[1/5]
Todos desconfían de España
El agresivo objetivo de déficit y el sector financiero encienden el riesgo país
Luis de Guindos tiene hora con Mario Draghi como quien la tiene con un médico especialista. España padece síndrome de abstinencia una vez que los efectos curativos de los manguerazos de liquidez del Banco Central Europeo (BCE) a la banca se han evaporado y el ministro de Economía tiene previsto reunirse con el patrón del organismo el próximo martes, después de una semana de horror en los mercados, la peor en los más de 100 días de Gobierno de Mariano Rajoy. Nunca como esta semana había este Ejecutivo negado tantas veces que la economía española necesite un rescate, una intervención, nunca como ahora había mentado tanto la bicha.
Fuentes del Ministerio de Economía explican que solo se trata de una visita de cortesía dentro de la gira europea que emprende Guindos —también estará en París— “para explicar las reformas”. Es decir, enseñar los números e intentar convencer de que sí será capaz de recortar el déficit del 8,5% al 3% en dos años y que, dicho sea de paso, pagará sus deudas. Todo, con una recesión económica del 1,7% este año. Madrid siente que ha hecho los deberes: ha elaborado los presupuestos muy austeros, ha anunciado otras reformas para ahorrar en sanidad y educación y tiene en marcha su reforma financiera.
Pero los inversores huyen de la deuda española, la Bolsa está en el peor nivel desde marzo de 2009, la banca sufre para financiarse y Bruselas se reserva su visto bueno a los Presupuestos. España, la cuarta economía europea, preocupa en la Eurozona.
Charles Wyplosz, profesor de Economía Internacional de la Graduate School, recuerda que España “ha tenido una buena trayectoria en disciplina fiscal antes de la crisis, no como Grecia y Portugal, pero los mercados temen el potencial volumen de las pérdidas del sistema financiero una vez el precio de los pisos toque suelo”. Wyplosz describe entonces un círculo vicioso: “Algunas entidades grandes y pequeñas quiebran. El Gobierno las rescata. La deuda pública de repente se dispara y el Ejecutivo no tiene más opción que impagar parte de su deuda, así que los bancos, que tienen toneladas de deuda pública en sus carteras, quiebran de nuevo, y el círculo sigue girando”. En esta situación, advierte, “la austeridad no tiene sentido y agudiza la recesión, lo que hace difícil cumplir el presupuesto”. Así que “cuanto más aprieta Rajoy, más crece la desconfianza”.
La desviación del dato de déficit del 2011 (8,5%, frente al 6% prometido) y la rebaja de la meta (del 4,4% al 5,3%) han abonado la incertidumbre. La capacidad de España para crecer y la suficiencia de la reforma financiera en marcha provocan dudas.
Los bancos españoles habían jugado infiltrados por las inyecciones de capital del BCE desde finales del año pasado (dos subastas de crédito por valor de más de un billón de euros a tres años) y la fórmula funcionó para España (y también Italia): las entidades logran dinero prestado al 1% y los invierten en bonos con más rentabilidad, con lo que ganan esa diferencia y la prima de riesgo del país se alivia. Pero el sector ha entrado en una peligrosa relación de dependencia del BCE y, como consecuencia de estos manguerazos, en marzo captaron un cifra récord de 316.343 millones en el organismo, el 28% del total del Eurosistema.
Al secretario de estado de Economía, Jaime García-Legaz, se le escapó el viernes que, sin los fondos del BCE, España estaría “muerta”, aunque luego matizó que se refería a la situación de toda Europa y que más bien aludía a que el banco central debía seguir comprando de bonos.
La prima de riesgo de España (se mide por el diferencial de interés que pagan los bonos a 10 años respecto a los alemanes, que se considera la referencia más fiable) se ha instalado por encima de los 400 puntos básicos (o cuatro puntos porcentuales) y tocó los 433 el martes. Ese día, el interés que se le exigían a la deuda española ya emitida rozó el 6%.
“Por encima de los 400 suben los costes de renovación de deuda pública, hay dificultades de financiación para las empresas y los mercados de deuda se cierran para las entidades bancarias y empresas, pero no es tanto un problema de líneas rojas como del tiempo que se permanece en un nivel elevado de prima de riesgo”, explica Santiago Carbó, catedrático de la Universidad de Granada y analista de Funcas. “El BCE puede que tenga que continuar comprando bonos si es preciso y, sobre todo, si se emiten señales de que los gobiernos nacionales están haciendo esfuerzos fiscales y reformas significativas. Si el BCE deja de comprar y la UE tampoco hace su papel, la debilidad es obviamente mayor”, alerta. Y lamenta que Europa “no ha sido capaz de establecer un cortafuegos operativo, creíble y eficiente”.
José Carlos Díez, de Intermoney, alerta de la fuga de inversión extranjera de la deuda pública: 25.000 millones solo en el mes de febrero y critica que “el BCE llega tarde y con poca intensidad”.
La mayoría de analistas descartan que España necesite un rescate a la griega. Pero la posibilidad de que los bancos acudan al fondo de rescate europeo sí se empieza a sugerir desde algunos sectores en Bruselas. Fuentes de Economía recalcan que “ni el Tesoro Público ni los bancos españoles tienen problemas de liquidez, tienen más problemas de financiación es en las comunidades autónomas”.
Las regiones, incumplidoras con los objetivos de déficit de 2011, son otro de los motivos de dudas. Ahora tienen que reelaborar sus cuentas para adaptarlas al ajuste de los Presupuestos. El catedrático Guillem López-Casasnovas avanza que será duro. “No se van a poder hacer consolidaciones fiscales por consenso a 17, ni puede el Gobierno obviar unas competencias estatutarias constitucionalmente otorgadas”. Y se revuelve: “La gran revelación que hizo el PP en su acceso a las cuentas públicas de que el déficit real era el 8,5%, y no el 5,8%, del PIB culpabilizó a las autonomías y generó en los mercados un mar de dudas sobre el comportamiento financiero de éstas”, pero “los datos dicen que el 90% de aquella diferencia se debió a la desviación de los ingresos: un error de previsión atribuible enteramente al gobierno central. Funcionando las comunidades con anticipos y con la rigidez del gasto que gestionan, no tenía sentido exigir a corto un ajuste imposible”.
El profesor es duro: “No creo que ningún analista se crea una hoja de ruta en la que las voces dirigentes divergen, en la que se mantengan tabúes, personajes irresponsables en puestos de responsabilidad empresarial, zombis financieros protegidos, o líneas rojas en gasto social que intenten engañar con cierto populismo a una sociedad que está madurando a golpe de realismo”. “La parte positiva —añade— es que aún depende de todos nosotros enmendarlo”. La negativa es que el tiempo corre en contra.
Fuentes del Ministerio de Economía explican que solo se trata de una visita de cortesía dentro de la gira europea que emprende Guindos —también estará en París— “para explicar las reformas”. Es decir, enseñar los números e intentar convencer de que sí será capaz de recortar el déficit del 8,5% al 3% en dos años y que, dicho sea de paso, pagará sus deudas. Todo, con una recesión económica del 1,7% este año. Madrid siente que ha hecho los deberes: ha elaborado los presupuestos muy austeros, ha anunciado otras reformas para ahorrar en sanidad y educación y tiene en marcha su reforma financiera.
Pero los inversores huyen de la deuda española, la Bolsa está en el peor nivel desde marzo de 2009, la banca sufre para financiarse y Bruselas se reserva su visto bueno a los Presupuestos. España, la cuarta economía europea, preocupa en la Eurozona.
Charles Wyplosz, profesor de Economía Internacional de la Graduate School, recuerda que España “ha tenido una buena trayectoria en disciplina fiscal antes de la crisis, no como Grecia y Portugal, pero los mercados temen el potencial volumen de las pérdidas del sistema financiero una vez el precio de los pisos toque suelo”. Wyplosz describe entonces un círculo vicioso: “Algunas entidades grandes y pequeñas quiebran. El Gobierno las rescata. La deuda pública de repente se dispara y el Ejecutivo no tiene más opción que impagar parte de su deuda, así que los bancos, que tienen toneladas de deuda pública en sus carteras, quiebran de nuevo, y el círculo sigue girando”. En esta situación, advierte, “la austeridad no tiene sentido y agudiza la recesión, lo que hace difícil cumplir el presupuesto”. Así que “cuanto más aprieta Rajoy, más crece la desconfianza”.
La desviación del dato de déficit del 2011 (8,5%, frente al 6% prometido) y la rebaja de la meta (del 4,4% al 5,3%) han abonado la incertidumbre. La capacidad de España para crecer y la suficiencia de la reforma financiera en marcha provocan dudas.
Los bancos españoles habían jugado infiltrados por las inyecciones de capital del BCE desde finales del año pasado (dos subastas de crédito por valor de más de un billón de euros a tres años) y la fórmula funcionó para España (y también Italia): las entidades logran dinero prestado al 1% y los invierten en bonos con más rentabilidad, con lo que ganan esa diferencia y la prima de riesgo del país se alivia. Pero el sector ha entrado en una peligrosa relación de dependencia del BCE y, como consecuencia de estos manguerazos, en marzo captaron un cifra récord de 316.343 millones en el organismo, el 28% del total del Eurosistema.
Al secretario de estado de Economía, Jaime García-Legaz, se le escapó el viernes que, sin los fondos del BCE, España estaría “muerta”, aunque luego matizó que se refería a la situación de toda Europa y que más bien aludía a que el banco central debía seguir comprando de bonos.
La prima de riesgo de España (se mide por el diferencial de interés que pagan los bonos a 10 años respecto a los alemanes, que se considera la referencia más fiable) se ha instalado por encima de los 400 puntos básicos (o cuatro puntos porcentuales) y tocó los 433 el martes. Ese día, el interés que se le exigían a la deuda española ya emitida rozó el 6%.
“Por encima de los 400 suben los costes de renovación de deuda pública, hay dificultades de financiación para las empresas y los mercados de deuda se cierran para las entidades bancarias y empresas, pero no es tanto un problema de líneas rojas como del tiempo que se permanece en un nivel elevado de prima de riesgo”, explica Santiago Carbó, catedrático de la Universidad de Granada y analista de Funcas. “El BCE puede que tenga que continuar comprando bonos si es preciso y, sobre todo, si se emiten señales de que los gobiernos nacionales están haciendo esfuerzos fiscales y reformas significativas. Si el BCE deja de comprar y la UE tampoco hace su papel, la debilidad es obviamente mayor”, alerta. Y lamenta que Europa “no ha sido capaz de establecer un cortafuegos operativo, creíble y eficiente”.
José Carlos Díez, de Intermoney, alerta de la fuga de inversión extranjera de la deuda pública: 25.000 millones solo en el mes de febrero y critica que “el BCE llega tarde y con poca intensidad”.
La mayoría de analistas descartan que España necesite un rescate a la griega. Pero la posibilidad de que los bancos acudan al fondo de rescate europeo sí se empieza a sugerir desde algunos sectores en Bruselas. Fuentes de Economía recalcan que “ni el Tesoro Público ni los bancos españoles tienen problemas de liquidez, tienen más problemas de financiación es en las comunidades autónomas”.
Las regiones, incumplidoras con los objetivos de déficit de 2011, son otro de los motivos de dudas. Ahora tienen que reelaborar sus cuentas para adaptarlas al ajuste de los Presupuestos. El catedrático Guillem López-Casasnovas avanza que será duro. “No se van a poder hacer consolidaciones fiscales por consenso a 17, ni puede el Gobierno obviar unas competencias estatutarias constitucionalmente otorgadas”. Y se revuelve: “La gran revelación que hizo el PP en su acceso a las cuentas públicas de que el déficit real era el 8,5%, y no el 5,8%, del PIB culpabilizó a las autonomías y generó en los mercados un mar de dudas sobre el comportamiento financiero de éstas”, pero “los datos dicen que el 90% de aquella diferencia se debió a la desviación de los ingresos: un error de previsión atribuible enteramente al gobierno central. Funcionando las comunidades con anticipos y con la rigidez del gasto que gestionan, no tenía sentido exigir a corto un ajuste imposible”.
El profesor es duro: “No creo que ningún analista se crea una hoja de ruta en la que las voces dirigentes divergen, en la que se mantengan tabúes, personajes irresponsables en puestos de responsabilidad empresarial, zombis financieros protegidos, o líneas rojas en gasto social que intenten engañar con cierto populismo a una sociedad que está madurando a golpe de realismo”. “La parte positiva —añade— es que aún depende de todos nosotros enmendarlo”. La negativa es que el tiempo corre en contra.
[2]
¿Un salvavidas para la banca?
Los expertos creen que si los bancos españoles acuden el fondo de rescate europeo se consideraría casi igual que una intervención de España
No es una impresión. Ni un “sentimiento del mercado”, como se suele decir. Es un hecho cierto, demostrado, y una condena: cada vez que se golpea al sector financiero español en Bolsa, sube la prima de riesgo. Es decir, cuando arrecian las dudas sobre la salud de los bancos, se ataca a la deuda española y el efecto llega al bolsillo de todos los españoles porque el Estado paga más para devolver lo que debe (o debemos).
También sucede al contrario. Si hay dudas sobre los Presupuestos Generales de 2012 o sobre la capacidad de cumplir el objetivo de déficit, sube la prima de riesgo y se hunde la cotización de las entidades financieras. Según un informe de Analistas Financieros Internacionales (AFI), “por cada 10 puntos básicos que ha subido la prima de riesgo, el sector bancario ha perdido un 1,9% en Bolsa y sube 18 puntos básicos el coste de la financiación de los bancos a través de sus bonos”.
En resumen, el triángulo perverso se ha cerrado con fuerza: no habrá salida de la recesión (acelerada por la excesiva austeridad) hasta que no se solucione la incertidumbre sobre la deuda soberana que se alimenta de las dudas sobre la solvencia del sector bancario afectado por la gangrena del sector inmobiliario.
Para desmontar este puzle maldito algunos expertos sugieren empezar por la banca. Las entidades acaban de cumplir con el nuevo examen, el real decreto del ministro Guindos, que les ha exigido 50.000 millones de euros adicionales en provisiones y capital para tapar los agujeros del ladrillo. Pero los inversores albergan dudas de que con este dinero se acabe el problema. Creen que los precios de los pisos aun deben bajar un 40% más, lo que hundirá a las inmobiliarias y, en cadena, a los bancos. Desde España se critica esa teoría. “Es una locura estadística. Esa caída de precios supone llevar las valoraciones a mediados de los años noventa. Una caída tan brusca en tan poco tiempo no ha ocurrido jamás. Al mercado le puede quedar un descenso del 15% de media, pero no más”, dice Manuel Romera, director del sector financiero del IE Business School.
Al margen de las cifras exactas, son muchos los que consideran que la banca necesitará más dinero para desenladrillar los 300.000 millones invertidos en el inmobiliario. ¿De dónde puede llegar el nuevo cheque? El banco de inversión JPMorgan (y otros colegas) cree que “la banca debe capitalizarse con el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF). España tiene que pedir al fondo de rescate entre 50.000 y 100.000 millones para recapitalizar los bancos”. También AFI considera que se necesitarán 60.000 millones adicionales de capital, cifras desorbitantes para unos bancos que dicen estar agotados y profundamente molestos porque se les pide más capital y más provisiones a la vez.
Pero como apunta Íñigo Vega, analista de la firma Cheu-vreux, recurrir al EFSF tiene sus problemas. “El dinero no lo darán gratis. Europa obligaría a una mayor austeridad en las cuentas públicas”, señala Vega. José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, considera que apelar al Fondo “es una opción, pero viendo el estigma que genera, no parece que vaya a ser la solución”. La cuestión clave es si se consideraría un rescate y, por tanto, una casi intervención de España con la debacle consiguiente en la deuda. “El pasado verano se aprobó que el Fondo pueda inyectar capital en bancos pero lo tiene que pedir el Gobierno del país y está sujeto a condicionalidad. Seguramente sería una intervención con un programa completo y no solo para recapitalizar a las entidades más débiles”. Quizá por eso, el ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, ha negado tajantemente que se vaya a pedir ayuda al Fondo europeo. Los expertos consultados creen que pedir ayuda al Fondo es muy arriesgado; sería dar entrada por la puerta de atrás a la troika de la intervención: UE, FMI y BCE.
Alfonso García Mora, de AFI, considera que el Fondo de la Unión Europea puede considerarse “una ayuda a un sector, no al país”, pero aun así recomienda que sea la última opción. “Primero deben pagar la factura los accionistas de las entidades, como han comprobado algunas cajas que casi han desaparecido del accionariado de las entidades fusionadas”. Después, añade este experto, “habrá que realizar quitas a los inversores en deuda subordinada y preferentes de la entidad y en tercer lugar se puede recurrir al Fondo de Garantía de Depósitos de la banca, pero con ayuda adicional del Estado”.
“Solo si todo esto falla, entonces se debería recurrir a Europa”, sostiene García Mora. El uso de dinero público obligaría al Gobierno a rectificar su posición sobre que “ni un euro de los contribuyentes saneará a la banca”.
El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, ya ha sugerido que puede haber colaboración del Estado. En mitad de este lío, alguien ha deslizado a los grandes bancos la mudanza de la sede fuera de España. “Daría igual. El problema son las enormes carteras de deuda española que tenemos”, dice un alto ejecutivo con la rapidez de quien lo ha estudiado más de una vez.
También sucede al contrario. Si hay dudas sobre los Presupuestos Generales de 2012 o sobre la capacidad de cumplir el objetivo de déficit, sube la prima de riesgo y se hunde la cotización de las entidades financieras. Según un informe de Analistas Financieros Internacionales (AFI), “por cada 10 puntos básicos que ha subido la prima de riesgo, el sector bancario ha perdido un 1,9% en Bolsa y sube 18 puntos básicos el coste de la financiación de los bancos a través de sus bonos”.
En resumen, el triángulo perverso se ha cerrado con fuerza: no habrá salida de la recesión (acelerada por la excesiva austeridad) hasta que no se solucione la incertidumbre sobre la deuda soberana que se alimenta de las dudas sobre la solvencia del sector bancario afectado por la gangrena del sector inmobiliario.
Para desmontar este puzle maldito algunos expertos sugieren empezar por la banca. Las entidades acaban de cumplir con el nuevo examen, el real decreto del ministro Guindos, que les ha exigido 50.000 millones de euros adicionales en provisiones y capital para tapar los agujeros del ladrillo. Pero los inversores albergan dudas de que con este dinero se acabe el problema. Creen que los precios de los pisos aun deben bajar un 40% más, lo que hundirá a las inmobiliarias y, en cadena, a los bancos. Desde España se critica esa teoría. “Es una locura estadística. Esa caída de precios supone llevar las valoraciones a mediados de los años noventa. Una caída tan brusca en tan poco tiempo no ha ocurrido jamás. Al mercado le puede quedar un descenso del 15% de media, pero no más”, dice Manuel Romera, director del sector financiero del IE Business School.
Al margen de las cifras exactas, son muchos los que consideran que la banca necesitará más dinero para desenladrillar los 300.000 millones invertidos en el inmobiliario. ¿De dónde puede llegar el nuevo cheque? El banco de inversión JPMorgan (y otros colegas) cree que “la banca debe capitalizarse con el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF). España tiene que pedir al fondo de rescate entre 50.000 y 100.000 millones para recapitalizar los bancos”. También AFI considera que se necesitarán 60.000 millones adicionales de capital, cifras desorbitantes para unos bancos que dicen estar agotados y profundamente molestos porque se les pide más capital y más provisiones a la vez.
Pero como apunta Íñigo Vega, analista de la firma Cheu-vreux, recurrir al EFSF tiene sus problemas. “El dinero no lo darán gratis. Europa obligaría a una mayor austeridad en las cuentas públicas”, señala Vega. José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, considera que apelar al Fondo “es una opción, pero viendo el estigma que genera, no parece que vaya a ser la solución”. La cuestión clave es si se consideraría un rescate y, por tanto, una casi intervención de España con la debacle consiguiente en la deuda. “El pasado verano se aprobó que el Fondo pueda inyectar capital en bancos pero lo tiene que pedir el Gobierno del país y está sujeto a condicionalidad. Seguramente sería una intervención con un programa completo y no solo para recapitalizar a las entidades más débiles”. Quizá por eso, el ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, ha negado tajantemente que se vaya a pedir ayuda al Fondo europeo. Los expertos consultados creen que pedir ayuda al Fondo es muy arriesgado; sería dar entrada por la puerta de atrás a la troika de la intervención: UE, FMI y BCE.
Alfonso García Mora, de AFI, considera que el Fondo de la Unión Europea puede considerarse “una ayuda a un sector, no al país”, pero aun así recomienda que sea la última opción. “Primero deben pagar la factura los accionistas de las entidades, como han comprobado algunas cajas que casi han desaparecido del accionariado de las entidades fusionadas”. Después, añade este experto, “habrá que realizar quitas a los inversores en deuda subordinada y preferentes de la entidad y en tercer lugar se puede recurrir al Fondo de Garantía de Depósitos de la banca, pero con ayuda adicional del Estado”.
“Solo si todo esto falla, entonces se debería recurrir a Europa”, sostiene García Mora. El uso de dinero público obligaría al Gobierno a rectificar su posición sobre que “ni un euro de los contribuyentes saneará a la banca”.
El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, ya ha sugerido que puede haber colaboración del Estado. En mitad de este lío, alguien ha deslizado a los grandes bancos la mudanza de la sede fuera de España. “Daría igual. El problema son las enormes carteras de deuda española que tenemos”, dice un alto ejecutivo con la rapidez de quien lo ha estudiado más de una vez.
¿Un salvavidas para la banca? | Economía | EL PAÍS
[3]
OPINIÓN
A diferencia de otras economías, el problema fundamental de la española se localiza en las abultadas deudas de las empresas, familias y, en definitiva, en el sector bancario, que mayoritariamente las alberga en sus activos. En los casi cinco años transcurridos desde el inicio de la crisis financiera en EE UU y su rápida extensión a Europa, las empresas y familias españolas apenas han reducido la magnitud de esos pasivos. De las dos vías fundamentales de aligeramiento de la deuda, las ventas de activos han sido relativamente reducidas, y la atención directa al servicio de la deuda está limitada por unas rentas decrecientes, constreñidas por el desplome de la demanda interna y el más reciente de las posibilidades de ventas al exterior. Ese insuficiente saneamiento financiero del sector privado se refleja ya en los balances bancarios.
En la economía española, no en menor medida que en el promedio de las de la eurozona, la banca tiene un protagonismo dominante en la canalización de los activos y pasivos financieros del resto de los agentes económicos. Desde luego de las familias y empresas, pero también de las administraciones públicas, como se observa en la proporción creciente que la deuda pública ha pasado a representar en los activos bancarios.
Las posibilidades de neutralizar el deterioro en la calidad de esos activos dependen de la solvencia de sus prestatarios. Y la de todos ellos se ve cada día más dañada por la ausencia de crecimiento económico y una tasa de paro cada día más inquietante, no solo por su magnitud, sino por el creciente componente estructural de la misma. Y, sin crecimiento económico, no se pagan las deudas. Se pueden entregar activos a cambio, como los inmobiliarios de que se están nutriendo los balances bancarios, pero el valor de estos, con una economía en pronunciada recesión, no evolucionará de forma favorable. Tampoco la solvencia y la liquidez de las empresas bancarias, hoy constituidas en el principal de nuestros problemas.
En el particular castigo que a lo largo de las últimas dos semanas han sufrido las cotizaciones de los bonos públicos y de las acciones españolas, la inquietud por la solvencia del conjunto del sistema bancario español ha jugado un papel determinante. Constituye la más elocuente ilustración, aunque en modo alguno la única, de esa metamorfosis de la deuda privada en pública que pueden anticipar los inversores en bonos. A la alimentación de ese bucle diabólico entre la salud bancaria y la de las finanzas públicas se añade el deterioro de los ingresos públicos derivados del desplome de todas las formas de demanda, propio de una economía en recesión. Una recesión a la que contribuye de forma significativa la concentración en muy poco tiempo de extraordinarios recortes del gasto público.
El fin de ese círculo perverso no se consigue por el aumento de la confianza de los inversores, como presumían ingenuamente los defensores de la “austeridad expansiva”. La evidencia ya es suficiente, dentro y fuera de España: la austeridad mal entendida y mal dosificada no aumenta la inversión. Observamos justo lo contrario: un creciente escepticismo por sus efectos depresores sobre la actividad y la huida de flujos de capital a destinos inversores donde se garantice un mayor equilibrio entre estimulo económico y saneamiento financiero. Es decir, donde la aplicación de las políticas económicas distinga prudentemente entre lo urgente y lo importante. Y lo urgente es eludir una prolongada recesión.
Ese ha sido el objetivo prioritario en la gestión de la economía estadounidense, a pesar de unas finanzas públicas no más saneadas que las europeas. Por eso, a pesar de la desaceleración global, aquella economía crecerá este año moderadamente, aunque no menos del 2%, y su tasa de paro ha descendido hasta poco más del 8%. En la eurozona, por el contrario, la recesión es un hecho, la tasa de paro y la mortalidad empresarial no han dejado de ascender. Este contraste empírico, en mucha mayor medida que el empeño en aplicar esa pedagogía de “la letra con sangre entra”, debería contribuir a cambiar "la austeridad recesiva" por una combinación de estímulos al crecimiento y saneamiento financiero publico plurianual que, además de convencer a los mercados financieros, dañara menos las posibilidades de crecimiento potencial y bienestar en la región. También contribuiría desde luego a garantizar la viabilidad de las instituciones comunitarias, empezando por la propia moneda única, hoy amenazada.
Sin crecimiento no hay vida | Economía | EL PAÍS
[4]
RAFAEL BENGOA |Consejero de Sanidad del Gobierno vasco
[3]
OPINIÓN
Sin crecimiento no hay vida
España puede ser el ejemplo más representativo, y quizás acabe siendo uno de los más dramáticos, de los efectos generados por las erróneas e indiscriminadas políticas impuestas por las autoridades comunitarias en la gestión de la crisis económica y financiera que sufre la eurozona. Entre otras consecuencias no menos inquietantes, el ajuste presupuestario que acaba de acordarse para aplicar en el actual ejercicio fiscal contribuirá de forma significativa a deprimir aun más el crecimiento de la economía española. Y por ello, tampoco posibilitará el alcance del objetivo de déficit público asumido. Al término de este año, la frustración de los agentes económicos puede ser una de las consecuencias más explicitas, y no precisamente la menos dañina a medio plazo. En ausencia de cambios en la orientación dominante de las políticas en la eurozona, nuestra economía será una de las que siga sufriendo en mayor medida ese escrutinio de unos mercados financieros en el que de forma cada día más evidente está primando la erosión de la confianza, no solo en la capacidad para alcanzar esos objetivos de déficit público sino, los más relevantes en el caso español, de saneamiento financiero del sector privado.
A diferencia de otras economías, el problema fundamental de la española se localiza en las abultadas deudas de las empresas, familias y, en definitiva, en el sector bancario, que mayoritariamente las alberga en sus activos. En los casi cinco años transcurridos desde el inicio de la crisis financiera en EE UU y su rápida extensión a Europa, las empresas y familias españolas apenas han reducido la magnitud de esos pasivos. De las dos vías fundamentales de aligeramiento de la deuda, las ventas de activos han sido relativamente reducidas, y la atención directa al servicio de la deuda está limitada por unas rentas decrecientes, constreñidas por el desplome de la demanda interna y el más reciente de las posibilidades de ventas al exterior. Ese insuficiente saneamiento financiero del sector privado se refleja ya en los balances bancarios.
En la economía española, no en menor medida que en el promedio de las de la eurozona, la banca tiene un protagonismo dominante en la canalización de los activos y pasivos financieros del resto de los agentes económicos. Desde luego de las familias y empresas, pero también de las administraciones públicas, como se observa en la proporción creciente que la deuda pública ha pasado a representar en los activos bancarios.
Las posibilidades de neutralizar el deterioro en la calidad de esos activos dependen de la solvencia de sus prestatarios. Y la de todos ellos se ve cada día más dañada por la ausencia de crecimiento económico y una tasa de paro cada día más inquietante, no solo por su magnitud, sino por el creciente componente estructural de la misma. Y, sin crecimiento económico, no se pagan las deudas. Se pueden entregar activos a cambio, como los inmobiliarios de que se están nutriendo los balances bancarios, pero el valor de estos, con una economía en pronunciada recesión, no evolucionará de forma favorable. Tampoco la solvencia y la liquidez de las empresas bancarias, hoy constituidas en el principal de nuestros problemas.
En el particular castigo que a lo largo de las últimas dos semanas han sufrido las cotizaciones de los bonos públicos y de las acciones españolas, la inquietud por la solvencia del conjunto del sistema bancario español ha jugado un papel determinante. Constituye la más elocuente ilustración, aunque en modo alguno la única, de esa metamorfosis de la deuda privada en pública que pueden anticipar los inversores en bonos. A la alimentación de ese bucle diabólico entre la salud bancaria y la de las finanzas públicas se añade el deterioro de los ingresos públicos derivados del desplome de todas las formas de demanda, propio de una economía en recesión. Una recesión a la que contribuye de forma significativa la concentración en muy poco tiempo de extraordinarios recortes del gasto público.
El fin de ese círculo perverso no se consigue por el aumento de la confianza de los inversores, como presumían ingenuamente los defensores de la “austeridad expansiva”. La evidencia ya es suficiente, dentro y fuera de España: la austeridad mal entendida y mal dosificada no aumenta la inversión. Observamos justo lo contrario: un creciente escepticismo por sus efectos depresores sobre la actividad y la huida de flujos de capital a destinos inversores donde se garantice un mayor equilibrio entre estimulo económico y saneamiento financiero. Es decir, donde la aplicación de las políticas económicas distinga prudentemente entre lo urgente y lo importante. Y lo urgente es eludir una prolongada recesión.
Ese ha sido el objetivo prioritario en la gestión de la economía estadounidense, a pesar de unas finanzas públicas no más saneadas que las europeas. Por eso, a pesar de la desaceleración global, aquella economía crecerá este año moderadamente, aunque no menos del 2%, y su tasa de paro ha descendido hasta poco más del 8%. En la eurozona, por el contrario, la recesión es un hecho, la tasa de paro y la mortalidad empresarial no han dejado de ascender. Este contraste empírico, en mucha mayor medida que el empeño en aplicar esa pedagogía de “la letra con sangre entra”, debería contribuir a cambiar "la austeridad recesiva" por una combinación de estímulos al crecimiento y saneamiento financiero publico plurianual que, además de convencer a los mercados financieros, dañara menos las posibilidades de crecimiento potencial y bienestar en la región. También contribuiría desde luego a garantizar la viabilidad de las instituciones comunitarias, empezando por la propia moneda única, hoy amenazada.
Sin crecimiento no hay vida | Economía | EL PAÍS
[4]
RAFAEL BENGOA |Consejero de Sanidad del Gobierno vasco
“Con copago, en tres años volverá la deuda y Bruselas pedirá más”
Recién llegado de Copenhague, y con la resaca de Bruselas, donde Euskadi ha sido reconocida como zona referente en innovación sanitaria por la Comisión Europea, aún en la mente, Rafael Bengoa prácticamente ni espera a encender la grabadora para desgranar imparable una multitud de iniciativas que supondrían “más ahorro y complacerían más a Europa que el copago” al que apunta el Gobierno central.
Pregunta. ¿La sanidad vasca está afrontando la crisis mejor que el resto de España?
Respuesta. En términos de gestión, sí. Tenemos un plan de gestión organizado y no andamos improvisando, sabemos qué queremos hacer en farmacia, en recursos humanos, y tenemos un plan a medio plazo, el de crónicos. Son dos agendas abiertas para enfrentarnos al peor escenario económico de los últimos 35 años en sanidad. En términos económicos no me atrevo a decir porque no sabemos quién tiene qué en los cajones. Nosotros no tenemos nada. No participamos en los 15.000 millones de deuda sanitaria española.
P. ¿Siente que Euskadi podría cargar con las consecuencias de un gasto desbocado de la sanidad de otras comunidades?
R. Yo quiero tener un discurso más constructivo. No tenemos deuda, pero asumimos con cierta solidaridad que tenemos que encontrar una solución conjunta con el resto. Este asunto se está politizando en exceso esta semana. No creo que el Gobierno central esté desmantelando la sociedad del bienestar porque esté buscando una solución a la financiación de la sanidad. Pero, aunque no se esté desmantelando, a lo que se apunta, porque el próximo miércoles nos reunimos y aún no tenemos información, no es la solución.
P. ¿Mantiene su no a todos los tipos de copago y en todo momento?
R. Sí. Introducir un copago no nos va a sacar del problema común. En países donde está implantado no es una fuente importante de financiación y los estudios son ambiguos sobre su poder como frenador del uso de los servicios sanitarios. El uso racional no va a provenir del pago, sino de la creación de pacientes activos. Y no creo que el copago vaya a calmar las cosas. Con un copago, dentro de tres o cuatro años tendremos otra vez una deuda de 15.000 millones y Bruselas nos pedirá más, ya lo ha hecho en el ámbito económico. Todo porque el problema es mucho más complejo: hay mucha demanda, mucha tecnología, muchos medicamentos caros, una demografía envejecida…
P. ¿Es el copago un castigo a crónicos y polimedicados?
R. Sí. Con el copago es posible que perdamos a una serie de enfermos que se verían afectados por él y que luego van a aparecer en urgencias y van a costar diez veces más caros. Los ricos no van a ir a la privada cuando se compliquen las cosas. Puede ser contraproducente porque tenemos un país de crónicos.
P. ¿Hay alternativas?
R. Me gustaría que el miércoles se nos escuchara lo que proponemos. La intervención tendría que hacerse atacando rápido el tema de los pacientes polimedicados y hay más margen de maniobra con los medicamentos genéricos en España porque aún está lejos del 50% de prescripción de genéricos de otros países. También hay que exigir más productividad al sector, nosotros hacemos más cosas dentro y contratamos menos al sector privado. Debiéramos aceptar la medida que sugiere Madrid de trabajar 37,5 horas. Además, habría que desinvertir en cosas que no aportan valor clínico. La población cree que todo lo que se hace aporta valor clínico, pero algunas cosas que se están haciendo no tienen evidencia clínica.
P. ¿Por ejemplo?
R. Se sabe que el stent a nivel cardíaco salva a mucha gente todos los días. Pero, aplicado al cerebro cuando se infarta, está produciendo más mortalidad que supervivencia. Además, se están prescribiendo antibióticos de una forma absolutamente exagerada en España. Hay que acotar en qué condiciones se prescriben y, en el resto, no pagarlos. Para esto es necesaria una red de evaluación que sugiera al consejo interterritorial en qué desinvertir. Eso no es un recorte de prestaciones, no hablamos de desinvertir, por ejemplo, en trasplantes renales.
P. ¿Hay muchos casos de procedimientos sin valor clínico?
R. Cada día más y más. Entran de forma desorganizada y se convierten en prestaciones. La medicina, en ocasiones, ha avanzado por estas cosas, pero ahora hay que racionalizar.
P. Cataluña plantea cobrar diez euros por día en el hospital.
R. Pero hay que hacer otras cosas. Vengo de Dinamarca, que está fusionando hospitales, como nosotros en Vitoria. Hay demasiada estructura, pero necesitamos mayor calidad, que también supone ahorro. Eso convencería a Bruselas. Es igual que las fusiones de las cajas. Los mercados exigen escala y volumen, no quieren cositas sueltas. No necesitamos tantos centros con cirugía cardiaca. Si nos olvidamos de las fronteras de España, algo que hemos defendido con el problema con La Rioja, compartiendo pacientes es posible que solo necesitaríamos cinco o seis centros que hagan en serio cirugía cardiaca.
P. ¿Lo entendería alguien de Bilbao que tiene que ser operado en Sevilla?
R. La sociedad tiene que saber que si va a necesitar un trasplante, va a preferir ir a un hospital que ha hecho 1.000 que a uno que ha hecho 20. Son procedimientos agudos, puntuales. Lo que tenemos que tener cerca es la continuidad de cuidados.
P. El mayor margen para el recorte está en los salarios.
R. No los habrá. Lo que hay que hacer es introducir incentivos, lo ha propuesto Valencia y es interesante. Los que hacen más y mejor ganan más. Es razonar en términos de meritocracia y no de burocracia.
P. ¿Cómo se logra reducir la demanda sanitaria?
R. Creando un paciente activo digital. El sanitario es el único sector que no ha entrado en la era digital. Sabemos que el 25% de los pacientes se readmiten en 30 días después de haber sido dados de alta. Es muchísimo. Hay que formarlos, hacer un seguimiento con telemedicina y detectar por medio de la estratificación de la población a las personas con más riesgo para controlarlas. Con la receta electrónica evitaremos el 15% de interacciones medicamentosas y con la historia clínica unificada se evitará la repetición de pruebas en primaria y especializada. Un reciente ensayo de Inglaterra con 6.000 personas apunta que con el paciente digital se reduce un 15% las visitas a urgencias, un 14% a la especializada y cae la mortalidad. Si al paciente le damos apoyo, vendrá menos. Así no van a reaparecer los 15.000 millones de deuda.
P. ¿Cómo lo financiarán?
R. La tecnología la pagarán el paciente y la sanidad. Es lo que está pasando en Europa y aquí también, con la telealarma.
P. Pero la telealarma es del sistema de servicios sociales que siempre ha tenido copago, al contrario que el sanitario...
R. Es posible que haya una coparticipación. Nosotros vamos a financiar pero animaremos a la industria a que fabrique a escala con precios asequibles.
P. ¿Es necesario aumentar la presión fiscal?
R. Sí. Los países que nos presionan pagan más impuestos y aportan más a la sanidad.
“Con copago, en tres años volverá la deuda y Bruselas pedirá más” | País Vasco | EL PAÍS
el dispreciau dice: los argentinos sabemos un rato de atropellos y mentiras internacionales... argumentos de organismos vacíos de capacidades y viciados de nulidades traducidas en recetas falaces... lo que los intereses y las inciertas conveniencias hicieron con esta tierra bendencida por el Señor es un delito de lesa humanidad, desde luego un delito que cursó con el pleno acuerdo de una clase política "infame". Aquellas recetas que exterminaron destinos y esperanzas en más del cincuenta por ciento de nuestra sociedad, ahora reaparecen agiornados para arrasar Grecia, España, Portugal, y otros, siempre esgrimiendo "razones" que carecen de razón alguna... claro está, siempre hay culpas, siempre hay culpables, siempre hay brujas y siempre hay cacería de ellas (brujas)... que se acondicionan a las conveniencias de corporaciones bancarias y sus socios políticos, siempre solidarizados con economistas que desconocen las variables elementales de las matemáticas y sus geometrías euclidianas. De la Argentina potencial y con valores ciertos no quedó NADA... entre las dictaduras militares y su invasión sistemática al mundo de las ideas y las mentidas democracias violatorias de los derechos ciudadanos, se encargaron de "regalar" la patria a cambio de otra NADA, gracias a auto-deudas fabricadas por familias patricias necesitadas de poder y nostálgicas de bienestares excesivos gestados en los vientres de mucamas indefensas... es curioso ver cómo se pretende hacer lo propio con países destacados de la Europa Medieval... y entonces los españoles dejan de ser "personas" para convertirse en esclavos de las conveniencias de Bruselas... una Bruselas que no pasa de la condición de "repollito" de futuros hipotecados. Europa equivocó su camino a comienzos del siglo pasado y hoy, cien años después (aclaro para que no queden dudas), insiste con una fórmula que está errada en su diseño algebraico... sirve para pocos y no mucho más que eso. Claro está, la Argentina de hoy padece las consecuencias de su década infame (la de la entrega implacable)... donde intereses europeos mucho tuvieron que ver con la degradación consecuente con las conveniencias de sectores empresarios negligentes. Hoy, hoy mismo, España padece la misma receta que sometió a los mortales de Argentina... la misma que está consumiendo a Grecia... la misma que... desastroza visión de un mundo humano en decadencia. Abril 15, 2012.-
Pregunta. ¿La sanidad vasca está afrontando la crisis mejor que el resto de España?
Respuesta. En términos de gestión, sí. Tenemos un plan de gestión organizado y no andamos improvisando, sabemos qué queremos hacer en farmacia, en recursos humanos, y tenemos un plan a medio plazo, el de crónicos. Son dos agendas abiertas para enfrentarnos al peor escenario económico de los últimos 35 años en sanidad. En términos económicos no me atrevo a decir porque no sabemos quién tiene qué en los cajones. Nosotros no tenemos nada. No participamos en los 15.000 millones de deuda sanitaria española.
P. ¿Siente que Euskadi podría cargar con las consecuencias de un gasto desbocado de la sanidad de otras comunidades?
R. Yo quiero tener un discurso más constructivo. No tenemos deuda, pero asumimos con cierta solidaridad que tenemos que encontrar una solución conjunta con el resto. Este asunto se está politizando en exceso esta semana. No creo que el Gobierno central esté desmantelando la sociedad del bienestar porque esté buscando una solución a la financiación de la sanidad. Pero, aunque no se esté desmantelando, a lo que se apunta, porque el próximo miércoles nos reunimos y aún no tenemos información, no es la solución.
P. ¿Mantiene su no a todos los tipos de copago y en todo momento?
R. Sí. Introducir un copago no nos va a sacar del problema común. En países donde está implantado no es una fuente importante de financiación y los estudios son ambiguos sobre su poder como frenador del uso de los servicios sanitarios. El uso racional no va a provenir del pago, sino de la creación de pacientes activos. Y no creo que el copago vaya a calmar las cosas. Con un copago, dentro de tres o cuatro años tendremos otra vez una deuda de 15.000 millones y Bruselas nos pedirá más, ya lo ha hecho en el ámbito económico. Todo porque el problema es mucho más complejo: hay mucha demanda, mucha tecnología, muchos medicamentos caros, una demografía envejecida…
P. ¿Es el copago un castigo a crónicos y polimedicados?
R. Sí. Con el copago es posible que perdamos a una serie de enfermos que se verían afectados por él y que luego van a aparecer en urgencias y van a costar diez veces más caros. Los ricos no van a ir a la privada cuando se compliquen las cosas. Puede ser contraproducente porque tenemos un país de crónicos.
P. ¿Hay alternativas?
R. Me gustaría que el miércoles se nos escuchara lo que proponemos. La intervención tendría que hacerse atacando rápido el tema de los pacientes polimedicados y hay más margen de maniobra con los medicamentos genéricos en España porque aún está lejos del 50% de prescripción de genéricos de otros países. También hay que exigir más productividad al sector, nosotros hacemos más cosas dentro y contratamos menos al sector privado. Debiéramos aceptar la medida que sugiere Madrid de trabajar 37,5 horas. Además, habría que desinvertir en cosas que no aportan valor clínico. La población cree que todo lo que se hace aporta valor clínico, pero algunas cosas que se están haciendo no tienen evidencia clínica.
P. ¿Por ejemplo?
R. Se sabe que el stent a nivel cardíaco salva a mucha gente todos los días. Pero, aplicado al cerebro cuando se infarta, está produciendo más mortalidad que supervivencia. Además, se están prescribiendo antibióticos de una forma absolutamente exagerada en España. Hay que acotar en qué condiciones se prescriben y, en el resto, no pagarlos. Para esto es necesaria una red de evaluación que sugiera al consejo interterritorial en qué desinvertir. Eso no es un recorte de prestaciones, no hablamos de desinvertir, por ejemplo, en trasplantes renales.
P. ¿Hay muchos casos de procedimientos sin valor clínico?
R. Cada día más y más. Entran de forma desorganizada y se convierten en prestaciones. La medicina, en ocasiones, ha avanzado por estas cosas, pero ahora hay que racionalizar.
P. Cataluña plantea cobrar diez euros por día en el hospital.
R. Pero hay que hacer otras cosas. Vengo de Dinamarca, que está fusionando hospitales, como nosotros en Vitoria. Hay demasiada estructura, pero necesitamos mayor calidad, que también supone ahorro. Eso convencería a Bruselas. Es igual que las fusiones de las cajas. Los mercados exigen escala y volumen, no quieren cositas sueltas. No necesitamos tantos centros con cirugía cardiaca. Si nos olvidamos de las fronteras de España, algo que hemos defendido con el problema con La Rioja, compartiendo pacientes es posible que solo necesitaríamos cinco o seis centros que hagan en serio cirugía cardiaca.
P. ¿Lo entendería alguien de Bilbao que tiene que ser operado en Sevilla?
R. La sociedad tiene que saber que si va a necesitar un trasplante, va a preferir ir a un hospital que ha hecho 1.000 que a uno que ha hecho 20. Son procedimientos agudos, puntuales. Lo que tenemos que tener cerca es la continuidad de cuidados.
P. El mayor margen para el recorte está en los salarios.
R. No los habrá. Lo que hay que hacer es introducir incentivos, lo ha propuesto Valencia y es interesante. Los que hacen más y mejor ganan más. Es razonar en términos de meritocracia y no de burocracia.
P. ¿Cómo se logra reducir la demanda sanitaria?
R. Creando un paciente activo digital. El sanitario es el único sector que no ha entrado en la era digital. Sabemos que el 25% de los pacientes se readmiten en 30 días después de haber sido dados de alta. Es muchísimo. Hay que formarlos, hacer un seguimiento con telemedicina y detectar por medio de la estratificación de la población a las personas con más riesgo para controlarlas. Con la receta electrónica evitaremos el 15% de interacciones medicamentosas y con la historia clínica unificada se evitará la repetición de pruebas en primaria y especializada. Un reciente ensayo de Inglaterra con 6.000 personas apunta que con el paciente digital se reduce un 15% las visitas a urgencias, un 14% a la especializada y cae la mortalidad. Si al paciente le damos apoyo, vendrá menos. Así no van a reaparecer los 15.000 millones de deuda.
P. ¿Cómo lo financiarán?
R. La tecnología la pagarán el paciente y la sanidad. Es lo que está pasando en Europa y aquí también, con la telealarma.
P. Pero la telealarma es del sistema de servicios sociales que siempre ha tenido copago, al contrario que el sanitario...
R. Es posible que haya una coparticipación. Nosotros vamos a financiar pero animaremos a la industria a que fabrique a escala con precios asequibles.
P. ¿Es necesario aumentar la presión fiscal?
R. Sí. Los países que nos presionan pagan más impuestos y aportan más a la sanidad.
“Con copago, en tres años volverá la deuda y Bruselas pedirá más” | País Vasco | EL PAÍS
el dispreciau dice: los argentinos sabemos un rato de atropellos y mentiras internacionales... argumentos de organismos vacíos de capacidades y viciados de nulidades traducidas en recetas falaces... lo que los intereses y las inciertas conveniencias hicieron con esta tierra bendencida por el Señor es un delito de lesa humanidad, desde luego un delito que cursó con el pleno acuerdo de una clase política "infame". Aquellas recetas que exterminaron destinos y esperanzas en más del cincuenta por ciento de nuestra sociedad, ahora reaparecen agiornados para arrasar Grecia, España, Portugal, y otros, siempre esgrimiendo "razones" que carecen de razón alguna... claro está, siempre hay culpas, siempre hay culpables, siempre hay brujas y siempre hay cacería de ellas (brujas)... que se acondicionan a las conveniencias de corporaciones bancarias y sus socios políticos, siempre solidarizados con economistas que desconocen las variables elementales de las matemáticas y sus geometrías euclidianas. De la Argentina potencial y con valores ciertos no quedó NADA... entre las dictaduras militares y su invasión sistemática al mundo de las ideas y las mentidas democracias violatorias de los derechos ciudadanos, se encargaron de "regalar" la patria a cambio de otra NADA, gracias a auto-deudas fabricadas por familias patricias necesitadas de poder y nostálgicas de bienestares excesivos gestados en los vientres de mucamas indefensas... es curioso ver cómo se pretende hacer lo propio con países destacados de la Europa Medieval... y entonces los españoles dejan de ser "personas" para convertirse en esclavos de las conveniencias de Bruselas... una Bruselas que no pasa de la condición de "repollito" de futuros hipotecados. Europa equivocó su camino a comienzos del siglo pasado y hoy, cien años después (aclaro para que no queden dudas), insiste con una fórmula que está errada en su diseño algebraico... sirve para pocos y no mucho más que eso. Claro está, la Argentina de hoy padece las consecuencias de su década infame (la de la entrega implacable)... donde intereses europeos mucho tuvieron que ver con la degradación consecuente con las conveniencias de sectores empresarios negligentes. Hoy, hoy mismo, España padece la misma receta que sometió a los mortales de Argentina... la misma que está consumiendo a Grecia... la misma que... desastroza visión de un mundo humano en decadencia. Abril 15, 2012.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario