Más desigualdad, más miseria
Los expertos, preocupados por la consolidación de la brecha entre ricos y pobres.
La caída de rentas deja a 11 millones de españoles bajo del umbral de la pobreza
Crisis, paro, pobreza y desigualdad. El estratosférico ascenso del desempleo (26% según la última Encuesta de Población Activa, una tasa inédita en las bases estadísticas del INE) ha traído consigo no solo la caída (en ocasiones hundimiento) de las rentas de las clases medias y un mayor empobrecimiento de las bajas. También el ensanchamiento y la consolidación de la desigualdad, esa brecha de niveles salariales —pero también de expectativas vitales o ilusiones— que pone cada vez más distancia entre los más ricos y el resto de la sociedad (en especial, con los más pobres).
¿Cuáles son las consecuencias del avance de la miseria y el ensanchamiento de la zanja económica?
Antonio Ariño, catedrático de Sociología de la Universidad de Valencia, no habla solo de fractura económica como efecto de la desigualdad, sino de fracturas, en plural. De un factor con efecto multiplicador “en todos los frentes” que afecta, como punto de partida, a la renta, pero que se extiende “a la sanidad, al abrir un doble modelo de aseguramiento o entre quien puede permitirse un seguro y quien no; la educativa, la cultural, la digital o la que afecta a la cobertura de las pensiones, de nuevo la dualidad pública o privada...” Afecta a todos los ámbitos de la vida: “Desde la inseguridad ciudadana hasta la infelicidad, la incertidumbre, el consumo de ansiolíticos...”
“La preocupación por la desigualdad es por la pobreza relativa”, dice Alfonso Novales, catedrático de Economía Cuantitativa de la Universidad Complutense de Madrid. Novales habla de esos 11 millones de españoles que ya se encuentran bajo el umbral de la pobreza (con ingresos por debajo del 60% de la renta mediana estatal, unos 7.300 euros en el caso de un adulto que viva solo), como puso de manifiesto Cáritas la semana pasada en la presentación del informe Foessa.
Novales destaca, por un lado, el lastre que suponen las elevadas diferencias de renta para la capacidad de crecimiento de un país. “Bajo las mismas condiciones, los países con mayor desigualdad crecen menos”, apunta este economista. Por otro lado, subraya cómo la desigualdad reduce la capacidad que tiene el crecimiento a la hora de reducir la miseria. Así, en Estados con similares tasas de desarrollo económico, “el menos desigual en la distribución de la riqueza es más capaz de combatir la pobreza”.
Estas conclusiones se han extraído a partir de estudios que han comparado estructuras socioeconómicas de países en desarrollo. Sin embargo, son plantillas que se ajustan a la situación de España, a juicio del profesor de la Complutense, por lo que las conclusiones en términos de dificultad de crecimiento y de reducción de las diferencias de niveles de renta son del todo válidas.
En estos trabajos se ha observado cómo, en función de las tasas de desigualdad, hay países (los que presentan menos brechas) que, con un crecimiento reducido, son capaces de mejorar el nivel de vida de los más desfavorecidos, mientras otros (los más desequilibrados), con mayor incremento del PIB apenas reducen la pobreza.
De la zanja abierta entre ricos y pobres no hay ninguna duda. Lo advirtió el Consejo Económico y Social (CES) en el Informe sobre distribución de la renta en España: desigualdad, cambios estructurales y ciclos a principios de mes. Una de las conclusiones del trabajo indica que en los años ochenta, el desarrollo económico fue acompañado por la reducción de la miseria y la desigualdad. Este proceso “se estancó durante la expansión económica (1995-2007)” y la desigualdad “está creciendo con intensidad en esta crisis, al mismo tiempo que los niveles de exclusión social”, concluye el CES. En esta idea insiste el estudio Foessa: “La desigualdad se ha enquistado en nuestra estructura social”. Desde 2007, la distancia entre la renta del 20% de población más pudiente y el 20% más desfavorecida ha crecido casi un 30%.
El empobrecimiento de la mayoría de la población es otra evidencia, y responde al efecto combinado del paro, la reducción de salarios y los recortes en las prestaciones sociales. Del avance del desempleo da cuenta que haya 380.000 hogares (el 10% del total) en los que no trabaje ningún miembro. De la caída de las remuneraciones, el hecho de que, de 2007 a 2010, la llamada “pobreza laboral” —las personas que pese a trabajar no superan el umbral de la pobreza— haya pasado del 10,8% al 12,7%, como ponía sobre la mesa el Informe sobre la desigualdad de la Fundación Alternativas.
El martes, la Comisión Europea advertía, literalmente, del “agravamiento de la crisis social” en España en vista de la falta de signos de mejoría en indicadores como, por ejemplo, el empleo.
En la franja baja de la miseria, está la llamada pobreza extrema (3.650 euros de renta por persona al año). Son tres millones de ciudadanos que no solo necesitan ayudas puntuales de unos servicios sociales públicos cada vez más saturados y debilitados para pagar el agua, la luz o alimentarse, como pueden ser las personas en situación de pobreza moderada. Además requieren de todos los esfuerzos posibles para evitar caer en la exclusión, una categoría de degradación que implica situarse al margen de la sociedad.
Gustavo García Herrero, director del albergue municipal de Zaragoza conoce bien a estas personas. “Nuestro trabajo consiste en descubrir y potenciar las capacidades laborales, formativas, familiares de esta gente para sacarlos adelante”, explica. A García le cuesta ser optimista. “Me preocupa la falta de expectativas, nosotros trabajamos con la motivación de las personas; y cada dato nuevo sobre la situación económica aleja un poco la salida”.
El último comunicado del Banco de España es un ejemplo de ello. El martes auguró una “reducción notable” de puestos de trabajo durante todo el año 2013 e incluso durante 2014. Malas noticias para la lucha contra la desigualdad.
“Mi locura me llevó a perder el trabajo”
Arturo Sánchez depende de los servicios sociales públicos desde hace tres años
Cuando conoció a su mujer, hace treinta años, Arturo Sánchez ya consumía cocaína. Se hizo vigilante de noche en las cocheras de Renfe de Fuenlabrada (Madrid). “Me pasaba ocho horas patrullando entre filas de vagones para que no vinieran a hacer grafitis. Luego, mi locura me llevó a perder el trabajo”, recuerda. Lo que llama locura era “una doble vida” que no le dejaba tiempo para la familia. Dormía de día, trabajaba de noche y, además, había aumentado su consumo de cocaína y fumaba heroína hasta la dependencia.
Perdió el trabajo, a su esposa y la placa. Empezó a desintoxicarse durante los dos años y medio en que cobraba el paro y conseguía algún trabajo temporal. Cuando se le acabó, el paso natural parecía ser hacia la calle, pero se enganchó al flotador de los servicios sociales y, desde hace más de tres años, se mantiene a flote gracias a ellos.
“Ahora estoy limpio”, insiste desde el centro de acogida Juan Luis Vives, de la localidad madrileña de Vicálvaro, donde vive desde finales de octubre por segunda vez —ya había estado ahí en 2009—, “me dan la medicina preparada y el doctor dice que es casi agua”. Cobra la renta mínima de inserción (algo más de 350 euros mensuales) y cada día se levanta a las ocho menos cuarto, se lava, se afeita y va a desayunar a las ocho y media. Después, coge el autobús y empieza a recorrer las Empresas de Trabajo Temporal (ETT) de la capital, que tiene clasificadas en una lista que se ha hecho en ordenador donde marca las que ya tienen su currículo, las que aún no ha visitado y las que han cerrado. “Estoy seguro de que algo saldrá. Si no, las ETT no estarían ahí. Espero que me llame pronto alguna de mis amigas para darme un puesto de carretillero en el aeropuerto”, declara.
Buscar trabajo activamente es uno de los requisitos del “centro de alta exigencia” de Vicálvaro, como lo define su coordinador Iván Díez. Otras de las exigencias para sus 145 usuarios es que sean conscientes de su problema o enfermedad, rigurosos con su tratamiento y que tengan expectativas de salir adelante. “Llegan en una situación muy vulnerable, pero cuando pasan un tiempo aquí se estabilizan. Si el centro no les ofreciera una plaza, muchos estarían en la calle”, cuenta Díez. En su equipo hay educadores sociales, asistentes sociales y enfermerosy los usuarios llegan derivados de los servicios sociales municipales.
“Cuando dejé el trabajo pude dedicarme a trabajos que realmente me llenaban. Al menos no llegaba los domingos a las ocho de la mañana y tenía a las niñas hablando bajito porque papá estaba durmiendo”, evoca. Las niñas, sus hijas, tienen ahora 27 y 13 años y las ve todos los fines de semana.
La mayor tiene un niño de cinco años y la pequeña cree que su padre vive en un piso compartido “con unos compañeros del barrio”.
Sánchez guarda siempre 25 o 50 euros para poder invitar a su familia a merendar o comprarles algún regalo de vez en cuando. Piensa en los educadores sociales que le gestionan la paga y dice: “Ellos ya saben que ese dinero es para eso”.
“Doné sangre para comer”
Jose y su pareja han pasado de tener dos comercios en Albacete a comer gracias a Cáritas y Cruz Roja
J.P. Valencia30 MAR 2013 - 20:35 CET23
Hace dos años, José Blanco, de 27 años, tenía una cristalería en Albacete. Su pareja, de 32, una papelería. Todo iba bien. Ahora, esta familia formada por los dos y el hijo de ella, de seis años, se alimenta de la comida que les entregan Cáritas el último jueves de mes y Cruz Roja cada día 15.
José se ha propuesto no dejarse arrastrar por la situación. Y, por encima de todo, blindar al pequeño. El desánimo se lo guarda para él. Lo combate por las noches con lorazepam (un sedante) y por las mañanas con escitalopram (un antidepresivo). “Me lo iban a quitar en enero pero al bajarme la dosis una mañana no pude levantarme, el desánimo era total”. Su pareja, que está embarazada, también necesita antidepresivos (toma Adofén).
A ella apenas le apetece hablar. Ni que se la identifique o se la reconozca en la fotografía que acompaña este artículo. “Si te digo que estoy bien te miento”, musita desde un extremo del sofá del comedor de su casa —de la que tienen un procedimiento de desahucio en marcha y que en breve dejarán por otra más barata—. “Con lo bien que nos iba y vernos así... Lo llevo mal”. Desde el otro extremo del sofá José no se guarda un detalle. “¿Por qué tendría que negarme a contar lo que nos pasa? Esto no es ningún pecado, y seguro que hay miles de personas en mi situación”. Y narra anécdotas como cuando acudió a donar sangre para comer un bocadillo cuando acompañó a su pareja a Murcia, donde permaneció ingresada una semana para someterse a un control por los desfallecimientos repentinos que sufre. “A los tres días sin apenas comer, no me tenía en pie”.
José y su compañera se conocían del pueblo, Beas de Segura (Jaén). En 2010 dieron un cambio a su vida y eligieron Albacete para este proyecto en común. Él abrió un almacén de distribución de cristales. Ella, una papelería. Lo que se presentó como su mejor pedido —“me daba trabajo para todo el año”— fue una trampa de la que no pudo salir. Fue un encargo de 37.000 euros que nunca le pagaron y que le atrapó. Demasiado dinero para dos negocios que acababan de arrancar. “Entonces empecé a ver que tenía un problema”, explica. Aguantó hasta finales de 2011. Reunió a los proveedores y les dijo que no podía pagarles. Cerró. Le embargaron por las deudas de las cuotas de la Seguridad Social de su empleado. Su cotización de autónomo no incluía paro, por lo que ninguno ha percibido prestación. Sin ayuda familiar y sin empleo —“me he llegado a ofrecer como carpintero por 300 euros”—, su situación era cada vez más agónica. “Lo pasamos muy mal”. En septiembre de 2012 se dieron de bruces con la realidad. “No teníamos leche para el niño”, comenta. Entonces se acercaron a los servicios sociales municipales. “Verte en esta situación es muy duro”, explica. Le remitieron a Cáritas. “A la cola de la iglesia a por comida voy yo, a la vista de los vecinos. Lo que sea para que no le falte nada al niño”.
José está ilusionado con un negocio que le puede salir con ayuda de Cáritas. Su otra esperanza es que Pepa, la responsable de su oficina de empleo, le dé la noticia que lleva meses aguardando: “José, tengo un trabajo para ti”.
el dispreciau dice: dentro del folklore ideológico argentino hay una frase que define la mediocridad social afín a nuestros más caros sentimientos: "el pueblo unido jamás será vencido"... lo cual me dio a reflexionar sobre que: "el pueblo vencido jamás será unido"... y vaya si lo han logrado... ARGENTINA está sumida en una guerra de pobres, invisible a los ojos políticos que la implantaron en la década de los noventa, siguiendo estrictas recetas del Fondo Monetario Internacional, recetas que además de consumir destinos han hipotecado vidas, empobreciéndolas y reduciéndoles las dignidades... se mantiene el hecho, porque las conducciones políticas siguientes han permanecido envueltas por el cinismo que visten las obsecuencias, un modelo que nadie quiere abandonar (por conveniencias personales claro está). Triste, pero real, los socialismos de las raras izquierdas latinoamericanas no han logrado romper la mediocridad que los/nos caracteriza desde hace décadas (¿cuántas?, demasiadas). Curiosamente, esto mismo se replica en todo el concierto europeo y está comenzando a suceder algo trágico, y también repetido... Europa está quebrada, por ende no está unida... y eso de la Unión Europea, no es más que una entelequia de los poderes económicos para seguir fabricando excluídos, pobres, marginados, e indigentes, de las manos del eterno FMI y sus recetas mágicas para arrasar con las vidas de los anónimos, favoreciendo a los banqueros de Sion, banqueros que poco tienen que ver con Sion, sí con sus mentiras estratégicamente diseñadas para hacerle creer al mundo que sólo de monedas se vive. Error que persigue a la humanidad desde el imperio romano... La realidad indica que EUROPA, la medieval, está definitivamente quebrada, porque a esos mismos banqueros les conviene la quiebra para recuperar los espacios sacrificados en pos de avaricias y angurrias personales. Desde luego, EUROPA quebrada es un reflejo de un MUNDO también quebrado, con China e India incluídos en un modelo de tragedias a escala, impuestas por socios en la negligencia, tal el caso de políticos, corporaciones, curas y traficantes... todos gestores del peor delito de lesa humanidad que contiene la historia humana en la Tierra, algo así como el infierno en la Tierra... Europa dista de estar unida... dista de haberlo estado alguna vez... tal vez lo estará en los papeles... no en la práctica, porque los reyes usan a los socios pobres para consumirlos al modo de arañas... y lo hacen, lo han hecho, y prometen que lo volverán a hacer... España, Portugal, Irlanda, Italia, la Francia que no se ve, la Gran Bretaña de los comunes, los viejos del este, Grecia, Chipre, y desde luego... la Alemania que está despertando odios hasta no hace mucho enterrados... algo anda mal en las cabezas políticas, más estúpidas que nunca antes... si las sociedades humanas no son las prioridad, los estados políticos no tienen razón de ser... mal que les pese o mal que nos pese a todos. Si las gentes son las variables de ajuste, entonces todo lo demás NO sirve. Y están a la vista los resultados del criterio... no hay euro, no hay dólar, no hay moneda que sirva... porque no le sirve a las gentes... y los estados se han vuelto una mentira disfrazada de razones vacías. Lo que se ha hecho con España es una vergüenza para la raza humana, nada distinto a lo que hicieron con nosotros, los argentinos... es la misma receta, el mismo criterio, la misma perversidad... el mismo cinismo... y a estas alturas del drama... los discursos ya no sirven para justificar nada. El pueblo vencido jamás será unido... y si el pueblo no está unido, cualquier otra versión de las "uniones" es una vil mentira... utopía de falsas ideologías perimidas. ABRIL 01, 2013.-
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