¡Buenos días nos dé Dios, Victor Norberto (el dispreciau)!
Muchos lectores de este Brief han enviado correos electrónicos opinando o preguntando acerca de la memoria histórica y la Iglesia católica española. Hoy abordaremos tan delicado asunto. ¿Me acompañas?
Empezamos, si te parece, por la última y una de las más rotundas declaraciones hasta la fecha, la de Monseñor Héctor Aguer, el arzobispo emérito de La Plata, en Argentina:
El actual gobierno socialista - comunista de España está empeñado en profundizar a fondo la secularización de la sociedad, que desde hace tiempo se viene impulsando con un carácter decididamente anticatólico.
La mala memoria se apoya ahora en una Ley de Memoria Histórica hemipléjica, que calla por sistema las persecuciones que ha padecido la Iglesia en el siglo XX.
Se cierne, además, sobre el futuro inmediato una anunciada Ley de Memoria Democrática, para arremeter con el propósito de liquidación contra la tradición española ya debilitada. (Héctor Aguer: Mala memoria)
Los obispos españoles del siglo XXI
Un poco de contexto. Monseñor Héctor Aguer analiza en su artículo la exhumación de Franco, opina que fue “el inicio del desmantelamiento del monumental complejo del Valle de los Caídos” y se pregunta “por cuánto tiempo podrá mantenerse allí el monasterio, centro de oración que asume la dolorosa historia española”.
Está claro que el arzobispo argentino está al día de lo que sucede en España. Y además no se muerde la lengua. En su artículo habla de la “lenidad del episcopado” español ante asuntos relativos a la memoria histórica y el Valle de los Caídos.
¿Lenidad? Dice la Real Academia Española:
Del lat. lenĭtas, -ātis. Blandura en exigir el cumplimiento de los deberes o en castigar las faltas.
Y dice Mons. Aguer:
Llama la atención la lenidad del episcopado, salvo alguna honrosa excepción, que debió y debe protestar sin vacilaciones contra el atentado que se está perpetrando; para numerosos fieles se trata simplemente de complicidad con la destrucción de lo que resta de la España católica.
Desde los años posconciliares el progresismo teológico, espiritual y pastoral ha venido socavando los cimientos de la ortodoxia eclesial, de la misión y de la proyección de la fe en la vida y cultura de la sociedad. (Héctor Aguer: Mala memoria)
Tal vez Mons. Aguer se refiera a las declaraciones de dos cardenales españoles, el arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal Española, cardenal Omella, y el arzobispo de Madrid y vicepresidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Osoro, para quienes lo que suceda en el Valle de los Caídos parece que no es “lo fundamental” porque “hay otras heridas muy fuertes”:
En relación a la nueva Ley de Memoria Histórica que convierte al Valle de los Caídos en un cementerio civil, Osoro (...) ha exhortado a buscar «por todos los medios» que sea un lugar «de reconciliación», mientras ha subrayado la importancia de volver a lo «fundamental».
A este respecto, Omella ha destacado que, si bien es un tema «importante» porque «algunos llevan heridas dentro en el corazón», existen en este momento histórico otras «heridas muy fuertes». (El Papa pide a los obispos españoles «unidad»)
Los cardenales españoles hicieron estas declaraciones hace apenas quince días, el pasado 19 de septiembre, tras entrevistarse con el Papa. Pero esta semana la Conferencia Episcopal Española reaccionó de modo distinto.
Calificó de “anacrónica” la intención del Gobierno de convertir el Valle de los Caídos en un cementerio civil y sobre todo dejó clara su intención de oponerse al desalojo de la comunidad benedictina y a la voladura de la cruz:
En ese lugar, incluso resignificado y acogiendo diversas perspectivas, sigue habiendo un templo, una basílica en la que se ore por el eterno descanso de los difuntos, en la que la eucaristía sea referencia de esperanza para aquellos que quieran consolar su dolor.
Si hay cruz, si hay basílica, es importante que haya una comunidad que mantenga el culto en la misma. (Los obispos ven «anacrónico» convertir el Valle de los Caídos en cementerio civil y defienden la Cruz)
Además los obispos cuestionaron la finalidad adoctrinadora de la ley de memoria democrática:
Siempre es grave querer escribir una especie de historia oficial y que quiera luego hacerse pauta educativa. (Los obispos ven «anacrónico» convertir el Valle de los Caídos en cementerio civil y defienden la Cruz)
En el asunto del Valle de los Caídos hay dos aspectos a considerar: el político y las consideraciones religiosas. Entre estas últimas:
La expulsión de la comunidad benedictina, que ha vivido una descarada campaña de acoso y persecución en los últimos años.
La violación de lugares sagrados, que además de estar protegidos por la Constitución española, están amparados por tratados internacionales.
Los planes de derribo de símbolos y lugares de culto, como la Cruz de la Basílica y el propio templo.
La Iglesia de 1939
Aparte de las 20.000 iglesias y edificios religiosos incendiados, las cifras de exterminio de los católicos entre 1931 y 1939 ponen en evidencia que nos encontramos ante un genocidio perpetrado por los partidos del Frente Popular que gobernaron la república, entre ellos el PSOE y el PCE, hoy representado por Podemos:
No menos de 12.000 laicos y religiosos fueron asesinados durante los tres años de guerra civil por ser católicos.
13 obispos y 4.184 sacerdotes asesinados.
En la diócesis de Barbastro fue asesinado el 80 por ciento del clero, incluido el obispo y los seminaristas.
En la de Lérida, el 65 por ciento.
Más del 50 por ciento en la diócesis de Segorbe.
En las de Málaga, Menorca y Toledo, e
l 50 por ciento. En Madrid, el 30 por ciento.
En Valencia, el 27 por ciento.
Los testimonios del martirio de tantos laicos y religiosos son innumerables y es rara la ciudad española, por pequeña que sea, que no muestre en sus templos la huella de la persecución religiosa.
Ellas, al subir al coche hicieron serenamente la señal de la cruz ante el griterío del populacho que pedía su muerte. Las llevaron a un descampado en el cruce de las calles de López de Hoyos y Velázquez, y allí, al bajar del coche las mataron. (Beatas mártires)
Los restos de las mártires del primer Monasterio de la Visitación de Madrid descansan en el propio templo y en el Valle de los Caídos.
La Hna. María Cecilia, la más joven, de 26 años, de temperamento nervioso, al sentir que caía muerta la Hermana que tenía cogida de la mano echó a correr sin que nadie la persiguiera.
Poco después ella misma se entregó a unos milicianos declarando que era Religiosa. Fue fusilada en las tapias del cementerio de Vallecas, a las afueras de Madrid, en la madrugada del 23 de noviembre de ese año de 1936. (Beatas mártires)
Frente a la carnicería de la república se alzó buena parte de la sociedad, y no solo la mayor parte del ejército, con Franco a la cabeza. También muchos españoles que habían recibido la república con esperanza y terminaron traicionados y perseguidos por ella.
Por haber acabado con el genocidio, Franco recibió del Vaticano la máxima condecoración que la Santa Sede concede, la Suprema Orden Ecuestre de la Milicia de Nuestro Señor Jesucristo, más conocida como la Orden de Cristo, que fue constituida en 1319 por el papa Juan XXII para premiar los servicios más relevantes a la Iglesia universal.
Junto a Franco, ostentaron también la medalla Bismarck, De Gaulle, De Valera, Balduino o Adenauer.
Iglesia, Franco y memoria democrática
Y así llegamos al meollo del asunto, Victor Norberto. El ruido que genera la basura legislativa de la izquierda gobernante, que utiliza la memoria y la Historia para dividir y enfrentar, nos coloca frente a una cuestión que raramente se plantea: ¿le debe algo la Iglesia de hoy a la “memoria histórica” que reivindica la izquierda?
Te recomiendo tres lecturas al respecto:
Un documento de 1937, la Carta colectiva de los obispos españoles a los obispos de todo el mundo con motivo de la guerra, que puedes leer en la web de la Fundación Francisco Franco.
La exhaustiva información sobre víctimas del genocidio religioso en la web LXXXIII Aniversario del Martirio de los 143 Beatos de Paracuellos de Jarama, publicada por el obispado de Alcalá de Henares.
Y el informe sobre Lo que oculta la ley de memoria histórica y democrática.
Han pasado muchos años y en la sociedad española se ha impuesto la visión histórica de la izquierda, absolutamente manipuladora, pero aplastante.
Y muy pocos se atreven a discrepar.
¿Le debe algo la Iglesia de hoy a Franco? Tal vez su propia existencia. Como se la debemos todos los españoles. Porque si hubiera triunfado el Frente Popular, quizá hoy todavía viviríamos bajo una dictadura comunista.
La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica ha pedido a los obispos que “no se celebren misas de homenaje a Franco”. Y el Gobierno Zapatero exigió a los católicos que retiraran de sus templos lo que la izquierda considera “simbología franquista”.
De los más de cien obispos españoles, quince fueron denunciados por no hacerlo. Sucedió así en las diócesis de Madrid, Córdoba, Segovia, Cuenca, Mérida-Badajoz, Coria-Cáceres, Badajoz, Almería, Cartagena, Valencia, Orihuela-Alicante, Sevilla, Sigüenza-Guadalajara, Zaragoza y Oviedo.
Cuando en 2007 el PSOE aprobó la ley de memoria histórica de Zapatero, el Vaticano beatificó a 498 mártires de la guerra civil en la Plaza de San Pedro. Y por supuesto el Papa invitó a asistir al Gobierno español.
La pregunta, tal vez impertinente, es la siguiente: ¿sucederá ahora algo semejante?
La cruz del Valle no será la última que les desazonará. También la que yo llevo colgada en mi pecho. La que tantos. Quizá ellos ahora no lo saben todavía, pero nosotros sí. Todas las cruces representan la misma cruz, la única.
No sé cómo podría defender yo la gran cruz de El Valle, pero, cuando vengan a por la de mi pecho y les informe que de ahí no la tocan, podré -gracias al privilegio de defenderla- decirles de corazón: "Muy honrado, señores, muy honrado". (Enrique Gª-Máiquez: Muy honrado)
¡Feliz y santo domingo, Victor Norberto (el dispreciau)!
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