SERIE | Con otra mirada
De colonos a defensores de la Amazonía
Un cultivador de cacao en un área deforestada.| Efe
- En seis años la tasa de deforestación ha disminuido en un 70%
Largos caminos de tierra roja conducen hacia la nueva frontera de la agroindustria en Matto Grosso, en el centro de Brasil. El paisaje es impresionante. A un lado de la carretera, unas pocas vacas pacen en la dehesa, levantando de vez en cuando la cabeza para seguir con la mirada los coches que pasan. Al otro lado, están los mega-cultivos que se extienden hasta el horizonte, formando perfectos patrones geométricos. De vez en cuando, un pedazo de bosque rompe la monotonía, un recordatorio de que, en un tiempo pasado, esta tierra formaba parte de la mayor selva tropical del mundo.
Durante muchos años Brasil tuvo la mayor tasa de deforestación del mundo, pero la presión internacional y la movilización interna finalmente obligaron al gobierno de este país a actuar.
El ex presidente Luis Inácio Lula da Silva comenzó a hacer cumplir las leyes forestales, que durante mucho tiempo nadie respetó. Retuvo el dinero de los estados que no cumplían con las políticas para poner fin a la deforestación, ni a la prohibición de la venta de los productos cultivados en áreas deforestadas ilegalmente.
El gobierno utilizó imágenes de satélite para vigilar a los infractores, envió la policía contra los madereros ilegales y elaboró una lista negra de los municipios con el peor récord de tala ilegal. La estrategia dio resultado: en seis años la tasa de deforestación ha disminuido en un 70%.
De héroes a villanos
"Las cosas han cambiado radicalmente", dijo Valmir Schneider, un cultivador de soja del municipio de Querencia, una región productora de esta planta en el estado amazónico de Mato Grosso. "Primero nos pidieron que viniéramos a estas tierras y ahora somos los villanos por haberla producido." Schneider se mudó de Río Grande do Sul, un estado del sur con una gran población de origen alemán, en la década de los ochenta, en el marco de un programa de colonización auspiciado por el gobierno. La deforestación fue la política nacional con el objetivo de permitir poblar la selva amazónica, a la que el gobierno de entonces consideraba una tierra improductiva. Los grupos dispersos de indígenas que viven en el Amazonas eran considerados salvajes y no se les trató como ciudadanos brasileños.Treinta años después, en Mato Grosso, el precio de la deforestación intensiva y la agroindustria se ha hecho sentir. "El Xingu ha cambiado", dice Ianukula Kaibi-Suiá, que vive en uno de los pueblos indígenas que se levantan a lo largo del río Xingu, la principal fuente de agua del estado y uno de los afluentes del río Amazonas. "Hay poca pesca, el agua es turbia y se ha reducido la cifra de especies", explica Ianukula.
A pesar de que el valle del Xingu es un parque nacional, un número creciente de granjas productoras de soja y ranchos de ganado rodean la reserva. Los agricultores han cortado los ríos y los árboles, secando las fuentes de agua que desembocan en el río Xingu.
Área deforestada en el río Xingu.| Afp
Cambios demasiado lentos
A Schneider le convencieron para que participase. Lo hizo después de que su municipio fuera incluido en la lista negra por el gobierno federal y después de que las autoridades locales empezaran a ejercer presión sobre quienes que no cumplían con la ley. Él reconoce qu, en la actualidad, sólo el 25% de su propiedad de 2.000 hectáreas se preserva como bosque. La ley actual estipula que sea un 50%. Al igual que Schneider, nueve de cada diez agricultores no cumplen con la ley.Natura, una empresa brasileña de cosméticos, está apoyando la reforestación de las tierras de Schneider comprando semillas y financiando la replantación en un acuerdo de 30 años. "El verdadero incentivo sería que me pagasen por mantener el bosque", dice Schneider. "Es un compromiso a largo plazo y una gran responsabilidad, pero yo no se mucho de esto". Schneider le suena algo de los mercados de carbono, pero no sabe muy bien cómo funciona.
Sin incentivos económicos, entran en juego otros factores. Natalia Guerin, investigadora del Instituto Socio Ambiental-ISA, la ONG que impulsa el proyecto de reforestación, cree que "no lo hacen porque amen la naturaleza o les preocupe el medio ambiente, sino porque ven un beneficio, evitan multas, juicios y protegen el agua que necesitan desesperadamente".
La reforestación también ha abierto nuevos mercados. En los campos deforestados para pasto, los árboles vuelven a crecer si no hay ganado. El tiempo y el alambre de púas, son las últimas tecnologías. Pero en el suelo que ha sido cultivado de forma industrial, se han perdido las semillas nativas, por lo que el bosque tiene que ser replantado.
Semillas nativas
"Mire, esto es jatobá y esto guanandi", cuenta Santino Sena, un hombre de piel curtida y manos nudosas, que recoge las semillas nativas, que flotan en un pantano de la selva de Canarana, otro municipio de Mato Grosso. Como él, 300 recolectores de semillas abastecen a un mercado en crecimiento: entre 2007 y 2010 la venta de semillas de plantas de la selva para la reforestación se cuadruplicó. Los agricultores compran las semillas y el municipio da apoyo a un vivero y promueve las ventas. "Antes no me lo pensaba dos veces y ahora me duele si cortan un árbol", dice Sena, que solía ganarse talándolos. Él es dueño de una casa, un pequeño Fiat y una motocicleta que pagó en parte con la venta de semillas. En un año se pueden ganar hasta 10.000 reales (unos 4.800 euros). Y ahora, este mercado de las semillas está entrando en Internet.La demanda de semillas nativas ha crecido no sólo por la presión del gobierno, sino también gracias a la tecnología. El Instituto Socio Ambiental, donde Guerin trabaja, ha puesto en marcha una técnica para utilizar la maquinaria de siembra de soja para cultivar las semillas de los bosques tropicales, acelerando el proceso y reduciendo el trabajo.
Brasil es el mayor exportador de carne del mundo y el segundo mayor exportador de soja después de Estados Unidos. La agricultura representa el 22% del PIB del país. Controlar y asegurar la producción de alimentos hoy en día es tan estratégico como el petróleo. Los expertos estiman que para devolver la vida al valle del río Xingu, deben ser reforestadas 300.000 hectáreas, de las cuales hasta ahora sólo unas 3.000 se han recuperado.
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