jueves, 27 de septiembre de 2012

LA AUSENCIA GENERA VIOLENCIA ►El precio de la violencia | Opinión | EL PAÍS

El precio de la violencia | Opinión | EL PAÍS


El precio de la violencia

En la protesta junto al Congreso hubo actuaciones irresponsables; también en su represión

La concentración que pretendía “rodear” el Congreso de los Diputados, el martes pasado se tornó en ocasiones en violentos enfrentamientos entre la policía y parte de los manifestantes. El Gobierno acusa a algunos de ellos de haber ejercido una violencia “extrema” y asegura que la policía se incautó de 260 kilos de piedras, como prueba de sus intenciones. Las sedes parlamentarias no deben ser atacadas, nadie sensato puede prestarse al juego de descalificar la democracia representativa, y el conjunto de la sociedad debería ser consciente de los graves riesgos que supone que un grupo de manifestantes descontrolados trate de asaltar la sede de la soberanía nacional. Pero, a la hora de proteger la inviolabilidad del Congreso, hace falta garantizar la eficacia de las fuerzas de seguridad y evitar la desproporción de sus actuaciones.
En la memoria de todos está la coacción sufrida por el Parlamento catalán el 15 de junio de 2011, cuando grupos de indignados zarandearon a diputados y rociaron con pintura a algunos, forzando al presidente de la Generalitat, Artur Mas, a desplazarse en helicóptero. El martes no sucedió en Madrid nada parecido, aunque tampoco nada garantizaba de antemano que no ocurriera, excepto el correcto despliegue policial previsto.

Por ello, sorprenden los enfrentamientos que se produjeron a la vista de la escasez de participantes en la concentración (solo 6.000, según la Delegación del Gobierno en Madrid) frente al nutrido dispositivo de seguridad, integrado por más de 1.300 agentes. Naturalmente, resulta ingenuo ignorar la voluntad provocadora de algunos grupos de manifestantes y su preparación para el choque violento. Lo que se le pide a la policía es control y proporcionalidad.

Lo más difícil de aceptar consistió en la irrupción de antidisturbios en la estación de Atocha, a más de un kilómetro del Congreso: no es admisible la violencia que muestran los testimonios gráficos disponibles. Inadmisible, igualmente, que el Sindicato Unificado de Policía (SUP) califique de “anecdótico” que los agentes oculten su número de identificación en el uniforme, pese a la obligación de mostrarlo como garantía frente al abuso.

El director de la policía, Ignacio Cosidó, asegura que las fuerzas a sus órdenes “defendieron la democracia” y se ha cerrado de antemano a toda investigación interna. El Gobierno debe explicar si la actuación policial dentro de la estación de Atocha fue acertada. Hora es también de delimitar quién debe ser responsable de la seguridad en el entorno de una sede parlamentaria —el presidente de la Cámara tiene un papel en esas decisiones, en otros países—, y cuál es la zona vedada a las manifestaciones. Mantener el orden se ha cobrado un precio elevado, en este caso por partida doble: decenas de ciudadanos heridos —entre ellos policías— y de detenidos, y unas escenas que se han visto en medio mundo, ofreciendo una imagen de España ciertamente distorsionada.


el dispreciau dice: las ausencias del estado, en cualesquiera de sus estamentos, deriva indefectiblemente en "violencia" social. Los estados se acostumbraron a estar ausentes y vieron que eso les servía a los políticos para ningunear a los pueblos, negarles o manipularles los derechos ciudadanos, tergiversarles los valores sociales e invadirles los derechos humanos, y finalmente, de tanto hacerlo... se la creyeron y asumieron que estar "ausente" es bueno... y que negar lo evidente es "mejor"... y que ningunear al "ciudadano" es excelente. La consecuencia es una sola, este modelo de estado "terrorista" (estado que por su ausencia ataca a su sociedad) siembra violencia por doquier, pretendiendo salvar sus responsabilidades a través de discursos vacíos de contenidos... y la reacción esperable es unidireccional, la sociedad víctima, harta de ser atacada, responde en contrapartida. La consecuencia es aberrante, pero jamás será reconocida como responsabilidad de la clase política, antes bien será negada y manipulada, agregando más odio a los ya diseminados. El camino adoptado en todo el ámbito de la Unión Europea camina en dicha dirección, los estados ausentes son "terroristas" y luego se victimizan para negar aquello que les compete... mientras tanto las gentes van perdiendo derechos de toda índole... puestos laborales, accesos a la educación, accesos a la salud, y por ende va viendo cómo se la cerca culturalmente, intentando anularla. La historia demuestra, con ejemplos muy variados, que la sociedad ahogada siempre "gana", esto es que reacciona según los "aprietes inconsistentes de los estados ausentes" devolviéndoles todos y cada uno de sus males. España señala el comienzo del fin de la Unión Europea... no es la única, muchos países ninguneados por economías y economistas nefastos acompañan solidariamente dicho proceso de apocalipsis a escala... sin salida y sin retorno. Mientras los poderes occidentales no asuman el error... el terrorismo social reaccionario será mucho más que una consigna, casi un veredicto. Septiembre 27, 2012.- 

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