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Mundo sin hambre pasa también por proteger los alimentos
Controlar la perdida y desperdicio de alimentos es un factor crucial para alcanzar la meta de erradicar el hambre en el mundo. Foto: FAO
- La preocupación sobre la pérdida y el desperdicio de alimentos se ha ido transformando en un foco de atención cada vez más importante cuando se discute de los caminos para eliminar el hambre, que según el último informe de la FAO, ya supera las 690 millones de personas.
La organización internacional con sede en Roma estima que 14 por ciento de los alimentos, valorados en 400 000 millones de dólares al año, se pierden porque se estropean, o se derraman antes de llegar a ser un producto final, o en la etapa de venta al por menor, o cuando los consumidores los descartan, o se eliminan de la venta debido a que el alimento no contiene todas las normas de calidad, o a veces debido a que no se comprende la fecha indicada en el producto o simplemente porque la fecha está vencida.
Por ejemplo, lácteos, carne u otros productos pueden estropearse durante el transporte debido a sistemas de traslado o almacenamiento en frio inadecuados.
Las pérdidas son mayores en los países del Sur en desarrollo, como la región de África Subsahariana con 14 por ciento y Asia meridional y central con 20,7 por ciento, mientras que en los países más desarrollados como Australia y Nueva Zelandia, el promedio de pérdida no supera 5,8 por ciento.
Las principales perdidas a afectan a raíces, tubérculos y cultivos oleaginosos (en 25 por ciento), frutas y hortalizas (en 22 por ciento), productos cárnicos y de origen animal (en 12 por ciento)
El director general de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), Qu Dongyu, recordó la importancia de este tema que “significa desperdiciar los recursos naturales escasos, incrementando los efectos del cambio climático y perdiendo la oportunidad de alimentar a una población creciente en el futuro”, al instar a los sectores público y privado a promover, aprovechar y ampliar las políticas, la innovación y las tecnologías.
El jefe económico de la FAO, Máximo Torero, relacionó este debate a los efectos de la covid-19 que ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de los sistemas alimentarios, “que deben ser más sólidos y resilientes”
Al respecto, recordó que las Naciones Unidas declaró desde este año el 29 de septiembre como el Día Internacional sobre la Concienciación sobre la Pérdida y Desperdicio de Alimentos, lo “que demuestra la dimensión que está tomando este tema neurálgico”.
Le reducción de la pérdida y desperdicio de alimentos puede determinar importantes beneficios, desde una mayor cantidad de alimentos disponibles para los más vulnerables, la reducción de gases de efecto invernadero, la reducción sobre la presión de los recursos hídricos y de la tierra, el crecimiento de la productividad y de la economía.
La innovación tecnológica y operacional, encontrando soluciones para la gestión de la poscosecha, un envasado de alimentos más adecuado, la flexibilización de los reglamentos y normas sobre los requisitos estéticos para las frutas y las hortalizas, políticas gubernamentales destinadas a reducir el despilfarro de alimentos son otras medidas que pueden ayudar a invertir las actuales tendencias.
Igualmente, directrices para redistribuir los excedentes de alimentos inocuos a personas necesitadas a través de banco de alimentos y el establecimientos de nuevas alianzas, incluso fuera del sector alimentario, por ejemplo con los principales actores del ámbito climático.
La reducción del desperdicio de alimentos también tiene un efecto directo en la mejora de los efectos más negativos del cambio climático.
La disminución de la perdida de alimentos en 25 por ciento compensaría el daño ambiental que causaría el futuro uso de la tierra para la agricultura. Ello significaría no tener que destruir más bosques para producir más alimentos, con consecuencias devastadoras para el cambio climático y la biodiversidad.
Los esfuerzos de innovación tecnológica, o de nuevas regulación de las políticas de producción y seguridad alimenticia, o de empaquetamientos en forma más correcta y saludable, comienzan a ocupar más espacio en las agendas de los gobiernos, los parlamentos, las autoridades ciudadanas, el sector privado y de la sociedad civil.
Uno de tantos ejemplos de innovación agrícola que podemos verificar en diferentes partes del mundo, son la aplicación en Kenia y Tanzania de tecnología de enfriamiento de leche mediante energía solar, contribuyendo a evitar la pérdida de leche sin generar la emisión adicional de gases de efecto invernadero. Esa misma tecnología permite ahorrar en Tunez tres millones de litros de agua por año.
Lewrence Haddad, director ejecutivo de la Alianza Mundial para Mejorar la Nutrición (GAIN) recordó que “los alimentos nutritivos son los más perecederos, y por ende los más vulnerables a la perdida. No solo se pierden los alimentos, sino la inocuidad de los mismos y se menoscaba la nutrición”.
Según informes recientes, 3000 millones de personas no pueden permitirse dietas saludables, 13 por ciento de los adultos son obesos y 39 por ciento tienen sobrepeso, mientras que en 2017 se registró en el mundo la muerte de 4,5 millones de personas relacionadas con causas de obesidad.
La nutrición es otro componente del mismo debate. El paso a dietas saludables en todo el mundo ayudaría a controlar el aumento del hambre, al tiempo que propiciaría enormes ahorros.
Se calcula que este giro permitiría compensar casi por completo los costos sanitarios asociados a una alimentación poco saludable, que se estima que alcanzarán 1300 millones de dólares al año en 2030.
Mientras, el costo social de las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con el sector de la alimentación, estimado en 1700 millones de dólares, podría reducirse hasta en tres cuartas partes.
Si bien las soluciones específicas variarán de un país a otro, e incluso dentro de los propios países, las respuestas generales consisten en intervenciones a lo largo de toda la cadena de suministro de alimentos, en el entorno alimentario y en la economía política que conforma las políticas comerciales, de gasto público y de inversión.
El Informe sobre la Seguridad Alimentaria y la Nutrición 2020 (SOFI) sugiere a los gobiernos a incorporar la nutrición en sus enfoques de la agricultura; esforzarse por reducir los factores que aumentan los costos en la producción, el almacenamiento, el transporte, la distribución y la comercialización de alimentos, por ejemplo mediante la reducción de las ineficiencias y de la pérdida y el desperdicio de alimentos; prestar apoyo a los pequeños productores locales para que cultiven y vendan alimentos más nutritivos y garantizar su acceso a los mercados
Igualmente plantea dar prioridad a la nutrición de los niños como la categoría con mayores necesidades (191 millones de niños de menos de cinco años tienen problemas de crecimiento y 38 millones sufren obesidad según datos SOFI 2019).
Por todo ello, es necesario fomentar un cambio de comportamiento a través de la educación y la comunicación; e integrar la nutrición en los sistemas de protección social y las estrategias de inversión a escala nacional.
La comunicación es otra componente que debe ser incluida en este gran esfuerzo de reducción de la perdida de alimentos.
“Combatir la perdida y el desperdicio de alimentos con información precisa y datos objetivos a nivel nacional representa un intento de crear un sistema alimentario que favorezca la salud del planeta y los seres humanos”, señaló Geeta Sethi, jefa de Sistemas Alimentarios del Banco Mundial.
Añadió que “para saber cuáles son las prioridades de las políticas de un país y que inversiones e intervenciones son necesarias en consecuencia, se necesitan buenos datos e informaciones” recordando la plataforma técnica recientemente lanzada por la FAO para la medición y la reducción de las pérdidas y desperdicios de alimentos (SDGS/DATOS).
China, a través de su presidente, Xi Jinping, hizo un contundente llamado en agosto a afrontar el tema de los desperdicios alimenticios que calificó de “vergonzoso” “impactante” y “angustioso” lo que fue seguido con atención por los diferentes sistemas de comunicación de país, sea los principales canales de televisión como las diferentes plataformas de video, anunciando sanciones a quienes estimulen la mala alimentación o la ingesta desproporcionada.
Este tema ha sido materia permanente de reflexión del papa Francisco que ha denunciado los “mecanismos de superficialidad, negligencia y egoísmo” que fomenta la cultura del derroche de los alimentos y ha recordado que en muchos lugares, hermanos nuestros no pueden alimentarse ni sana ni suficientemente mientras que en otros se malgasta y se derrocha sin control, es la paradoja de la abundancia”.
“La familia, la escuela, los medios de comunicación tienen una importante rol en la educación y la sensibilización. Nadie puede quedar al margen de la lucha contra esta cultura que va sofocando a tantas personas, especialmente a los pobres y vulnerables de la sociedad”, agregó el pontífice católico.
Subrayó también que “que si queremos construir un mundo en el que nadie quede excluido, tenemos que plantear un presente que evite radicalmente el despilfarro de comida”, ya que “juntos, sin perder tiempo, aunando recursos e ideas, podremos presentar un estilo de vida que de la importancia que merecen los alimentos”.
RV: EG
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