Columnas, Democracia y Política, Destacados, Economía y comercio, Globalización, Gobernanza mundial, Mundo, Puntos de Vista, Últimas Noticias
Política macroeconómica «populista»
La subsistencia precaria es un sustrato donde prosperan los llamados etnopopulismos que se extienden por diferentes regiones del mundo. Foto: Shutterstock
- El “etnopopulismo” ha surgido y se ha extendido en las últimas décadas en respuesta a las consecuencias mixtas de la globalización neoliberal. Se apropia de la retórica nacionalista para limitados fines étnicos, religiosos, culturales u otros fines comunitarios, típicamente con un rechazo chovinista y patriotero de otros seleccionados como políticamente oportunos.
Políticas de política macroeconómica
La mayoría de los gobiernos electos del mundo suelen depender del apoyo político de coaliciones entre diferentes grupos de interés, incluidas las clases. Por lo tanto, como es de esperar, la mayoría de las plataformas políticas involucran lo que son coaliciones esencialmente populistas, dentro de un partido político o entre varios de esos grupos, que buscan apoyo electoral popular.
La noción de Mancur Olson de “coaliciones distributivas”, es decir, alianzas políticas que cooperan para asegurar demandas compartidas, complementarias y no conflictivas, suponía que tales regímenes populistas normalmente tenían que recaudar suficientes ingresos fiscales para la redistribución en respuesta a demandas y presiones de grupos de interés.
Por lo tanto, los mecanismos fiscales se volvieron centrales para dicha redistribución al determinar no solo las fuentes de ingresos estatales, especialmente los impuestos, sino también los beneficiarios y las consecuencias del gasto público.
El presunto «populismo macroeconómico» en América Latina se ha utilizado para explicar la «década perdida» de los años 80 como resultado de una política fiscal irresponsable. En esta narrativa se ignoran otros factores, como el abuso del «no sistema» después de que el presidente estadounidense Richard Nixon puso fin al sistema de Bretton Woods.
Por lo tanto, se atribuyó al mal manejo macroeconómico, especialmente la indisciplina fiscal, los dilemas de deuda de los países en desarrollo de los años ochenta y los problemas de las economías en transición de los noventa.
Retrospectivamente, los problemas de los estados dirigidos por el partido comunista fueron engañosamente atribuidos tanto a las empresas como a las “restricciones presupuestarias blandas» (RPB) a nivel nacional cuando, de hecho, estas fueron mucho más dominantes durante las problemáticas transiciones de las economías “post-socialistas» de los años noventa.
Lidiar con déficits fiscales
Constreñidos por la falta de voluntad y la incapacidad de recaudar suficientes ingresos fiscales y el deseo de redistribuir a favor de grupos de interés particulares para permanecer en el poder, los gobiernos tienen cuatro opciones para financiar indirectamente los subsidios.
La primera es mantener el control sobre precios particulares, es decir, controles de precios selectivos. Pero los controles sobre los precios de los bienes que no son recursos todavía requieren subsidios presupuestarios a las empresas que producen los bienes y servicios.
Por el contrario, los controles de precios del combustible, la energía y otros recursos básicos pueden redistribuir las rentas de los recursos a los consumidores. Esta opción, solo disponible para países ricos en recursos, contribuye así a la popular historia de la «maldición de los recursos».
Un segundo modo de subsidio, cuando no hay fondos disponibles, es el financiamiento presupuestario inflacionario del gobierno. Se dice que el gobierno causa inflación gastando más allá de sus medios (de ingresos), o sea, el déficit de ingresos fiscales supuestamente causa inflación, es decir, aparentemente «imponiendo un impuesto inflacionario» a todos.
Una tercera opción es el financiamiento de deuda, utilizando préstamos locales o externos. El financiamiento de deuda compra algo de tiempo para mantener los subsidios, pero el servicio de la deuda impone una carga adicional al presupuesto del gobierno para cancelar la deuda con pagos tanto para capital como intereses.
Una cuarta opción ha sido mantener un tipo de cambio sobrevaluado, favoreciendo efectivamente a los consumidores frente a los productores, a los importadores frente a los exportadores y al consumo a costa del ahorro.
El aumento del consumo, asociado con el aumento de las importaciones financiadas por préstamos externos o reservas de divisas, solo puede «patear la pelota» temporalmente, antes de que los problemas de la balanza de pagos vuelvan a aparecer.
Durante mucho tiempo ha existido casi un consenso en que la sobrevaluación persistente del tipo de cambio es perjudicial para el crecimiento económico y la transformación en los países en desarrollo.
Obviamente, la sobrevaluación del tipo de cambio se ve favorecida por los gobiernos que recaudan impuestos en moneda nacional y tienen que pagar la deuda externa en moneda extranjera y los grupos de presión de importación, es decir, los que ganan en casa y gastan en el exterior.
Populismo macroeconómico y presupuestos deficitarios
Parece haber dos formas de abordar las demandas de redistribución populista y garantizar la estabilidad macroeconómica. Primero, eliminando las demandas de redistribución reduciendo las desigualdades, especialmente para mantener el apoyo político a la coalición distributiva gobernante.
En segundo lugar, quienes lideran la coalición distributiva gobernante en el poder pueden redistribuir los ingresos explícitamente a través de subsidios directos, en lugar de indirectamente. También pueden intentar reducir los costos de preservar el apoyo político por otros medios.
La investigación sobre América Latina y países de otras regiones sugiere que las «democracias en transición» son menos efectivas que los regímenes autoritarios o los regímenes democráticos bien establecidos para resistir el populismo macroeconómico.
Por lo tanto, algunas coaliciones distributivas populistas han demostrado ser más estables políticamente y menos derrochadoras que otras.
Contrariamente a la mitología económica imperante, las restricciones fiscales en las economías socialistas eran más duras que en los países en desarrollo y no menos duras que en la mayoría de los países desarrollados. Las RPB en las economías socialistas no eran dominantes, como se suponía ampliamente, sino selectivos, es decir, implicaban la subvención de algunas empresas o industrias a expensas de otras.
Este subsidio selectivo es típicamente parte de la política industrial, ya sea exitosa o no, pero no es una característica intrínseca de las economías socialistas de planificación centralizada ni de las restricciones fiscales.
En muchos países, especialmente en Asia oriental, esos subsidios selectivos, no RPB generalizadas, se han utilizado con éxito para promover industrias orientadas a la exportación y de alta tecnología.
Con la democratización, los grupos de presión pequeños y bien organizados, por ejemplo, por los recursos y los intereses militares, han podido influir en las políticas públicas con mucho más éxito que los consumidores, productores y otros, mucho más numerosos, pero típicamente mal organizados, que constituyen de manera amorfa el interés público.
Los Estados postsocialistas generalmente débiles fueron generalmente incapaces de resistir las presiones de grupos de interés influyentes. Por lo tanto, los subsidios y otras políticas que apoyan tales industrias y empresas socavaron cada vez más las estrictas restricciones fiscales nacionales bajo el socialismo.
El mito de la indisciplina fiscal
Por lo tanto, las RPB a nivel empresarial cada vez más generalizadas generaron financiamiento deficitario, que se asoció con déficits presupuestarios permanentes del gobierno, acumulación de deuda y otros desequilibrios macroeconómicos, lo que resultó en una alta inflación, y a su vez agravó la inestabilidad macroeconómica durante tales transiciones.
La combinación de estados débiles y poderosos grupos de interés en competencia hizo que los gobiernos “patearan la pelota”, acumulando déficits y deudas, “imprimiendo dinero” (financiamiento inflacionario), manteniendo los precios locales de combustibles y energía por debajo de los niveles mundiales y preservando un tipo de cambio sobrevaluado.
El gasto deficitario es solo una posible política macroeconómica «populista». En realidad, esto era poco común en los países socialistas, pero estaba muy difundido en las economías en transición, especialmente en las ex repúblicas soviéticas, y también era común en muchos países en desarrollo, especialmente en América Latina y África subsahariana.
El reciente y continuo ascenso y consolidación de los regímenes etnopopulistas subrayan la necesidad de una comprensión más rigurosa de las bases socioeconómicas de las nuevas coaliciones distributivas, las condiciones que permiten su surgimiento y sustento, así como sus probables consecuencias.
T: MLM
No hay comentarios:
Publicar un comentario