Salvini y Orbán se alían en un frente antinmigración
“Salvini es mi héroe”, ha dicho el presidente húngaro sobre el ministro italiano, al que ve como un “compañero de destino”
Roma
El ministro del Interior de Italia, Matteo Salvini, y el presidente de Hungría, Viktor Orban, este martes en Milán. FOTO: MARCO BERTORELLO (AFP) | VÍDEO: ATLAS
Dos estandartes del populismo europeo, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, y el ministro del Interior y líder de la ultraderechista Liga, Matteo Salvini, se han reunido este martes en Milán para unir posturas antinmigración. Era una reunión meramente política, no institucional, y de ahí que se intentara dejar fuera al Movimiento 5 Estrellas, socio de Gobierno de la Liga. Pero la sede elegida para el encuentro fue la prefectura de Milán, una sede institucional, y en la posterior rueda de prensa se presentaron ante sus respectivas banderas con un recado común: reducir el peso de Bruselas y blindar las fronteras europeas. Y con un eslogan compartido: “Se puede frenar la inmigración”. Con esta afinidad sentaron las bases de lo que quieren que sea una alianza antinmigración. “Será el primero de muchos encuentros”, concluyó Salvini.
Se trata de un acercamiento singular, casi contradictorio si se tiene en cuenta que Salvini se centra en exigir al resto de países de la Unión Europea que asuman sus responsabilidades en materia migratoria y den un paso al frente para alcanzar un acuerdo estable sobre reparto de inmigrantes. Orbán, en cambio, basa su política en la negativa absoluta a recibir a un solo inmigrante en su territorio. “Hungría ha demostrado que la inmigración se puede detener. Antes decían todos que era imposible tanto en el plano jurídico como físico”, lanzó triunfalista Orbán. Salvini asintió: “Respetamos el absoluto derecho de Hungría a defender sus fronteras. Nuestro objetivo compartido es la protección de las fronteras externas”. “Aquí empieza un recorrido para cambiar Europa”, advirtió.
Sin embargo, la cita llega después de un desencuentro diplomático entre Italia y Hungría a causa de la gestión del caso Diciotti, el barco que estuvo bloqueado en el puerto de Catania durante cinco días con más de 150 inmigrantes a bordo a los que Salvini se negó a dejar pisar suelo italiano.
El ministro italiano de Asuntos Exteriores, Enzo Moavero Milanesi, mantuvo varios encuentros bilaterales para repartir a los inmigrantes de la patrullera italiana entre otros socios europeos. Budapest rechazó frontalmente la petición de acoger a una parte. El ministro de Exteriores húngaro, Peter Szijjarto, habló la víspera del encuentro de Milán de “puntos de convergencia” donde casi todos veían lo contrario. Su homólogo italiano no escondió las discrepancias entre los dos países ante la negativa de Hungría a acoger a inmigrantes del Diciotti.
Ello, por otro lado, también es una nueva evidencia de los puntos de fricción del Gobierno de coalición de la Liga y el Movimiento 5 Estrellas. Mientras, el titular de Exteriores húngaro coqueteaba con la idea de arrastrar a Italia hacia una especie de fortaleza europea blindada para reducir a cero las llegadas.
La sintonía entre Salvini y Orbán fue evidente durante el encuentro, con elogios mutuos y hablando el uno del otro en clave heroica. “Salvini es mi héroe”, dijo Orbán. El mandatario húngaro ve en el italiano a un “compañero de destino” y a un líder de opinión en Hungría. “Si Salvini se presentara a las próximas elecciones allí, las ganaría”. Para el líder de la Liga, el populista Orbán es “un modelo a seguir”.
Al presidente húngaro le gusta la mano férrea de Salvini: “Demuestra que la inmigración se puede frenar también en el mar y nadie había llegado a este punto, él es el primero. De su éxito depende la seguridad de Europa”. Le pide que “no dé un paso atrás”. También le ofrece “toda la ayuda posible” aunque no especificó de qué manera. A Salvini le gusta mirarse en el espejo húngaro, “un país que demuestra que se puede crecer no recortando y sacrificando sino invirtiendo”. A ambos les une además una animadversión común hacia Bruselas.
Europeas de 2019
Aunque no era el objetivo central de la reunión, también sobrevoló la idea de fijar posiciones comunes de cara a las elecciones europeas de 2019. Salvini ya anunció a primeros de julio su intención de unificar a los nacionalistas europeosbajo un mismo paraguas, una especie de Liga de Ligas europea. Quiere aprovechar la tensión interna —después de la aprobación de las nuevas leyes antinmigración húngaras— en el Partido Popular Europeo, en el que Orbán comparte bancada con la CDU de Angela Merkel, Forza Italia de Silvio Berlusconi y el PP español.
Por eso Orbán avanza convencido hacia Italia, seguro de no tener nada que perder y mucho que sembrar con su encuentro con Salvini. “Queremos cambiar muchas cosas; una nueva Comisión y un nuevo Parlamento Europeo: dos entidades que se pronuncien para defender fronteras con mano dura. Las alianzas que haya se verán después de las elecciones. Queremos conseguir el mayor numero de simpatizantes para agruparlos y dar un giro en Europa”, dijo el húngaro. “Estamos trabajando en el mismo campo para excluir a las izquierdas y a los socialistas, llevar al centro las identidades que representamos y unir energías diversas con un objetivo común”, deslizó Salvini.
Para Bruselas, el encuentro de ayer no es tranquilizador y evidencia un problema apremiante: cómo hacer frente a las amenazas de la extrema derecha en las elecciones europeas de primavera, cuando se están empezando a sentar las bases de un nuevo movimiento que se mueve en la misma dirección. Una suerte de Internacional populista, como lo definen algunos analistas, con tintes nacionalistas.
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