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- El sacerdote católico Paulo Diniz, quien puso en marcha el proyecto Parroquia Solar en Sousa, con apoyo del movimiento por energía solar en el estado de Paraiba, en el noreste de Brasil. Así se ahorra los costos de la electricidad convencional y dispone de más recursos para proyectos sociales, además de ser un ejemplo del uso de energía limpia, como promueve la encíclica Laudato Si, del papa Francisco. Crédito: Mario Osava/IPS
- Marlene y Genival Lopes dos Santos, un matrimonio de campesinos, junto a las placas solares de generación compartida, que reducen su cuenta de electricidad luz y las de sus socios urbanos, que viven en las ciudades de Sousa y João Pessoa, capital del estado de Paraiba, distantes 400 kilómetros, en la región del Nordeste de Brasil. Crédito: Mario Osava/IPS
- La vicedirectora Analucia Casimiro y el profesor de ciencias Clemilson Lacerda, al lado del especialista Cesar Nóbrega (a la izquierda), en el patio de la Escuela Dionde Diniz, la primera de enseñanza pública básica en contar con energía solar en Paraba, el nordestino estado más amenazado de desertificación en Brasil. Crédito: Mario Osava/IPS
- El empresario Paulo Gadelha debajo del techo de placas fotovoltaicas que cubre la zona del aparcamiento para camiones de su matadero de aves. Con la energía solar Gadelha redujo a cero los gastos de electricidad en ese matadero, una planta láctea, una tienda y la vivienda de su familia, en el municipio brasileño de Sousa, en el noreste del país. Crédito: Mario Osava/IPS
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Sousa, pequeña capital solar en un Brasil amenazado de aridez
- Sousa, un municipio de 70.000 habitantes en Paraíba, el estado más amenazado de desertificación en Brasil, se convirtió en una capital de la energía solar, con una iglesia católica, variadas empresas, viviendas e incluso un cementerio como generadores.
“Pagábamos cerca de 4.000 reales (1.070 dólares) de electricidad al mes y ese costo bajó a unos 300 reales (80 dólares)”, resumió a IPS el sacerdote católico Paulo Diniz Ferreira, responsable de la ahora apodada “Parroquia Solar”, formalmente inaugurada el 6 de julio, pero en operación desde abril.
Las 142 placas fotovoltaicas instaladas en el techo del Centro Parroquial, que comprende oficinas, auditorios y una cancha cubierta, sirven además a la Iglesia, actualmente en obras de ampliación, una capilla y la residencia de los religiosos.
La capacidad instalada es de 46,1 kilovatios como máximo y se estima la generación mensual de cerca de 6.700 kilovatios/hora.
“Es más que una cuestión energética, se trata de ponerse en sintonía con Laudato Si”, explicó el párroco, refiriéndose a la encíclica ambientalista del Papa Francisco, publicada en 2015, y al deber de la iglesia de ser “referencia y testimonio”.
Con los nuevos recursos, la Parroquia Sant’Ana, como se llama oficialmente la unidad católica de Sousa, podrá ampliar su evangelización y acciones pastorales por los niños, ancianos y encarcelados, acotó.
Su ejemplo se espera que estimule a las otras 60 parroquias que componen la Diócesis con sede en la vecina ciudad de Cajazeiras, dice Cesar Nobrega, coordinador del Comité de Energías Renovables del Semiárido (CERSA), que impulsa el uso de energía solar y otras fuentes alternativas en Sousa, un extenso municipio con 80 por ciento de su población urbana, así como en sus alrededores.
El mismo 6 de julio se inauguró también la primera escuela solar dentro del sistema de la enseñanza básica en Paraíba.
Doce placas fotovoltaicas representarán el ahorro de 350 a 400 kilovatios/hora al mes en los gastos de la Escuela Dione Diniz, de enseñanza primaria y secundaria, en un distrito rural de Sousa, São Gonçalo, área de mayor insolación en Brasil y segunda del mundo, según explicó Nóbrega a IPS.
El objetivo es también “difundir información y debates con profesores, alumnos y la comunidad local sobre el potencial solar en la mitigación del cambio climático”, dijo.
“Lo incluimos en el Proyecto de Intervención Pedagógica de la escuela, que elige un tema para cada bimestre, siendo energía renovable el buque insignia”, informó Clemilson Lacerda, profesor de ciencias en el centro.
“No sabemos aún cuanto ahorraremos en la cuenta de electricidad que alcanzó 1.700 reales (450 dólares) en junio, pero lo invertiremos en mejorar la escuela, el material didáctico y la alimentación de los alumnos”, aseguró a IPS la vicedirectora Analucia Casimiro.
De la pequeña azotea del Hotel Vó Ita se tiene una visión del boom de energía solar en Sousa. El mismo hotel tiene su tejado cubierto de placas fotovoltaicas y del mismo modo dos amplios techos abajo, de una gasolinera y una churrasquería.
Cerca hay galpones industriales, viviendas y tiendas comerciales, como farmacias, venta de automóviles y supermercados, que adhirieron a la nueva fuente energética. Además, existen compañías que consumen mucha energía, como frigoríficos y heladerías.
“Reduje a cero mis gastos con energía”, sostuvo a IPS el joven empresario Paulo Gadelha, socio de un complejo de un matadero de aves, granja, industria de lacticinios y tienda comercial. Genera su propia electricidad con 60 paneles fotovoltaicos que cubren el parqueo de camiones en su matadero.
“En 2014, cuando fundamos el CERSA, no había un solo sistema de energía solar en Sousa, hoy tenemos más de 100 instalados”, destacó el coordinador del Comité que reúne instituciones públicas y privadas, investigadores y colaboradores, con la misión de hacer “que el sol sea asumido como la principal fuente de energía” en la ecorregión del Semiárido brasileño, en el Nordeste brasileño.
Ese activismo, fundamentado en el cambio climático que tiende a agravar las sequías locales, logró movilizar a muchos interesados en universidades, de la sociedad civil y del sector público en seminarios, foros y cursos.
“El CERSA no nació para instalar sistemas de generación, sino para debatir”, fomentar conciencia y estimular políticas públicas, explicó Nóbrega.
Pero en la práctica también actúa como diseminador de plantas solares en dos frentes, una empresarial, otra social.
Su prédica estimuló la creación en 2015 de Ative Energy, la mayor instaladora de sistemas fotovoltaicos de Sousa y ejecutora del proyecto de la Parroquia Solar, idealizado por el CERSA. Hoy la ciudad ya tiene cinco empresas en esa actividad.
“Instalamos 40 sistemas hasta noviembre de 2017, ahora ya son 196. Empleábamos solo cinco trabajadores, ahora son 30, crecimos seis veces en seis meses”, subrayó Frank Araujo, dueño de Ative, cuyas operaciones se extienden a 26 ciudades de cinco estados del Nordeste brasileño.
En Brasil, la generación solar representa solo 0,8 por ciento de la capacidad instalada actual, pero es la que más crece. En los emprendimientos en la construcción ya tiene 8,26 por ciento de participación, según la Agencia Nacional de Energía Eléctrica (ANEEL), órgano regulador del sector.
Danilo Gadelha, uno de los principales empresarios de Sousa, es socio-propietario de Ative y también su principal cliente. La contrató para instalar plantas generadoras solares en las empresas de su conglomerado Vó Ita, que comprende distribuidoras de productos alimentarios y de gas de cocina, industria de aceites vegetales, hotel, una constructora, gasolinera y el cementerio solar.
“Empecé por probar la energía solar como usuario”, antes de ofrecerla como instalador y “pasarme de gran consumidor a emprendedor”, bromeó con IPS. Sus gastos energéticos se acercan al equivalente a 23.500 dólares mensuales.
Ative Energy cuenta con una gran ventaja competitiva. Por disponer de gran capital, financia ella misma las plantas solares que instala, a las menores tasas de interés del mercado.
Así lo hizo con la Parroquia de Sousa, que paga el financiamiento en cuotas mensuales inferiores a la suma ahorrada en la cuenta de electricidad. “Pagaremos todo en tres años y medio”, observó el párroco, porque poco más de un tercio del proyecto se pagó al contado con donaciones.
Como los equipos tienen 25 años de vida útil, la Iglesia tendrá energía gratis por más de 20 años.
Las unidades de energía solar en empresas y grandes residencias son importantes para la campaña de CERSA como demostración de su viabilidad y beneficios económicos y ambientales, reconoció Nóbrega.
Pero la campaña logró atraer también el interés de fondos e instituciones de apoyo a proyectos sociales.
Así nació en 2016 el Proyecto Semiárido Solar, en que se asociaron el CERSA, la Cáritas Brasileña, órgano social del Episcopado católico, y el Foro de Cambio Climático y Justicia, con apoyo financiero de Misereor, el órgano de cooperación al desarrollo de la Iglesia Católica alemana.
Es lo que permitió a la Escuela Dione Diniz ganar su planta solar, financió parte del sistema de la Parroquia Solar y distribuyó aparatos de bombeo de agua y biodigestores en comunidades rurales, además de ofrecer cursos de capacitación de “electricistas solares” en Sousa y municipios cercanos.
Además de facilitar energía barata y limpia, la generación fotovoltaica descentralizada constituye una alternativa económica para el Semiárido brasileño en riesgo de volverse totalmente árido por el cambio climático, advirtió Nóbrega.
Paraíba, en cuyo oeste se ubica Sousa, tiene 93,7 por ciento de su territorio en proceso de desertificación, según el Programa de Combate a la Desertificación y Mitigación de los Efectos de la Sequía de ese nororiental estado brasileño.
Edición: Estrella Gutiérrez
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