lunes, 27 de agosto de 2018

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Columnistas

A este lado de la frontera

Autor: Alfonso Monsalve Solórzano


26 agosto de 2018 - 12:03 AM


Es una crisis que no es de ahora. El señor Santos pudo haber tomado las medidas necesarias para amainarla, pero no lo hizo porque Maduro era indispensable para sus planes con las Farc





Medellín



La avalancha de venezolanos es incontenible, agudizada por las últimas medidas económicas tomadas por la pandilla de Maduro, como la eliminación de cinco ceros a su moneda, llamada ahora Bolívar Soberano, anclada la cripto moneda Petro, cuyo valor es 60 dólares, y un aumento del salario mínimo de poco menos de un dólar, a 34, unos 100.000 pesos colombianos mensuales. Habrá, además, una continua alza en los combustibles, que allí valen menos que el agua. A simple vista, estas serían medidas sensatas, pero la inflación de 1.000.000% al año, aumentará aún más con el alza del salario, y la congelación de los precios terminará con el poco aparato productivo que todavía queda en ese país. Ah, y cómo no. Todo este caos es utilizado para afianzar la servidumbre del pueblo a la narcodictadura: quienes posean el “carnet de la patria”, no sufrirán el alza del combustible.
Según cifras de expertos, en el mes de agosto habrá más de un millón de venezolanos en nuestro país, la mayoría de ellos, para quedarse, y otros, en tránsito, en bus y a pie, para Ecuador, Perú y Chile. Es gente que está buscando refugio, como sea -las historias de muchos de ellos son dramáticas y conmovedoras, como las centenares de madres gestantes que vienen a dar a luz o las personas con enfermedades catastróficas que buscan atención aquí, o las familias enteras que caminan desde Norte de Santander hasta el Puente Rumichaca- a la que hay que proteger por razones humanitarias y de solidaridad.
Es una crisis que no es de ahora. El señor Santos pudo haber tomado las medidas necesarias para amainarla, pero no lo hizo porque Maduro era indispensable para sus planes con las Farc. Ahora le toca al presidente Duque -y a todos los colombianos- enfrentar este éxodo incontrolado, al que hay que ponerle orden y afrontarlo con la comunidad de naciones; en primer lugar, las vecinas. Ya se trabaja en ese campo y Estados Unidos ha dado señales de querer cooperar, entre otras cosas, porque muchos de esos venezolanos, decididos a todo, tomarán el camino de Centro América, para llegar a ese país, desde el Urabá, como ya lo hacen miles de personas provenientes de Asia y África.

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Pero con todo y la cooperación internacional, las consecuencias para nuestro país son ya graves. Y no sólo en el aspecto económico, pues no estamos en capacidad generar el empleo suficiente para ofrecerles una vida digna. Tampoco, cubrir sus necesidades sociales, pues no tenemos recursos para atender a tantos venezolanos en sus requerimientos vitales; ni estamos suficientemente preparados para afrontar posibles problemas de salud pública, como epidemias. Además, tenemos que enfrentar los problemas de delincuencia que indefectiblemente este flujo está trayendo, no sólo en las áreas urbanas, sino también en las zonas rurales, donde muchos se convierten en miembros de las disidencias, guerrillas y bandas que asolan Colombia.
A esto hay que sumarle lo que la dictadura venezolana en su desesperación puede intentar contra Colombia. No es para nada descartable una agresión armada a gran escala, como lo han venido pregonando algunos dirigentes “bolivarianos”. Los planes existen y ya comenzaron, otra vez, a volar helicópteros venezolanos en nuestro territorio y a desembarcar tropas, a manera de provocación. Esto es algo que puede escalar. La posición del presidente Duque, al señalar que la cuestión venezolana sólo se solucionará con la caída de la dictadura y la restauración de la democracia allá, y que trabajará con otros presidentes en esa dirección, es totalmente correcta.
Ahora bien, ha sido absolutamente prudente. Se ha manifestado por una salida pacífica. Pero la vieja estrategia del enemigo externo para tratar de unificar a un pueblo ronda por las cabezas calenturientas de la dirigencia venezolana y la situación la pintan calva. Maduro y su banda saben que en la frontera occidental ya no tienen un aliado y harán todo para desestabilizar nuestro gobierno, incluyendo el posible uso de la fuerza armada masiva y la utilización de grupos guerrilleros afines involucrados y socios en el narcotráfico, como quintas columnas. No en vano está unidos en el negocio y ese país ha sido siempre su base estratégica. Ahora, en una situación de crisis, su papel contra la economía y la seguridad colombianas, eventualmente podrían ser parte de la estrategia de la dictadura para golpearnos.

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La amenaza militar de ese país y de grupos colombianos al servicio del madurismo no pueden ser subestimados. Estoy seguro de que no lo serán. Pero el grado de debilitamiento de la capacidad de combate de nuestras Fuerzas Armadas durante el gobierno de Santos es algo que debe preocupar. La reconfiguración de las alianzas políticas y militares internacionales y el uso de la diplomacia, especialmente de la OEA es indispensable. Nadie cuerdo, a este lado de la frontera, quiere una confrontación militar con Venezuela. Pero hay que estar preparados, por si la dictadura narcobolivariana piensa desatarla.



 

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