Irinea Buendía recuerda como si fuese ayer el último día en que vio a su hija, Mariana Lima. Su hija había tomado la decisión de dejar a un marido que la maltrataba. "’Voy a denunciarlo... Sé que no le harán nada. Siempre ha dicho que no puedo hacerle nada porque es policía; pero quiero sentar un precedente jurídico’", dijo Mariana.
Cada mañana, la rohinyá Afia* pone su balde en la fila para que se lo llenen de agua los trabajadores humanitarios de uno de los campamentos de refugiados de Bangladesh, pero el sistema no siempre funciona bien.
Conscientes del largo camino por andar, activistas califican de urgente la atención a los agresores varones en Cuba como parte del enfrentamiento de la violencia de género, que prioriza el apoyo a las mujeres víctimas con lentos aunque sostenidos avances.
Mariam Akhtar*, de 23 años, busca desesperadamente a su hija menor desde hace dos semanas, cuando llegó a esta sureña ciudad en la costa de Bangladesh, procedente del vecino Myanmar (Birmania).
Sally Mboumien todavía recuerda vívidamente el día en que apretó una piedra ardiente contra su pecho. En Bawok, una comunidad del oeste de Camerún, donde se crió, es una práctica habitual aplanar los incipientes pechos de las niñas con una plancha o un martillo calentados con carbón encendido.
Fue una jugada inesperada de un grupo de mujeres en la Cámara de Diputados de Argentina. A la una de la madrugada, durante una larga sesión, reclamaron la aprobación de un estancado proyecto de paridad de género en la representación política. Hubo resistencias y discusiones, pero una hora después, la iniciativa se convertía en ley por amplísima mayoría.
La ONU lucha y pierde la batalla contra el abuso y la explotación sexual generalizadas y continuas de efectivos de las fuerzas de paz y funcionarios civiles, con muy pocos procesamientos debido a enormes problemas para perseguir a los abusadores e identificar paternidades.
Amenazas veladas y directas, difamación, criminalización de sus luchas, ataques a su vida privada, destrucción de bienes para el sustento familiar y hasta el asesinato son algunas formas de violencia de género que se extienden por América Latina contra las mujeres defensoras de derechos.
“El mar se traga aldeas, se devora la costa y marchita los cultivos. El realojamiento de personas, los llantos por los seres queridos perdidos, las muertes por hambre y sed; quizá crean que solo afectará a los países pequeños; se equivocan”, señaló Timoci Naulusala, de 12 años y procedente de Fiyi, en un apasionado discurso en la COP23.
Demecia Yat de Xol apenas tenía 28 años cuando fue forzada a la esclavitud sexual por el ejército guatemalteco en la pequeña aldea de Sepur Zarco. El 26 de febrero de 2016, a los 61 años, Doña Demecia se presentó ante el Tribunal de Mayor Riesgo de Guatemala, a la espera de un veredicto. Iba acompañada por otras 10 sobrevivientes, respetuosamente llamadas “las Abuelas de Sepur Zarco”.
Una “arremetida conservadora y fundamentalista” en América Latina contra una alegada “ideología de género” pone en riesgo o está ya derogando avances para las mujeres, entre otros en la lucha contra la violencia hacia ellas, denuncian activistas feministas.
En América Latina y el Caribe hay mujeres que, por ley, en pleno 2017, no pueden heredar tierras, no pueden acceder a ciertos trabajos, como la minería, o no pueden darle su nacionalidad a los hijos e hijas que tengan.
La reacción inicial ante la avalancha de mensajes con la etiqueta #metoo (#yotambién) en todo el mundo ha sido la rabia al constatar la dimensión de los abusos sexuales y la violencia que revelaba. Los millones de personas que se unieron a este “hashtag” nos demostraron lo poco que habían sido escuchadas antes.
“Hace cinco años, cuando comenzamos a hablar de incluir cuestiones de género en las negociaciones climáticas, las delegaciones nos preguntaban: ‘¿por qué?’. Ahora preguntan: ‘¿cómo lo incluimos?’ Ese es el avance que hemos visto desde Doha”, resumió Kalyani Raj.
“Las amenazas llegaron a través de mensajes directos a mi Facebook personal, eran ataques homofóbicos, misóginos, machistas, racistas”, resumió a IPS la periodista Graciela Tiburcio, del portal digital Wayka, que surgió en Perú hace cuatro años, como un medio comunitario independiente sin fines de lucro.
La resolución adoptada por el Consejo de Seguridad de la ONU el 31 de octubre de 2000 y que destaca el papel de las mujeres en el mantenimiento de la paz ha sido considerada histórica y sin precedentes y, sin embargo, prácticamente no se ha implementado.
El dolor y el coraje de más de un millón de personas que publicaron en Twitter #MeToo y #YoTambién los últimos días han llenado las redes sociales de historias personales sobre acoso y agresiones sexuales.
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