https://citizengo.org/es-ar/ot/16981-deten%C3%A9-la-identidad-digital--proteg%C3%A9-la-libertad-y-la-privacidad?dr=4218076::68deb9ea31b064757baba429be52dcfb&utm_source=em&utm_medium=e-mail&utm_content=em_btn&utm_campaign=ES_AR-2025-11-18-Global-FR-MTR-16981-Digital_Totalitarianism-Digital_Totalitarianism.05_AA_Relaunch_2&mkt_tok=OTA3LU9EWS0wNTEAAAGeWkyQ0_2P9QVVLkeYwiQG3y2Vp4NX7M3oXZYX0rwh0nA5NIavHW-k9cyyxG2bB58ZmBZg3ByOKpPq597ptIXw1nTG3loS98ugDU_WKZ4neoLHCE4Zoo4
Imaginá esto:
Te despertás, vas al supermercado a comprar leche y pan, pasás la tarjeta para pagar: RECHAZADA.
Revisás tu saldo. La plata está. Pero tu cuenta… está congelada.
La tarjeta sigue fallando.
La app del banco te bloquea.
Tu identificación no se escanea.
Aparece una “alerta de política” en tu archivo.
La plata está ahí, pero vos “no sos reconocido”.
¿La razón? Publicaste un comentario, tal vez criticaste al gobierno o defendiste algo en lo que creés. Eso alcanzó.
Sé que suena a ciencia ficción, pero ya está pasando, y la Identidad Digital lo haría aterradoramente fácil.
Ese es el futuro que la Identidad Digital está programando ahora mismo: un sistema que vincula tu identidad, tus finanzas y tus movimientos en un único perfil controlado por el Estado.
La Identidad Digital no es solo una forma más de iniciar sesión o demostrar quién sos. Es un sistema centralizado y programable que puede:
Rastrear todo lo que comprás, decís y hacés
Decidir a qué podés acceder, incluyendo salud, empleo, viajes y servicios público.
Bloquearte al instante, sin aviso, sin derecho a apelar
Los gobiernos y las grandes plataformas ya lo están construyendo.
En Europa, las billeteras de identidad digital ya se están probando.
En Canadá, las identificaciones están vinculadas a los datos bancarios.
En México y en toda América Latina, las bases de datos biométricas se están expandiendo bajo la promesa de “seguridad”, pero en realidad se trata de obediencia, impuesta a través de algoritmos.
Ojalá estuviera exagerando. Pero lo que viene podría cambiar tu forma de vivir.
Te escribo porque tu gobierno —respaldado por las élites globales y las grandes tecnológicas— está construyendo un sistema que decidirá si podés trabajar, viajar o incluso hablar libremente: la Identidad Digital. ¡Y piensan obligarte a aceptarla!
Literalmente me tiemblan las manos mientras escribo esto.
Porque lo que viene ya no es una teoría: ya se está probando.
Lo llaman modernización.
Pero vos y yo sabemos muy bien lo que realmente es: una infraestructura de control.
Quiero ser absolutamente clara: una Identidad Digital vincula tu identidad, tu cuenta bancaria, tus registros de salud y tus movimientos en un solo sistema centralizado.
Cuanto más avance este plan de Identidad Digital, más difícil será revertirlo. Por eso necesitamos tu nombre hoy, antes de que el sistema de Identidad Digital entre en funcionamiento.
¿Firmarás la petición ahora mismo para enviar un mensaje claro al Presidente? RECHACEN la Identidad Digital antes de que nos encierren en este sistema de vigilancia digital.
Imaginá esto por un momento:
Vas a pagar un pasaje de tren y tu aplicación se pone en rojo.
Cambió una norma. Alcanzaste tu “límite de carbono” o tu cuenta entra en “revisión de seguridad” por una publicación que compartiste.
Sin pasaje. Sin derecho a reclamar. Sin libertad: solo un sistema decidiendo por vos.
Eso es lo que hace posible una Identidad Digital centralizada.
No pasa todo de golpe. Es paso a paso. Y una vez que se vuelve rutina, es muy difícil revertirlo.
Así es como se va instalando el control:
En Bruselas, ya están en marcha pruebas a gran escala de la Billetera de Identidad Digital Europea, y cada país de la UE está obligado a emitir una para 2026. Esto conectará las identificaciones de los ciudadanos, sus datos médicos, sus registros fiscales y, potencialmente, su información de pagos en una sola aplicación controlada por el gobierno.
En el Reino Unido, el Primer Ministro ya anunció una Identidad Digital: el sistema “One Login for Government” unificará todos los servicios —impuestos, salud, beneficios— en una sola cuenta.
Canadá acaba de aprobar un estándar nacional que permite a los bancos y al gobierno fusionar datos financieros con identidades digitales. Esto permitiría una visibilidad casi total sobre tu historial de gastos, viajes y comunicaciones.
En Australia, el gobierno está impulsando su Ley de Identidad Digital en el Parlamento, otorgando al Estado el poder de centralizar la verificación de identidad y el acceso a servicios, a pesar del rechazo público por los riesgos a la privacidad y el posible abuso por parte de las autoridades.
En México, la CURP biométrica es ley: huellas dactilares, escaneos faciales y firmas almacenadas en una base de datos centralizada bajo control estatal.
En India, para reservar un pasaje de tren pronto será obligatorio autenticarse con Aadhaar: una prueba de que es un número, y no una persona, lo que finalmente viaja.
Actualmente, en toda América Latina, el programa ID4D del Banco Mundial y las iniciativas de la ONU y la Fundación Gates están expandiendo silenciosamente bases de datos biométricas a 50 países para 2028.
Distintos gobiernos.
El mismo plan.
Vigilancia total disfrazada de conveniencia.
Una vez que se activa ese sistema, cada aspecto de tu vida —cada compra, cada viaje, cada opinión— se vuelve rastreable y castigable.
Todo empieza en silencio, “por tu seguridad”.
Tu cuenta bancaria se vincula a tu identificación digital. Y un día, una transacción es marcada: una donación, una compra, una transferencia… catalogada como “políticamente sensible”.
Sin explicación. Solo un aviso en la pantalla: “Transacción en revisión”.
Después, tu tarjeta deja de funcionar en la estación de servicio porque el combustible “no es esencial para el planeta”. Serán los burócratas quienes decidan qué se te “permite” comprar.
Una nueva política de carbono limita tu distancia de viaje: cada compra, vuelo o trayecto será monitoreado y sumado. Si alcanzás tu límite mensual de carbono, el sistema simplemente bloquea la siguiente operación: “El viaje excede las emisiones permitidas”. Todo “por el planeta”, por supuesto.
Pronto, incluso hablar se vuelve un riesgo.
Tu conducta, tus publicaciones, tus opiniones: punteadas y clasificadas. Si criticás al gobierno o a un “objetivo global”, tus privilegios disminuyen: menos servicios, internet más lento, incluso prohibiciones para viajar.
Tu teléfono, controlado por burócratas no elegidos por nadie, se convierte en el guardián de tu propia vida: decide qué podés comprar, a dónde podés ir y si merecés participar.
Así es como muere la libertad: no por una gran ley, sino por un sinfín de “actualizaciones” que convierten silenciosamente los derechos en permisos.
Y todo depende de una sola cosa: la Identidad Digital.