domingo, 7 de junio de 2020

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Mad Men, covid y George Floyd: desigualdades potenciadas

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Mad Men, covid y George Floyd: desigualdades potenciadas

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Una mujer afroamericana entrega una bolsa de asistencia a una sanitaria blanca, en uno de los operativos por la pandemia de covid en la ciudad de Nueva York. Foto: Alcaldía de Nueva York
Una mujer afroamericana entrega una bolsa de asistencia a una sanitaria blanca, en uno de los operativos por la pandemia de covid en la ciudad de Nueva York. Foto: Alcaldía de Nueva York
NUEVA YORK, 3 jun 2020 (IPS) - Este fin de semana, el último de mayo, estuve viendo Mad Men (otra vez). El mundo de los años sesenta es alucinante: lejano e inverosímil en algunas cosas, pero incómodamente familiar y cercano en otras. 
En una escena está una de las pocas creativas de la agencia (Peggy Olsen) hablando sobre los anuncios de un nuevo refresco de dieta para mujeres con su jefe (Don Draper). Ella argumenta que el anuncio no debería estar diseñado en lo que los hombres quieren, sino en lo que las mujeres buscan. Su jefe, exasperado, le dice que las mujeres solo buscan ser lo que los hombres quieren.
Poco después, en una escena diferente, un empresario (Pete Campbell) intenta convencer a los clientes –dueños de una compañía de teles—que su mayor potencial de venta está en la población afroamericana. Ofendidos, los clientes se van y los jefes del empresario lo regañan por sugerir promocionar su producto “blanco” en revistas para negros. Los afroamericanos, le dicen, solo aspiran a tener lo que los blancos tienen.
La autora, Alejandra Ibarra Chaoul. Crédito: Pie de Página
La autora, Alejandra Ibarra Chaoul. Crédito: Pie de Página
El mundo después de la Segunda Guerra Mundial sentó las bases de lo que hoy es un sistema rebasado. Ahí se establecieron los métodos de producción rapaz, el consumo desmedido, ambos contribuyentes al deterioro del medio ambiente. Y también las relaciones de poder inequitativas y desigualdades, dentro de las cuales sobresalen la de género y la de raza.
Regresando al presente, el 25 de mayo, en la ciudad estadounidense de Minneapolis murió un hombre llamado George Floyd. Le quitaron la vida. Se la arrebataron al sofocarle el acceso al aire. Le impidieron seguir viviendo. Es irónico que a Floyd lo hayan asesinado por asfixia.
George Floyd murió asesinado por una persona cuya responsabilidad era protegerlo: un policía. Un servidor público cuya misión es garantizar el orden. Suplicaba, con la voz que le quedaba en hilitos apenas audibles, que lo dejaran respirar.
Hay quienes se sorprenden. ¿Cómo es posible que pasara esto? Pero lo realmente sorprendente es que el asesinato de Floyd parece un déja vù.
En 2014, otro policía blanco asfixió a un hombre negro. Mientras el policía le hacía una llave con el brazo a Eric Garner, empujándolo contra la pared, éste decía –como podía—que no podía respirar. Otro hombre negro asfixiado hasta la muerte por otro policía blanco, pero éste en Nueva York.
Es irónico que a estos hombres negros los hayan asesinado por asfixia. Porque es, precisamente por falta de oxígeno, que muere la mayoría de la gente infectada por coronavirus. “Neumonía por Covid”, leen las actas de defunción. Y los que mueren, en mayor proporción y de manera desmedida, son los afroamericanos como George Floyd y Eric Garner.
Los llamados trabajadores esenciales son quienes tienen que exponerse al contagio de un virus letal para que otros vivan. Lo hacen en sus trabajos que incluyen limpiar, repartir, cuidar a otros. No lo hacen por gusto, sino por necesidad. Los trabajadores esenciales en Estados Unidos, son en su mayoría negros y latinos. Si dejaran de hacer su trabajo no morirían de neumonía por covid, sino de hambre.
Además, son los afroamericanos y latinos quienes tienen menor poder adquisitivo.
Son los que sufren de las enfermedades que complican la covid: diabetes, hipertensión y obesidad. Porque, así como tienen trabajos esenciales por necesidad, también comen la peor comida del país por lo mismo. Porque no es igual el precio de los productos orgánicos en el supermercado de comida sana, como Whole Foods, que una pizza de a dólar en combo con Coca de camino al metro.
Otra población vulnerable en la pandemia es la de las mujeres con parejas abusivas. Porque mientras la cuarentena y el aislamiento deberían de ser guaridas seguras frente al contagio del virus, para muchas mujeres es encerrarse a puerta cerrada con sus agresores y cohabitar con el miedo.
Y respecto a las muertes por asfixia, ésta es una de las expresiones por excelencia de la violencia machista, según la autora feminista Kate Manne. En su libro Down Girl, Manne explica que los hombres violentos comúnmente asfixian a sus parejas porque hacerlo no deja marcas.
Además, en un simbolismo perverso, no solo las agreden al ahorcarlas, sino que las silencian también. Como los policías blancos a los hombres negros, las callan.
El mundo de Mad Men a veces parece lejano. Estados Unidos tuvo a su primer presidente afroamericano durante dos administraciones seguidas y el movimiento feminista tiene, hoy en día, más fuerza y más pluralidad de voces que nunca antes. Pero de repente parece también terriblemente cercano.
Quizá las expresiones o los modos de las desigualdades se han vuelto más sutiles, pero los más expuestos a las muertes por coronavirus siguen siendo los mismos que mueren a manos de policías blancos. Y las mujeres siguen siendo víctimas de violencia doméstica durante la pandemia.
Este artículo fue publicado originalmente por Pie de Página, de la mexicana red de Periodistas de A Pie.
RV: EG
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