lunes, 26 de mayo de 2008

MONUMENTO AL ARGENTINO DESCONOCIDO

Estimada Señora Senadora María Eugenia Estenssoro: Lo expuesto por Usted me lleva a una reflexión: Si la sociedad europea, si la sociedad japonesa, si la sociedad americana, y en general si las sociedades que se vieron involucradas en los conflictos de la segunda guerra mundial no hubiesen mirado hacia adelante, seguirían hoy debatiendo acerca de las razones de unos y otros y todo aquel holocausto innecesario permanecería sin resolverse.
De hecho, las visiones han ido cambiando.
No es lo mismo estar en la trinchera que escuchar la historia contada. Mucho menos leerla. Ni que hablar de recibir los mensajes transmitidos por el cine, digeridos, metabolizados y contados según las interpretaciones individuales.
Alemania, debió indemnizar a muchos familiares y herederos de los afectados por sus acciones (con las que seguramente gran parte de la sociedad alemana no estaba de acuerdo, pero fueron responsables solidarios o al menos así ha quedado estampado en la historia). Hoy, muchos años después de la locura y el genocidio, muchos judíos viven en Alemania tal lo habían hecho sus familiares antes de 1940.
Indudablemente muchas heridas no se han cerrado.
Indudablemente los afectados “desconocidos” [NN] son más, muchísimos más que los reconocidos por la historia. Ninguno de ellos figura en los libros, salvo honrosas excepciones.
Los ARGENTINOS tenemos la singular particularidad de nunca enterrar la historia y de cuestionar hoy cosas que no pueden modificarla, no de fondo, no de forma. Pareciera que no terminamos de comprender que lo que ocurrió hace un segundo ya no se puede borrar y que quedará en cada uno darle la interpretación que ello amerite.
Nuestra historia reciente, la de los setenta debería llamarnos a reflexiones serias y ciertas. A nadie escapa que los afectados fuimos todos, no sólo los guerrilleros, no sólo algunos de sus familiares, no sólo los miembros de las fuerzas armadas. Como en todo conflicto armado, fratricida o no, toda la sociedad sufre consecuencias de alguna índole, haya participado o no.
A nadie escapa tampoco, que los afectados por la estúpida guerra de Malvinas fuimos todos, no sólo los soldados que se chuparon el frío de las trincheras, no sólo sus familias, no sólo algunos miembros sensatos de las fuerzas armadas. La sociedad argentina toda fue atropellada por las consecuencias de una aventura dibujada entre el delirio y el alcohol. Como en todo conflicto armado, la sociedad como unidad cultural ha sufrido las consecuencias, queramos aceptarlo o no.
Desenterrar el espíritu de los odios no es bueno. Darles vida para que tomen entidad y permanezcan en el imaginario colectivo es altamente peligroso. Intentar sostener su latencia es demencial y demuestra una vez más que en ARGENTINA nunca se resuelve nada. Lo que se traduce en que nunca hay mañana porque nunca terminamos con el ayer…
Es curioso que estamos aún hoy discutiendo la importancia del genocidio de los setenta y no nos hallamos sentado a reflexionar seriamente la importancia de haber dejado que la historia, los hechos que ya nadie puede negar, hubiera atropellado a los actores políticos de entonces. Todos se han ido yendo a sus tumbas libres de cargo y culpa cuando en verdad tenían sus espaldas plenas de responsabilidades incumplidas y de negligencias ejercidas.
Curioso es también que quiénes nos instalaron en el desmantelamiento y destrucción del país, la sociedad y sus fuentes culturales durante los noventa, y amaneciendo el tercer milenio, estén sueltos, libres de cargo y culpa, cuando la sociedad toda sabe cuán cargadas están sus espaldas de responsabilidades incumplidas y de negligencias ejercidas y reiteradas hasta el hartazgo.
A esta altura de los acontecimientos, los argentinos de bien, los sacrificados por las circunstancias y por la clase política deberíamos estar erigiendo junto al MONUMENTO A LA BANDERA en ROSARIO, el MONUMENTO al ARGENTINO DESCONOCIDO, ese que aún no hemos descubierto pero que viene penando desde que nació sin que nadie se ocupe de él, sin que nadie le tienda una mano, sin que nadie acepte su existencia, pero al que la clase política usa a su antojo y capricho.
Reitero: MONUMENTO AL ARGENTINO DESCONOCIDO. Ese que ofrece su voto, su intención, pone sobre bandeja de plata su futuro, para luego verse invadido, atropellado, violado, denigrado, olvidado, etc., por aquel que dice representarlo e hipoteca el futuro de la sociedad toda, siempre esgrimiendo un discurso vacío y el DIOS y la PATRIA me lo demanden.
La lista de deudores con la PATRIA es tan grande que la cola se pierde en el horizonte de los derechos civiles y ciudadanos, curiosamente en esa fila la mayoría pertenecen a la clase política que tuvo la oportunidad de dar el ejemplo y sólo se convirtió en modelo de depredación.
Un cordial saludo
CERASALE

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