viernes, 13 de agosto de 2010

ENTRE LA HISTERIA Y EL ESPANTO... Una oposición fragmentada - lanacion.com

Editorial I
Una oposición fragmentada
La voluntad de cambio expresada por la ciudadanía en las últimas elecciones se ve frustrada por la falta de madurez política

Noticias de Opinión: Viernes 13 de agosto de 2010 | Publicado en edición impresa

Tras el triunfo de la oposición en las elecciones legislativas del año pasado, quienes no comulgan con el oficialismo alentaron la esperanza de ver plasmado en hechos la voluntad que la mayoría había expresado en las urnas. Sin embargo, la realidad se ha encargado por el momento de frustrar esas esperanzas.

Se creyó, primero, que la pérdida de la mayoría kirchnerista en el Congreso se traduciría en la fácil aprobación de leyes que comenzarían a recortar las facultades legislativas cedidas al Poder Ejecutivo, como la arbitraria potestad de modificar las asignaciones del presupuesto nacional.

Pero apareció entonces una llamada "zona gris" en el Senado compuesta por unos pocos senadores que, pese a ser opositores, votan o regulan el quórum en función de las necesidades del oficialismo.

Paralelamente, cierta lógica indicaba que distintas agrupaciones opositoras procurarían, a partir de un núcleo de coincidencias, conformar acuerdos o frentes con vistas no sólo al trabajo legislativo sino también a las elecciones presidenciales que se realizarán el año próximo.

Sin embargo, también en este terreno la oposición, o parte de ella, mostró no estar a la altura de las circunstancias.

Por un lado, el denominado peronismo federal, que el año pasado concurrió en la provincia de Buenos Aires en alianza con la fuerza política PRO, liderada por Mauricio Macri, sufrió fracturas y distanciamientos internos a poco de producido su triunfo electoral.

A su vez, la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, colocó al borde de la fractura al Acuerdo Cívico y Social (ACyS) que su agrupación integra junto con el radicalismo, el socialismo y el GEN, de Margarita Stolbizer. Mediante una carta, Carrió se alejó del ACyS.

Antes, había dicho que sólo le resultaba confiable el diputado Ricardo Alfonsín, uno de los precandidatos presidenciales del radicalismo, desmereciendo de ese modo a otros dirigentes como Julio Cobos, Hermes Binner y Stolbizer.

El mismo día de las declaraciones de Carrió, Binner, gobernador de Santa Fe, agravó la crisis cuando pareció alinearse con el gobierno nacional al sostener, contrariamente a lo propugnado por la Coalición Cívica, que las alícuotas de las retenciones a la soja "deben ser fijadas por el Poder Ejecutivo en el marco de un plan económico nacional", y no por el Congreso. Antes, Binner había calificado a Carrió como una mujer "complicada".

Obviamente, la virtual fractura del ACyS hiere de muerte las chances de sus figuras en las elecciones presidenciales del año próximo, en las que se descuenta que el candidato oficialista será un Kirchner, Néstor o Cristina.

Pero al margen del rumbo que puedan tomar los partidos opositores con vistas a los comicios presidenciales, su fracaso, hasta el momento, consiste en no haber trabajado con la profundidad y solidez necesarias los consensos en torno de las políticas que deberían haber conformado una suerte de plataforma común.

Al fracasar en esa tarea indispensable, lo que debió haber sido una discusión de ideas o proyectos se rebajó a una discusión de personas o personalidades.

La voluntad de cambio expresada por la ciudadanía en las urnas el año pasado se ha visto frustrada. El espectáculo de una oposición en vías de fragmentación es funcional al oficialismo y pone de manifiesto, nuevamente, la falta de madurez política de la oposición.

No es tarde para revertir esta situación. Una señal alentadora se encendió días atrás cuando la oposición logró la media sanción de dos importantes proyectos de ley resistidos por el kirchnerismo: en el Senado, el de la reforma del Indec, y en la Cámara de Diputados, el de la protección de los glaciares y zonas periglaciares.

La oposición debe cobrar conciencia de la deuda que contrajo con sus votantes para luego mostrar que es capaz de dirimir sus diferencias internas en el plano de las ideas, en lugar de exhibirse como un sector político vaciado de contenido ideológico, que sólo ofrece opciones entre distintas personalidades envueltas en mezquinas luchas por el poder.
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La voluntad de cambio expresada por la ciudadanía en las últimas elecciones se ve frustrada por la falta de madurez política

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Los Kirchner, herederos de una vieja práctica justicialista
Los vaivenes del doble comando
Pablo Sirvén
LA NACION

Noticias de Opinión: Viernes 13 de agosto de 2010 | Publicado en edición impresa .

Los que aprendimos a manejar en una escuela de conductores sabemos bien de qué se trata. Desde la primera clase hay que ponerse al frente del volante, darle marcha al vehículo y empezar a andar. Hasta que, claro, en un momento sobreviene, producto de la impericia del chofer inexperto, ese primer error garrafal que nos lleva a incrustarnos en el poste más próximo. Y he aquí el milagro: el choque, de todos modos, no se produce, el auto recupera su armonioso andar y aquí no ha pasado nada.

Es que en las academias de conducción el alumno que acaba de llegar tiene un ángel custodio bien pertrechado: el profesor que, sentado al lado, tendrá a su vez otro juego de volante, pedales y cambios que, en caso de necesidad, hará prevalecer sobre los que cree manejar en plena libertad el conductor. A esto se lo llama "doble comando": el que parece que conduce lo hace hasta por ahí nomás, porque quien va al lado es el que tiene el verdadero control de la situación.

No hay partido en la Argentina que haya ejercido (y ejerza) con más beneplácito que el justicialismo el particular arte del "doble comando", que consiste en que quien parece tener la manija en realidad es un hombre (o mujer) de paja cuyo poder deviene de otro que está en segundo plano. El peronismo inauguró esta extraña costumbre en el minuto uno de su creación. En efecto, en esta misma página, el sábado 14 de julio de 2008, el inolvidable Tomás Eloy Martínez escribió un artículo titulado "A la historia política se entra sólo de a uno". Allí el escritor y periodista describía esa solapada modalidad de manejo entre las sombras que el propio fundador del movimiento ejerció primero que nadie, nada más y nada menos que con su segunda y más célebre esposa: Eva Duarte.

"Fui testigo -consignó en aquella ocasión el autor de Santa Evita - de las manifestaciones de esa conciencia en marzo de 1970, durante los cuatro días de entrevistas que tuve en su casa de Puerta de Hierro, en las afueras de Madrid. En la última de esas conversaciones me arriesgué a preguntarle si se daba cuenta de que su segunda esposa, Evita, estaba ganándole el lugar. Como se puede suponer, Perón reaccionó indignado. En la grabación de aquella mañana aún se oye el golpe que dio sobre la mesa, el tintineo de los pocillos de café y el temblor de su voz airada, en rechazo de mi observación: «¡Eva Perón es un producto mío! ¡Yo la hice! ¡Yo la preparé para que fuera lo que llegó a ser!»."

No exagera Tomás Eloy Martínez: no hay más que repasar cómo se cocinó en el seno de la CGT la candidatura de Eva Perón a la vicepresidencia de la Nación y cómo su propio marido hizo poco y nada para sostenerla. ¿Que estaba muy enferma? Es verdad. Pero ¿acaso no murió antes que ella el vicepresidente nuevamente elegido, Hortensio Quijano?

Lo que sí se podría decir a favor de ese primer "doble comando" es que no sólo fue el más exitoso en la historia del movimiento, sino que sobrepasó en mucho cualquier tipo de expectativa hacia el futuro porque, además, forjó gran parte del folklore peronista que se mantiene hasta nuestros días. Perón se dedicaba al gobierno formal y Eva, a la fundación que llevaba su nombre, en una inusual tarea paraestatal que se complementaba con la oficial. La mujer de Perón, lejos de ser una sombra de su marido, brillaba con luz propia (aunque le era del todo funcional) y avanzaba con iniciativas personales: además de su intensa acción directa en lo social, intentó romper la dura huelga de los ferroviarios en 1950 y fue la principal impulsora del nacimiento de la TV argentina. Las especulaciones sobre si esa sociedad marital y de poder se hubiese deteriorado con el paso del tiempo si la muerte no la hubiese sorprendido tan tempranamente a ella forman parte de ejercicios de ucronía sin posibilidad de constatación en la realidad (lo único concreto que conocemos es que la partida de pistolas y metralletas que Evita compró para la CGT Perón las sacó de allí y las mandó al Ejército).

Probablemente este primer "doble comando" peronista funcionó en armonía porque lo administraban dos en pie de igualdad, nada menos que los fundadores del partido. El asunto se complica cuando la relación de fuerzas favorece a una de las partes. Por eso los ejemplos posteriores no han sido tan felices: el más frustrado fue el pomposamente anunciado como una supuesta fórmula infalible a control remoto, que sirvió de eslogan de campaña y que subrayaba explícitamente la intención del "doble comando": "Cámpora al gobierno, Perón al poder".

"El Tío" sólo pudo mantenerse en el sillón de Rivadavia apenas 49 días. Entre los desaguisados montoneros en el control del Estado y la bonhomía del odontólogo de San Andrés de Giles, el peronismo dio entonces una vuelta de campana que lo llevó en pocas semanas de la izquierda "revolucionaria" a la derecha más recalcitrante con un solo punto en común: crueles organizaciones armadas de uno y otro bando. El "doble comando" se consumó por fin en una monolítica fórmula presidencial, Perón-Perón (veintidós años después de la frustración de Eva de llegar a la vicepresidencia, con María Estela Martínez, tercera y última esposa del caudillo justicialista), de estrepitoso triunfo (62% de los votos sufragados).

En 1983, el titular del PJ era Deolindo Bittel, y conformó fórmula presidencial con Italo Luder ocupando el segundo lugar; otro "doble comando" perfectamente ensamblado pero demasiado débil y con algunas contradicciones difíciles de digerir (léase la quema del cajón de Herminio Iglesias), como para ganarle a la tromba que encarnaba Raúl Alfonsín.

Pero definitivamente el "doble comando" estalló en mil pedazos cuando Carlos Menem hizo todo lo posible para evitar que Eduardo Duhalde lo sucediera en el poder mediante las urnas en 1999.

Menem produjo en Duhalde lo mismo que en la década siguiente Néstor Kirchner operó sobre Daniel Scioli: primero lo llamó como compañero de fórmula presidencial, luego le concedió la gobernación de la provincia de Buenos Aires y después alimentó difusamente sus sueños presidenciales (todo idéntico a lo que hizo Perón con Domingo Mercante a fines de los años 40).

La honda crisis de 2001 puso la presidencia en manos de Duhalde, pero no por mandato popular, sino por encargo del Congreso. Y él, a su vez, nominó a Néstor Kirchner para que compitiese contra Menem en las presidenciales de 2003. No logró ganarle en la primera vuelta, pero como el riojano renunció a competir en la segunda, el santacruceño quedó ungido presidente con el menor porcentaje de votos de la historia (22%).

Duhalde podría haberle hecho la vida imposible, pero se retiró de la cancha para permitir que su ahijado hiciera su juego. Este renegó de su padrino, mandó a invernar al justicialismo y se ilusionó con la "transversalidad". Cuando las condiciones económicas y políticas empeoraron, Kirchner desempolvó el PJ y empuñó "el bastón de mariscal", como le gustaba decir a Perón, y se puso al frente del partido, recostándose sin prejuicios ideológicos en la "columna vertebral", encarnada en estos tiempos por Hugo Moyano.

No es necesario demostrar, tras estos ejemplos, que el "doble comando" sienta mejor cuando quien ejerce el control partidario es la misma persona que desempeña la más alta investidura institucional. Ya se ha visto que cuando se disocia sobrevienen las frustraciones (Perón-Cámpora / Menem-Duhalde / Kirchner-Scioli).

Ahora bien: ¿qué ha venido sucediendo con el "doble comando" de Néstor Kirchner y Cristina Fernández? En principio también hay que reconocerle un carácter no traumático como los citados, pero, aun así, no está exento de crujidos. ¿Sobrevendrán tensiones en ese binomio ahora que se acerca una nueva sucesión presidencial?

Néstor Kirchner fue, aun sin olvidar sus muchas audacias, mucho más prudente cuando ejerció por sí mismo el poder que cuando lo hizo, y hace, por interpósita persona, a la sazón, su socia política y esposa. El hecho de pulsar las situaciones desde un costado, con menos riesgos y desgastes, en un plano más teórico que práctico y en las sombras, produce mayores turbulencias hacia adentro de esa sociedad y unas cuantas confusiones y malestares hacia afuera. Se trata de un poder bifronte que por su frágil condición permanece en estado inestable y más expuesto al conflicto inesperado y al equívoco constante. ¿Podría esto acentuarse en un tercer período kirchnerista? Las posibilidades son altas.

Unificar las jefaturas partidaria y de la Nación en un solo cuerpo clarificaría más el mando al evitar las consignadas ambivalencias. Por todo lo expuesto, que el oficialismo aspire a tener al frente del próximo turno presidencial un pingüino o una pingüina no es para nada indistinto ni un dato precisamente menor.

© LA NACION
Los Kirchner, herederos de una vieja práctica justicialistaLos vaivenes del doble comando

Pablo Sirvén

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el dispreciau dice: "todos estos, se acordarán alguna vez de la sociedad argentina...?", o estarán convencidos de su inmortalidad...?. Realmente uno no puede escapar al asombro ante tanta histeria y tanto espanto que emanan al modo de la lava de un volcán de vanidades y soberbias, mientras la sociedad se consume en una sopa de contradicciones. Agosto 13, 2010.-

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