La verdadera Polonia
El Gobierno nacionalista polaco está fracturando el país
Grupos de extrema derecha se manifiestan en Varsovia el pasado domingo. SEAN GALLUP GETTY IMAGES
La masiva manifestación protagonizada por la extrema derecha europea en las calles de Varsovia el pasado domingo refleja cómo se está produciendo una confluencia entre los diferentes movimientos nacionalistas de carácter populista que han señalado como su principal enemigo a la Unión Europea. Pero las circunstancias vividas en torno a la convocatoria también muestran como hay un importantísimo sector de la ciudadanía y las instituciones democráticas en Polonia que tienen una clara voluntad de no ceder el espacio público a este discurso que deslegitima el proyecto europeo y los valores de democracia, libertad y progreso que encarna.
Desde 2009 grupos nacionalistas y ultraconservadores polacos llaman a manifestarse en Varsovia para conmemorar que el 11 de noviembre de 1918 —fecha del Armisticio de la Primera Guerra Mundial— marcó el retorno de Polonia al mapa de Europa tras 123 años de partición entre otros Estados. El pasado domingo era un aniversario especial porque se cumplían 100 años del final de la Gran Guerra y formaciones extremistas de Italia, Hungría y Eslovaquia, entre otros países, anunciaron que se sumaban a la marcha. Varsovia iba a convertirse en el escenario de la exaltación de la xenofobia y el rechazo a la integración de Europa.
El Ayuntamiento trató de prohibir la manifestación argumentando el carácter violento de algunos de los participantes. La alcaldesa, Hanna Gronkiewicz-Waltz, advirtió acertadamente: “Varsovia ya ha sufrido bastante en su historia con el nacionalismo agresivo”. Razón no le falta. La capital polaca fue casi completamente destruida por los nazis en su retirada en 1944.
Lo sucedido a continuación muestra la innegable connivencia del Gobierno ultraconservador del partido Ley y Justicia (PiS) con los grupos disgregadores populistas. El Ejecutivo asumió él mismo la convocatoria de la manifestación y negoció con los grupos extremistas una rebaja en el tono de sus consignas. Estos aceptaron el consejo pero no pudieron evitar que mientras se adueñaban de las calles, ciudadanos polacos que portaban banderas nacionales y europeas protestaran contra su presencia en diversos tramos de la manifestación.
La división que el Gobierno polaco hace entre patriotas —los ciudadanos que apoyan sus tesis nacionalistas— y antipatriotas —todos los demás polacos— no solo ha creado una importante fractura en la sociedad polaca sino que además es profundamente falsa. Los hombres y mujeres que el domingo se atrevieron a desafiar a la marea xenófoba enarbolando su bandera y su Constitución democrática son quienes verdaderamente rindieron homenaje a un gran país de Europa que recuperó su independencia hace cien años.
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