo que pasa en el mercado para que pueda ir 'conectando la línea de puntos' y pueda hacerse una idea de lo que pasa. Así es, al parecer, como Bloomberg se enteró el año pasado de que JP Morgan había perdido 6.000 millones de dólares (más de 4.500 millones de euros) en una operación en Londres.
Así, Bruno Iskil, el responsable de esa catástrofe, no solo pagaba a Bloomberg los 20.000 dólares anuales que cuesta usar el terminal; también trabajaba para la agencia al suministrarle información.
Lograr que un operador del mercado financiero trabaje gratis es, desde luego, una hazaña. Solo las nuevas tecnologías de Internet pueden hacerlo. Acaso eso sea bueno. Pero hay que tener en cuenta que las terminales de Bloomberg son la herramienta básica de todos los bancos y fondos de inversión, del BCE y la Reserva Federal (ambas instituciones han mostrado su preocupación por el escándalo), de los Ministerios de Economía, del FMI y los demás organismos multilaterales... Y que el dueño de Bloomberg es el alcalde de Nueva York, y una persona cuya máxima ambición es ser presidente de Estados Unidos.
No estoy diciendo que Michael Bloomberg esté planeando, ni mucho menos, ninguna trama oscura. Pero ¿no debería darnos motivo de preocupación toda esa concentración de poder?
Después de hacernos ateos todos, le hemos entregado el secreto de confesión a los algoritmos. Ellos son el 'ser' omnisciente que sabe todo lo que hacemos y se encarga de decirnos qué debemos comprar y cuánto debemos pagar.
el dispreciau dice: la sociedad humana está atrapada en la tela de araña creada y orquestada por las redes sociales, una herramienta creada para controlar, observar, seguir y hasta perseguir a los individuos. Asociada a dicha herramienta está internet asociada a la telefonía... lo cual facilita la acción de los "controladores"... las estrategias corporativas... y los negocios de los pocos que van en contra de los muchos. No obstante, la sorpresa impredecible, sudecerá sin que nadie lo tenga en su consideración... MAYO 21, 2013.-
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