Domingo 21 de abril de 2013 | Publicado en edición impresa
Entre los sismos
La geofísica Patricia Alvarado trabaja en un registro histórico digital de los terremotos destructivos de la Argentina, que le valió el premio nacional L'Oréal Unesco Por la Mujer en la Ciencia, con respaldo del Conicet. Una madre sanjuanina en acción
Sintió un temblor que la hizo saltar de la cama y, luego, la mano de su mamá que la guiaba a la calle junto con sus hermanitos. En la vereda sanjuanina, una pequeña Patricia Alvarado vio como los vecinos lloraban y rezaban para que terminara un sismo que parecía eterno. Ahora, con 46 años y varios premios en su haber, asegura que esa experiencia de 1977 la motivó para estudiar geofísica.
Para medir las probabilidades y estudiar los antecedentes de los movimientos de la tierra, presentó el proyecto Peligro sísmico en la Argentina, su cuantificación a partir del registro histórico digital en banda ancha de terremotos destructivos, por el que fue distinguida en la 6° Edición del Premio Nacional L'Oréal Unesco Por la Mujer en la Ciencia, con el respaldo del Conicet, que le otorgó 100.000 pesos.
Mamá de tres hijos, comparte las actividades codo con codo con su marido en el campo y en su casa, y asegura que el trabajo en equipo es siempre la clave del éxito. Apasionada por su carrera, asegura que el proyecto permitirá subir a una plataforma digital los hechos históricos que han sido detectados analógicamente y también la información de los sismos actuales. Con la cuantificación de los terremotos se podría elaborar una base de datos con los antecedentes de cada región. Este mapa predictivo sobre los movimientos del suelo permitirá salvar vidas y aportar datos para la construcción de edificios y obras de ingeniería civil.
¿Qué regiones abarcará el estudio?
Hemos realizado anteriormente un proyecto para la provincia de San Juan a partir de un premio otorgado por la Universidad de Harvard y Laspau, en 2003, y fue posible estudiar los terremotos históricos que necesitan de una gran dedicación, más a veces que los modernos. Con este premio podremos completar el trabajo para toda la Argentina y además de estudiar los terremotos de Salta (1948), de Tierra de Fuego (1949) y de Córdoba y San Luis (1934 y 1936, respectivamente). Es una gran oportunidad para cuantificar estos fenómenos.
¿En qué proceso está el proyecto?
Ya tenemos algunos registros históricos analógicos de esos terremotos históricos a partir de información que buscamos en observatorios, donde se guardan los datos en papel o en microfilm. Lo que necesitamos es digitalizar todos estos sismogramas y compararlos con otros sismos que tenemos bien calibrados.
¿Desarrollaron un programa de informática especial?
Nosotros partimos de una plataforma de software de desarrollo científico. En lugar de usar programas enlatados apuntamos a las modificaciones de pequeños programas, con sus ensambles. En ese sentido uno puede determinar la energía liberada por un sismo (ponerle un valor de magnitud), determinar la profundidad y ver los efectos que provocó en su momento.
Los únicos sismos que se encuentran bien cuantificados son los que ocurrieron el siglo pasado, en San Juan. El terremoto de 1944 se considera el mayor desastre natural de nuestro país, que provocó 10.000 muertes en una población de 80.000. Pero ahora también se conoce que en 1861 hubo un terremoto en Mendoza en el que murió un tercio de la población. "Entonces sabemos que es una zona en la que puede producirse este tipo de fenómeno. También estamos viendo una alta tasa de actividad en Córdoba, que no tiene tanta magnitud, pero sí es muy activa. No es para alarmar, debemos saber que está y que es necesario preverlo en este tipo de mapas útiles para el desarrollo socioeconómico."
¿En San Juan la población está preparada para afrontar un terremoto?
Hay mucha conciencia porque tuvimos experiencias recientes. A veces los problemas pasan cuando las ciudades no han tenido sismos cercanos, la gente se olvida, no se transmite de generación y no hay organismos que formen a partir de la prevención. En San Juan hay un gran énfasis en construir teniendo en cuenta todas las medidas sismo-resistentes, en especial en todas las obras de ingeniería civil en caminos, puentes, represas, minas. Son estudios requeridos porque sabemos que son zonas muy activas sísmicamente.
Nuestro objetivo es tener un mapa para todo el país porque las ciudades deben estar preparadas. Por ejemplo, en 2009 hubo un sismo de magnitud 6.3, que en tamaño es menor, pero fue devastador porque la ciudad no estaba preparada. Creo que ejemplo más triste fue el de Haití, que con un sismo de magnitud 7 tuvo 300.000 muertes. Comparado con el de Chile, que fue de magnitud 8.8, mucho más grande pero en una ciudad más preparada, no tuvo más de 500 muertes. Esto muestra la importancia de aplicar las normas de construcción sismo-resistentes.
Te capacitaste y trabajaste también en Chile. ¿Cómo es el estudio de los fenómenos sísmicos del otro lado de la cordillera?
En Chile se estudia mucho este tipo de fenómenos porque es un país sísmico, con grandes terremotos que se originan en el margen continental activo. Su gran antecedente es el terremoto de 1960, que fue el mayor registrado instrumentalmente que conocemos. Provocó un tsunami en Japón y, un día más tarde, en las Filipinas. Fue un alerta que hizo prever otro tipo de consecuencia de los grandes terremotos, como también los que han ocurrido recientemente en el sur de Chile, en Sumatra y en Japón. Cuando estudié en Chile era un momento en el que retornaban muchos doctores en sismología y otras áreas de la geofísica que se habían formado en el extranjero y que se sumaban a un grupo existente. Fue un momento muy oportuno para planear las tareas conjuntas, una buena oportunidad para establecer lazos que aún mantenemos.
¿Y siguen cooperando?
En el terremoto de Chile de 2010, que alcanzó una magnitud de 8,8, se instalaron instrumentos y mediciones en nuestro país, porque son fenómenos que para estudiarlos requieren una observación de miles de kilómetros. Esto no se puede realizar en otros escenarios, como en Sumatra, porque hay zonas cubiertas por el mar o con realidades geográficas que no te lo permiten. En nuestro caso fue posible y confirma que estos fenómenos traen una deformación que se puede medir en años, aún en nuestro país. Hoy en día somos capaces de hacer un monitoreo muy efectivo, pero nos falta mucho para llegar a redes como la de Japón o de Chile. Hasta Brasil tiene más instrumental que la Argentina, a pesar de que no tiene sismos de gran tamaño como los nuestros.
¿Qué recordás del terremoto que viviste a los 11 años?
Principalmente cuando estábamos en la vereda, con mis hermanos, viendo la desesperación de los vecinos. Luego lo estudié: estuvo compuesto de dos terremotos. El primero con una magnitud mayor que el de 1944 y, 20 segundos más tarde y a 60 kilómetros al Sur, ocurrió el sismo principal, con una magnitud de 7.4. El segundo potenció los efectos dañinos. En ese entonces en San Juan ya existían las normas de construcción antisísmicas y se notó su aplicación.
Los terremotos también te llevaron a Venezuela.
Cuando estaba en Chile cursando la maestría [es Magister en Ciencias, mención Geofísica] ocurrió un terremoto en Venezuela, en Cariaco, a unos 60 km de Cumaná. Fui parte de una misión científica que fue a estudiar todas las réplicas y a vivir la realidad de un terremoto reciente. Estuve casi un mes detectando las réplicas y estudiando este tipo de fenómeno, un terremoto parecido al movimiento de la falla de San Andrés y muy similar a los que puedan ocurrir en Tierra de Fuego.
En carrera y en familia
Además de licenciada en Geofísica (Universidad Nacional de San Juan), Magister en Ciencias (Universidad de Chile) y Ph. D. in Geosciences (Universidad de Arizona, Estados Unidos), Alvarado es mamá de tres chicos, de 14, 4 y 1 año. Su marido, especialista en informática, es el encargado de la instalación de los instrumentos, la puesta a punto del equipo y la capacitación de los becarios. Siempre trabajaron a cuatro manos. El nacimiento de su primera hija coincidió con la posibilidad de realizar el doctorado en los Estados Unidos. "Fue un momento de decisión. Apostamos los dos a ese proyecto en Tucson."¿Evaluaron la posibilidad de radicarse definitivamente en los Estados Unidos?
Siempre el objetivo era volver. Cuando terminó el estudio surgió la postulación en el Conicet para entrar en la carrera como investigador con un programa de repatriación que contemplaba a la familia. Nosotros siempre pensamos que era una oportunidad para ir a formarse y regresar. Yo no cambio muchas cosas de nuestra realidad, como disfrutar de la familia o una mateada con amigos.
¿Cómo compatibilizás el trabajo y la maternidad?
Es fundamental el apoyo de mi marido. Somos de disfrutar mucho la vida en familia aunque mi jornada laboral es larga. Soy de las que se llevan el trabajo de casa, pero el fin de semana siempre cortamos para estar en familia. En el trabajo y en la familia hay que formar un equipo y confiar en los otros. Así se logran muchas cosas.
Mientras se concentra en su proyecto, asegura que con el tiempo aprendió a reconocer los efectos positivos de los terremotos, que forman relieve, lagos y montañas y, en consecuencia, nuevos recursos energéticos. Aunque todavía no olvida el sismo que a los 11 años la hizo saltar de la cama.
Una mendocina en la Ciudad Luz
PARÍS.- Florencia Linero se acomoda los auriculares. La ceremonia de la 15ª edición de los premios L'Oréal Unesco For Women in Science está comenzando. Es en francés, con traducción simultánea en inglés. No quiere perderse nada de lo que se diga esta noche. Y escuchar bien claro cuando la nombren para subir al escenario: licenciada en biología molecular, Florencia, de 31 años, es una de las 15 becadas por este programa que cada año reconoce y apoya a mujeres científicas de todo el mundo. Con esta beca -40.000 dólares repartidos en dos años y con la estricta obligación de volver al país de origen para aplicar lo aprendido-, Florencia podrá financiar su investigación sobre el "virus Junín" en la universidad de Gent, en Bélgica, y así avanzar en la cura y la prevención de la fiebre hemorrágica argentina, una enfermedad presente en áreas en donde se cultiva el maíz, como Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y La Pampa, y que pone en riesgo a cinco millones de personas. De no tratarse, causa la muerte en uno de cada tres casos.Sentada en un rincón de este mítico anfiteatro de la Sorbonne, maison de la ciencia, la mendocina parece estar de repente muy lejos del Luján de Cuyo que la vio nacer, de la Universidad de San Luis, donde estudió, y del laboratorio de virología del Departamento de Química Biológica de la Universidad de Buenos Aires, en el que entró "por casualidad, porque allí se trabajaba con cultivos, en el resto era con animales y eso me daba pena". Mientras la directora de la Unesco, Irina Bokova, y el presidente del grupo L'Oréal, Jean-Paul Agon, dicen algunas palabras, Florencia mira hacia el público y busca entre los cientos de invitados a sus padres, Mirta y Roberto, médico veterinario, que por primera vez viajaron a París. Piensa en sus hermanas Noelia, la médica, y Valeria, la psicóloga, que la ayudaron a encontrar el vestido negro que decidió usar en esta noche de gala, su noche. Y se tranquiliza cuando ve sentado a Peter Döhmer, su novio desde hace cinco años ("argentino de Bahía Blanca, pero de origen alemán") que planea seguirla a Bélgica y conseguir un trabajo.
Florencia es la última en subir al escenario. A su lado, el resto de las becadas, todas científicas de menos de 35 años, que trabajan en proyectos pos-doctorales relacionados con las ciencias de la vida y de la materia: dos investigadoras en inmunología de Sudán y de Cuba, una bióloga marroquí, una bioquímica de Nigeria, dos agrónomas de Indonesia y de Ghana, y una doctora en ciencias biológicas de Colombia (cuya investigación sobre el cáncer desarrollará en el Instituto Leloir), entre otras. Minutos más tarde, será el turno de las laureadas. La fundación L'Oréal y la Unesco también seleccionan cada año a cinco investigadoras eméritas, en general de más de 45 años, a las que premian con 100.000 dólares para cada una por sus contribuciones al universo científico.
Aplausos, fotos y cóctel. Las premiadas y los invitados se trasladan a otra sala del establecimiento clasificado como monumento histórico. Florencia confiesa: "Casi me infarto cuando me enteré que había ganado. Jamás pensé que lo lograría". El novio, también en las ciencias, se anima y conversa con un premio Nobel sentado no muy lejos. Los padres sacan fotos de esta imponente sala. Un empleado de la Sorbonne que detecta ese interés histórico en un evento que de repente se ha vuelto mundano los halaga con una visita privada a algunas otras salas cuando todo está terminando. Una noche de premios para todos.
Nathalie Kantt
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