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Tugurios, refugiados, terrorismo y (ahora) coronavirus cercan al sur de Asia
En la región, el número de casos reportados fue creciendo a lo largo de marzo, cuando se produjeron también los anuncios de las primeras muertes.
La última semana de marzo se registró el primer caso oficial de la covid-19 cerca de Cox’s Bazar en Bangladesh, donde se concentran más de 850 000 refugiados rohinyá. Mientras, cuatro personas dieron positivo en los barrios marginales tugurizados de Mumbai, lo que acentuó la preocupación del efecto de la pandemia en comunidades hacinadas y en general insalubres.
Los expertos están preocupados de que la pandemia tenga efectos mortales en una región que ya sufre problemas como la violencia comunitaria en India, la crisis de refugiados entre Myanmar (Birmania) y Bangladesh, o el terrorismo y el conflicto en Afganistán.
«Cuando hay una pandemia como la covid-19 que impacta en todo el mundo, incluidos los países con la mejor atención sanitaria, los refugiados rohinyá en los campos de Cox’s Bazar tienen un riesgo mayor», dijo a IPS a modo de ejemplo Saad Hammadi, responsable de campañas de Amnistía Internacional para el sur de Asia.
Además, detalló, en Bangladesh solo hay test de prueba sobre el coronavirus en Daca, la capital.
«Los centros ambulatorios dentro de los campos solo son capaces de brindar atención médica básica, mientras que la pandemia puede requerir servicios de atención médica muy complejos, incluida la ventilación mecánica (respiradores) para algunos pacientes, en particular las personas mayores con afecciones respiratorias preexistentes», agregó.
En cuanto a los barrios marginales en ciudades como como Mumbai, en el oeste de India, con más de 20 millones de personas en su área metropolitana, la densidad de población plantea un «desafío inevitable» en la situación actual, explicó Hammadi.
De hecho, sean barrios pobres y hacinados como los de las grandes urbes como Mumbai, o campos de refugiados de afganos en Pakistán o de los rohinyás birmanos en Bancladesh, se repiten situaciones muy similares, en cuanto a la gran precariedad para afrontar a la covid-19.
«Para estas personas, el distanciamiento social es un lujo de espacio que no tienen», dijo Hammadi.
«Su acceso a la salud, la alimentación, el alojamiento y los servicios más esenciales son, por lo general, los mínimos que puedan brindarse a una persona. Claramente, su vulnerabilidad a tal pandemia es mucho mayor debido a que viven en condiciones de hacinamiento, deficiencia en nutrición y saneamiento e higiene deficientes», planteó el activista de Amnistía.
Louise Donovan, funcionaria de comunicación de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) en un campo bangladesí de Cox’s Bazar, coincidió en que la propia estructura física de estos establecimientos dificulta garantizar el demandado distanciamiento social.
Explicó que se han multiplicado los esfuerzos de comunicación para generar conciencia sobre la pandemia y sobre la manera de evitar la infección, a través de anuncios de radio, videos, carteles y folletos. También se incrementaron medidas de higiene, para garantizar que haya agua y jabón disponibles para todos.
Donovan y Hammadi destacaron la importancia de la comunicación digital en un momento como este, para lograr que ella se propague más velozmente y más adecuadamente.
«Las restricciones de comunicación y de datos móviles en los campos de refugiados rohinyá deberían ser suspendidas», planteó Donovan. «Las intervenciones sanitarias que salvan vidas requieren una comunicación rápida y efectiva», subrayó al criticar esta medida de las autoridades bangladesíes contra los refugiados.
«Lo mejor que puede hacer Bangladesh es quitar de inmediato las restricciones a Internet y las telecomunicaciones en los campamentos y proporcionar a los refugiados información precisa sobre el virus», apuntaló Hammadi.
Terrorismo en Afganistán
Mientras tanto, en Afganistán, el país se está recuperando de varios problemas, como un reciente ataque terrorista que mató a 25 personas en un templo sij y el anuncio por parte de Estados Unidos de un paquete de ayuda de mil millones de dólares, días después.
«Hay varios distritos en Afganistán que están bajo el control directo de los talibanes, donde las personas se ven privadas de servicios básicos, incluida la atención médica, y desconocen la información que se ha ido diseminando respecto a las medidas y precauciones para evitar la propagación de la covid-19 en Afganistán”, dijo a IPS una representante de Amnistía Internacional en el país, Samira Hamidi.
«Si los talibanes no cooperan, al amparo del derecho internacional humanitario, y permiten que los trabajadores de la salud ingresen a estos distritos, la propagación de la covid-19 puede causar daños masivos en sus poblaciones», planteó.
Ante el hecho de que el distanciamiento social es subrayado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los científicos como lo más crucial para contener el actual coronavirus, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, llamó a un alto el fuego mundial en los conflictos armados.
Pero esta importante medida para combatir a covid-19 no ha recibido una respuesta de líderes nacionales o regionales incursos en conflictos sobre si se acogerán al llamado.
Para Hamidi “la falta de un alto el fuego incondicional y la falta de la reducción de la violencia», si se continúa como hasta ahora, van a empeorar la situación de contagio en los muchos territorios donde hay ausencia de paz.
«Si la inseguridad continúa, será imposible que los trabajadores de la salud puedan brindar apoyo inmediato a los pacientes con covid-19», dijo Hamidi, de Amnistía en Afganistán.
A nivel local, las organizaciones de ayuda tratan de realizar su aporte al combate del coronavirus, mientras esperan que los gobiernos eliminen o suspendan las restricciones que perjudican ese combate.
Donovan explicó, por ejemplo, que Acnur ha capacitado a 180 trabajadores comunitarios de salud para crear conciencia sobre el tema en los campamentos de rohinyás en Bangladesh. Ellos a su vez están capacitando al menos a otros 1400 sanitarios comunitarios más que operan en los campos de refugiados.
Para facilitar el aislamiento de las personas infectadas, la agencia tiene 400 camas habilitadas, mientras negocia con el gobierno de disponibles si surge la necesidad, pero han dicho que están trabajando con el gobierno de Daca, para obtener 1500 camas adicionales.
Hammadi, de Amnistía para el sur de Asia, subrayó como crucial que los gobiernos sean transparentes respecto a la información y expansión de la enfermedad.
«La pandemia va a multiplicarse en miles de casos en una región que alberga a casi 600 millones de personas en vulnerabilidad y marginalidad», dijo.
A su juicio son escasas las posibilidades de que la pandemia a corto plazo no afecte a estas poblaciones vulnerables, y los gobiernos tendrán una mejor gestión de la crisis “cuanto mayor transparencia tengan en la información sobre la propagación del virus”.
“La retención de información vital que pueda ayudar a los investigadores y expertos en salud a responder a la crisis de manera más efectiva» será dramática para los pobres que viven en hacinados tugurios, los refugiados que sobreviven en campamentos o los pobladores en zonas en conflicto, insistió el activista.
T: MF
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