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Indígenas yanadis reclaman derecho a la tierra en India
- Encima de un tractor, 36 mujeres de la comunidad yanadi están expectantes, ignorando el calor abrasador del mediodía en Nacharwari Pallem, a tres horas de la ciudad de Chennai, en el sur de India. La emoción se ampara de ellas cuando se detienen frente a un arrozal.
Todas se apiñan para bajarse y hacer fila hasta el arrozal. En sus manos, se puede ver un pequeño papel rosado que tienen con firmeza, es el documento oficial que les otorga la propiedad sobre sus tierras.
Una vez en el arrozal, las mujeres se paran formando un círculo y de modo ritual aplauden y se ríen. Es un momento histórico: después de una vida de lucha, los yanadis finalmente recuperaron sus tierras, las que cultivan desde hace generaciones.
“Hay muchos problemas, pero para mi pueblo, mantenerse unidos, puede ser la mejor forma de superarlos”:Gandala Sriramalu.
Yanadi, un relato de pobreza y opresión
En la actualidad, hay unos tres millones de yanadis en India, dispersos en cuatro distritos del estado de Andhra Pradesh y divididos en cuatro clanes.
Los reddy o “buenos” yanadis siempre trabajaron para los reddy o los ricos de la aldea, mientras los challa yanadis tenían trabajos esclavos, como hurgar, a cambio del cual les pagaban con restos de comida.
Luego, los kappalla yanadi, que pescan y a menudo atrapan ranas, son el tercer clan y, por último, los adavi yanadi, cazadores recolectores en la selva.
Por lo menos 60 por ciento de los yanadis, independientemente del clan, no tienen vivienda propia y viven en chozas precarias. La mayoría trabaja como empleados domésticos o como peones de campo por magros salarios.
Solo 14 por ciento de la comunidad sabe leer y escribir, a pesar de que el promedio en Andhra Pradesh es de 67 por ciento.
Y a pesar de ser una gran comunidad, carecen de representantes en la asamblea nacional. Y solo entre dos y tres por ciento son propietarios de sus tierras.
Gran parte de su situación actual deriva de su estilo de vida semi nómade, explicó Sheikh Basheer, quien encabeza la Asociación para el Desarrollo Rural (ARD, en inglés), una organización que defiende los derechos y el bienestar de los yanadis desde casi 30 años.
Antes vivían en la selva y cerca de pequeños cuerpos de agua, como ríos, arroyos y lagunas, y vivían de la pesca.
Pero a medida que los recursos se secaron, tuvieron que desplazarse y pasar a vivir como jornaleros para sobrevivir.
Cuando comenzaron a trabajar para la gente del pueblo, siguieron viviendo en sus chozas aisladas y, a diferencia de sus vecinos, ellos no eran propietarios ni sedentarios, por lo que quedaron fuera de los acontecimientos del poblado, y se volvieron parias.
Pero lo peor para ese pueblo era su situación de servidumbre, trabajan en condiciones de esclavitud para la élite del pueblo que los emplea y decide sobre su presente y su futuro.
“Las reddys (élites) emplean a toda la familia como una unidad laboral. Eso hace que solo le paguen a una persona, y no en efectivo, sino con alimentos y granos”, mientras toda la familia, incluso los niños, tienen que trabajar duro”, explicó Basheer.
“Y encima de todo, el empleo continuará durante generaciones y la familia no podrá irse hasta que empleador no se lo permita. Esta gente ha vivido en silencio sin conocimiento de sus derechos”, puntualizó Basheer, quien ayudó a liberar a 700 yanadis de la esclavitud.
Sin tierras y explotados
El problema es que los yanadis nunca aprendieron a pensar o a actuar por sí solos, explicó a IPS el líder comunitario Gandala Sriramalu, un adulto mayor que tuvo la suerte de estudiar y ser funcionario público.
Ahora aprovecha las oportunidades que se le presentan para visitar a las comunidades y hacerles conocer sus derechos y las oportunidades que tienen disponibles, como la educación gratuita para sus hijos.
Desde hace dos décadas, el gobierno distribuye documentos de propiedad a los yanadis, pero es extremadamente raro ver a un indígena haciendo uso de esa tierra. En la mayoría de los casos, es su empleador quien goza de ese derecho.
“El patrón los tiene como un títere, cultiva y consume lo que producen. Los yanadis no hablan porque tienen miedo de perder el trabajo o de sufrir una golpiza”, explicó Sriramalu.
En Nacharwari Pallem, cada familia yanadi recibió alrededor de 0,5 hectárea hace unos 20 años, cuando el gobierno se las asignó a través de la Agencia de Desarrollo Tribal Integrada (ITDA, en inglés), especializada en el trabajo con indígenas.
Le llevó cinco años a la ARD convencerlos de que reclamaran sus tierras, en manos de la élite del pueblo, y de tranquilizarlos sobre las posibles consecuencias porque la ley está de su lado.
“Recién el año pasado logramos acceder al terreno”, relató Chinni Hemalatha, de 32 años, cuya familia esperó varios años por su tierra después de haber recibido el documento de propiedad.
“Cuando llueva, en enero, voy a plantar arroz”, dijo sonriente.
Desafíos
El gobierno tiene una serie de programas de bienestar para los yanadis que buscan darles vivienda, educación y empleo, explicó Kamala Kumari, recaudadora de Nellore.
Pero “quedan muchos desafíos”, planteó.
“El más grande es la falta de fondos. El año pasado, tuvimos 6,5 millones de rupias (unos 94.500 dólares), totalmente inadecuado para una población tan grande. Este año, solicité de 2.000 millones de rupias (alrededor de 29 millones), pero tenemos que ver cuánto de hecho se materializa”, explicó.
Los yanadis suelen vivir en grupos aislados y tampoco tienen representantes que puedan hablar en su nombre.
Ayuda mutua
En decenas de pueblos de Nellore, uno de los cuatro distritos en los que los yanadis son mayoría, los indígenas comenzaron a unirse a Yanadai Samakhya, una red creada por Sriramal, con ayuda de la ARD.
Actualmente, hay unos 12.000 miembros en la red, que se ocupa de la mayoría de los problemas que deben afrontar los yanadis, como el derecho a la tierra, a la educación, el trabajo esclavo y no pagado, por ejemplo.
Juntos han ganado pequeñas batallas, como el derecho al uso de los recursos minerales en su propiedad.
Ankaiya Rao, del pueblo Reddy Gunta, extrae cuarzo desde marzo, cuando el pueblo recibió los primeros derechos a extraer el mineral de un terreno de unas 64 hectáreas, con abundantes depósitos de cuarzo.
“El negocio es bueno. Por una tonelada me dan 80.000 rupias (unos 1.200 dólares). Estoy feliz y mi esposa también lo está”, contó Gunta, quien vende piedras a unos comerciantes, a IPS.
Con dos hijos, ahora sueña con ofrecerles una vida mejor que la que él tuvo. Y otros en el pueblo siguieron su ejemplo, comerciando el cuarzo a pequeña escala.
Pero el temor a los poderosos continúa.
“Unas cuantas personas poderosas y con vínculos políticos le echan el ojo a la tierra, y cualquiera puede atraerlos o intimidarlos para que vendan su terreno en efectivo por un puñado de rupias”, alertó.
“Una vez que pasa, toda la comunidad podría llegar a perder porque el acaparamiento de tierras es común aquí”, advirtió.
La solución es mantenerse unidos y vigilantes contra todo posible intento de acaparamiento, subrayó Sriramalu.
“Hay muchos problemas, pero para mi pueblo, mantenerse unidos, puede ser la mejor forma de superarlos”, añadió.
Traducción: Verónica Firme
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