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Transición energética y recuperación poscovid retan a América Latina
Molinos de viento en Calama, en el desierto de Atacama, en el norte de Chile. Los proyectos de aprovechamiento en Chile de su alto potencial en energías renovables no convencionales, han logrado reducir la dependencia del país de combustibles fósiles importados y que el costo de general de la energía caiga. Foto: Marianela Jarroud/IPS
- La forma de avanzar en la transición energética y su vinculación con la recuperación económica tras la depresión provocada por la pandemia de covid-19 concentran la atención en América Latina y Europa, según se desprende de la segunda Conferencia sobre Energía de Madrid, que concluyó este viernes 2.
El foro intercontinental se celebró desde el lunes 28 de septiembre, en este caso en forma virtual debido a la pandemia, organizado por el no gubernamental Instituto de las Américas (IA), con su sede en la localidad costera de La Jolla, en el oeste de Estados Unidos.
Jorge Rivera, secretario de Energía de Panamá y uno de los responsables del sector en América Latina que participó en la Conferencia, destacó que la transición no es un proceso automático, sino que depende de una decisión política y de las corporaciones del sector.
“Tenemos una gran oportunidad. Tenemos una agenda de transición energética para los próximos 10 años, alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que incluye una serie de estrategias nacionales, descarbonización, digitalización, democratización energética. Tenemos mucho que hacer en transporte, industria, en los usos de energía”, indicó.
Rivera insistió en que “esas medidas tienen el potencial de convertirse en una herramienta para la recuperación económica poscovid”.
La Conferencia, también conocida por su sigla en inglés MEC y cuya primera edición se efectuó en 2019 presencialmente en la capital española, reunió en forma telemática durante cinco días a ministros de cinco naciones americanas, a más de 20 presidentes de empresas y más de 400 delegados de organismos internacionales y expertos de ambos continentes.
La agenda abordó asuntos como la crisis climática en el contexto de la pandemia, la situación de la energía renovable a ambos lados del océano Atlántico, el financiamiento de la recuperación poscovid, la transición energética hacia modelos más bajos en carbono, el almacenamiento energético en baterías y redes de transmisión del fluido, así como diferentes aspectos de la movilidad.
Además, también se abordaron temas como el transporte, el gas, el panorama para las corporaciones petroleras o la digitalización del sector.
Una parte importante de los debates se vinculó con la crisis climática, como la captura y almacenamiento de carbono y las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por las actividades humanas responsables del recalentamiento global, así como el metano y las perspectivas del hidrógeno, vistos como alternativa a los combustibles fósiles, en ambos continentes.
Para Alfonso Blanco, secretario ejecutivo de la Organización Latinoamericana de Energía (Olade), la región ha efectuado importantes esfuerzos para acelerar la transición, pero el impacto de la covid-19 ha generado un panorama incierto.
“La sostenibilidad dependerá de las medidas regionales, pero la región no tiene una acciones regionales definidas. Si no analizamos el riesgo (financiero) y desarrollamos un modelo de financiamiento para renovables, veremos problemas de más incorporación de renovables. Tenemos que pensar en estrategias específicas, según el rol de cada sector”, planteó.
En los últimos años, América Latina ha avanzado en el desarrollo de las fuentes eólica y solar, como alternativas limpias, pero enfrenta el desafío de disminuir la quema de combustibles fósiles en la industria, el transporte y mejorar la eficiencia energética.
Esa transición se ha detenido en naciones como México, que privilegian el apoyo a los hidrocarburos, como lo señalaron Joost Samsom, socio y cofundador de la consultora Voltiq – Renewable Energy Finance, y Claudio Rodríguez, socio del despacho legal Thompson & Knight LLP.
Stuart Broadley, director ejecutivo del no gubernamental Consejo de Industrias de Energía –con sede en Londres y que aglutina a empresas energéticas–, explicó que la fase I de la transición energética, en marcha actualmente, consiste en la adopción de tecnologías como eólica y solar, y durante la cual la mayoría de países no ha invertido mucho por diferentes razones.
El futuro que viene
La fase II, a la cual el mundo aún no ingresa, implica variantes energéticas como el hidrógeno y la captura y almacenamiento de carbono (CCS, en inglés).
El experto dijo que las empresas dedicadas a promover las fuentes renovables no van a invertir en hidrocarburos y no les gusta que las petroleras salten a su mercado, por lo cual no se van a ayudar entre sí. Ante ello, las regulaciones implican o deben implicar obligarlas a trabajar juntos y, para ello, el rol gubernamental es crítico.
Para Fernando Cubillos, jefe de Energía de BID Invest, el brazo de inversión privada del Banco Interamericano de Desarrollo, las energías renovables han demostrado resiliencia durante la pandemia, competitividad y atractivo.
“Las posibilidades de reactivar la economía puede dar chance de introducir más energía renovable, que puede ayudar a la recuperación y hay oportunidad de desplegar más renovables. Vemos hoy buenas condiciones para las renovables. Lo que falta en algunos países es el marco regulatorio”, señaló durante los debates.
En naciones como Brasil, la generación solar distribuida (descentralizada) y a pequeña escala ha cobrado importancia a escala comercial y ha registrado crecimiento, posibilitado por el marco regulatorio.
“Hemos visto que la tecnología de punta son eólica y solar, debido a la baja de costos, y es muy difícil ampliar la generación hidroeléctrica. Hemos visto potencial para almacenamiento en baterías, pero no son atractivas aún”, analizó durante la MEC Thiago Barral, presidente ejecutivo de la estatal Agencia de Investigación Energética de Brasil.
Aunque la transición energética esté en su primera fase, América Latina empieza a considerar tecnologías emergentes, como CCS e hidrógeno, ya sean provenientes del gas o de renovables.
En el primer caso, el de la CCS, la intergubernamental Agencia Internacional de Energía (AIE), que agrupa a los grandes países industriales y tiene su sede en París, indicó que en 2020, gobiernos e industria han comprometido unos 4000 millones de dólares en esas iniciativas a nivel mundial.
En el mundo hay al menos 15 proyectos en operación y siete en construcción, pero durante la MEC se destacó que expertos calculan que a nivel mundial son necesarios al menos 500.
El uso de hidrógeno es una variante ignota en la región latinoamericana. Al comenzar este siglo, Brasil fue pionero en explorar esa ruta, pero la abandonó para desarrollar etanol de caña de azúcar, fuentes renovables e hidroenergía.
Chris Sladen, fundador y director de la consultora Reconnoitre Ltd, con sede en Reino Unido, dijo que la CCS “ha sido un sueño para los hidrocarburos. Pero no es un concepto sencillo, son varios proyectos conjuntos” y además la gran interrogante es cómo llevarlos a escala comercial.
Esa tecnología, propuso, debe ocurrir cerca de donde se genera el carbono, como plantas eléctricas, petroquímicas o cementeras.
Unos 50 países, la mayoría del Norte industrializado, han instituido políticas para el aprovechamiento de hidrógeno. En América Latina, Chile posee potencial para producir ese recurso a precios bajos y que puede constituir una medida de mitigación para una matriz eléctrica más limpia, según recordó su subsecretario de Energía, Francisco López.
ED: EG
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