domingo, 13 de septiembre de 2009

El pueblo vencido... jamás será unido (frases célebres al revés)


El horno que les donaron a Humberto, Rita y Viviana
Foto: Graciela Calabrese

Sociedad
Ejercer un derecho
El problema habitacional es uno de los grandes asuntos pendientes del planeta. Ronald Terwilliger, filántropo y presidente de la ONG Hábitat para la Humanidad, es un experto en el tema. Estuvo en el país, y aseguró que es posible construir viviendas dignas para todos

Noticias de Revista: Domingo 13 de setiembre de 2009 | Publicado en edición impresa

Brilla el sol. Y J. Ronald Terwilliger brilla este mediodía en el asentamiento 22 de Enero, en La Matanza. Camina y sonríe. Brilla su rostro color crema, y en sus mejillas recién llegadas se dibujan manchas rojas. Los zapatos de cuero muerden la tierra opaca, ajada, las calles sin nombre. Ron Terwilliger aterrizó hace minutos en el aeropuerto de Ezeiza. Sin escalas, vino directo al barrio pobre. Y lo que ven sus ojos azules es una hilera de casas sin revoque, alambrados, cacharros, sillas viejas, gallinas, perros. Niños que juegan con palanganas de agua. Un grupo de gente con remeras azules que dicen Hábitat para la Humanidad. Hábitat es una ONG que busca desterrar del planeta las viviendas deplorables. Terwilliger es, entre otras cosas, su presidente. La organización fue fundada en 1976 por un matrimonio de jóvenes de Georgia (Estados Unidos), Millard y Linda Fuller. Antes de cumplir 30 años, los Fuller habían amasado su primer millón de dólares. Un día decidieron cambiar de vida, practicar los preceptos cristianos. Predicar por el mundo la idea de que todos deberíamos vivir en un techo decente. Así nació Hábitat, para ayudar a construir casas sencillas y dignas. Muchas de las 2500 familias de este asentamiento tienen serios problemas para lograr ese objetivo. O lo han tenido. Por eso, entre quienes reciben al señor Terwilliger hay una decena de personas del barrio. Con impecables delantales y gorros de cocinero, ofrecen a Terwilliger empanadas de carne, sopa paraguaya y chipá cocinados en el horno solar del emprendimiento local Sol de Pan.

Así comenzó la gira que trajo al país al señor Terwilliger. A 24 kilómetros de la Capital, en el conurbano profundo. El 22 de Enero es un barrio de albañiles, zapateros, mujeres que hacen ingeniería en transporte para llegar a sus trabajos de empleadas domésticas. Déficit sanitario, viviendas precarias, basura. El señor Terwilliger reluce en este escenario, no sólo por estar en el vértice opuesto de la pirámide social. Actúa con la certeza de los que creen en algo.

Mira las empanadas con ganas y dice que va a probar un poco de todo. Bebe gaseosa, habla con los cocineros del proyecto comunitario de Fundación Concordia, pregunta por el horno solar, cuánto costó. Ana Cutts, directora nacional de Hábitat, oficia de traductora. A quien le pregunte qué lo trae por acá, Terwilliger dirá con naturalidad: "Los Objetivos del Milenio". Su trabajo hoy tiene que ver con una de las metas de Naciones Unidas: "Mejorar para 2020 la vida de por lo menos 1200 millones de habitantes de barrios marginales". En ningún momento el señor Terwilliger dejará de sonreír con sus labios finitos, ni de preguntar por detalles del barrio, como, por ejemplo, si tienen agua potable (a lo que le responderán: "Algunos"). En ningún momento los presentes dejaremos de pensar qué hace este hombre acá. Cómo llegó a ser quien es.

Millonario y filántropo
Ronald Terwilliger vive un poco en Long Island y otro poco en Atlanta, tiene 67 años, una esposa en segundas nupcias llamada Fran, dos hijas, cuatro nietos, y fama de ser uno de los hombres de negocios con más peso en la construcción norteamericana. Multimillonario. Filántropo. Durante 30 años dirigió la compañía número uno de desarrollo inmobiliario multifamiliar en los Estados Unidos. Desde 2008 está en el Hall de la Fama de la Asociación Nacional de Constructores de su país. En junio último, este señor que agradece el almuerzo y empieza la caminata bajo el sol fue declarado Persona del Año por el Consejo Nacional de la Vivienda de Estados Unidos.

El joven Ron se graduó con honores en la Academia Naval clase 1963, jugó al béisbol, al básquet, y sirvió cinco años en la marina. Hizo un MBA en la Escuela de Negocios de Harvard y logró la distinción académica más alta. La mayoría de los premios que llegaron después son fruto de su rol como CEO de Tram­mell Crow Residential (TCR), el mayor desarrollador de departamentos y condominios estadounidense. También colaboró en planes de vivienda con Shirley Franklin, alcaldesa de Atlanta, donde TCR tiene sus oficinas centrales. Entre 1999 y 2001 dirigió el Urban Land Institute (ULI), del que aún participa. Ha aportado varios millones de dólares a esta y a otras oficinas que se ocupan del tema. Desde 2000 integra el consejo directivo de Hábitat para la Humanidad Internacional. Hace un año fue elegido presidente del consejo, la posición más alta de esta ONG cristiana, no confesional, que trabaja en 100 países con 500.000 voluntarios.

Familias trabajando
La familia de Rita es una de las 150 que en nuestro país mejoraron su hogar con ayuda de Hábitat. Ella fue la primera vecina que contó con un crédito en el barrio. Por eso, el señor Terwilliger y la comitiva se detienen frente a esta casa de ladrillos a la vista en una calle sin nombre, manzana 16, casa 4. Se acercan varios perros ladrando. "Hi, doggies", dice el magnate de la construcción. Alguien susurra que le dan miedo los perros.

En su casa, Rita le cuenta que llegó al barrio hace tres años; vivía en un galpón de dos por dos. Su hijito tenía un problema de salud y se quedó a vivir acá para que pudieran tratarlo en el hospital Garrahan. "Con el crédito de Hábitat terminamos el techo, y pusimos las ventanas y las puertas."

-¿Quién hizo el trabajo?, pregunta Terwilliger.

-La familia, mi marido. Está trabajando en una marroquinería en Lugano -responde ella.

-¿Usted se dedica a la panadería? -pregunta él.

Rita asiente. Colabora con la ecopanadería comunitaria que coordina la Fundación Concordia, otra organización que trabaja en el barrio, en red con Caritas y Hábitat. Sus dos hijos merodean. En el centro del comedor hay un mapa de la Argentina y un almanaque con la figura de San Cayetano. Al salir, Terwilliger pregunta a los voluntarios.

-¿El terreno es de ellos?

-Sí. Tienen un papel.

El líder de la construcción piensa que "la tenencia segura, esa libertad que damos por sentada, el derecho a vivir sin miedo a ser expulsado de tu casa el día de mañana, es necesaria para aliviar la miseria de 1600 millones de personas que viven en viviendas deficientes en el mundo".

Mientras caminamos hacia otras casas, los voluntarios y los directivos locales rodean al presidente. Está Torre Nelson, vicepresidente de Hábitat en América latina y Caribe; Bryan Miller, que se ocupa de las campañas para conseguir fondos; Ariel Sosa, Adriana Pérsico, Diego Reynoso, María Magno y Johan Torroledo, de Hábitat Argentina; Leonor y Carlos Castro, de la Fundación Concordia. Diego explica que los créditos de este programa, Mejoras Progresivas, son de hasta 4000 pesos, y para devolver en tres años. No se cobra interés, sino una cuota escalonada. Cuanto más rápido se devuelve, menos se paga. Los fondos salen de la oficina nacional. Algunos vecinos tienen en trámite subsidios del Plan Federal de Vivienda, pero la cosa demora. De fondo suenan la cumbia y el chamamé.

En cada hogar, Terwilliger saluda, recorre, mira, escucha, pregunta. El de Blanca y Humberto es un ambiente que funciona como taller y dormitorio. De un lado, la cama doble; en un rincón, la heladera, y en el breve espacio restante, las máquinas de coser.

-Teníamos letrina. Nuestra mejora es el baño, dice Humberto, con todo el orgullo parado en el único centímetro de suelo libre.

Terwilliger le pregunta de qué viven.

-Trabajos de costura -explica Humberto, además colaborador de Sol de Pan.

Cosen pantalones de campo. Se venden en La Salada a 60 pesos cada uno, y reciben 4 pesos por unidad.

-¿Cuántos hacen en una hora?, quiere saber el presidente de Hábitat.

-Como mucho, tres pantalones entre dos personas.

La recorrida termina en casa de Viviana, que se ha quitado el atuendo de cocinera. Terwilliger observa los dos dormitorios.

-La mejora son los techos y el revoque de paredes. Tengo cinco hijos. Mi marido es chofer de una empresa de camiones. Yo trabajo en casas de familia ?dice ella y ofrece jugo.

Terwilliger se sienta, conversa. Siempre estuvo convencido de algo: "Comida, ropa y techo son un derecho de todos los ciudadanos. En algunos países creen que este derecho es responsabilidad del gobierno. No conozco un gobierno con semejante compromiso con el tema ni con tantos recursos para hacerlo".

-¿Hacia dónde va la crisis habitacional en el mundo?

-Está cada vez peor. Cada vez más gente tiene problemas para acceder a una vivienda. Desde 2008, más de la mitad de la población humana vive en zonas urbanas. En mi vida tuve oportunidad de ver el rol crucial que juega una vivienda digna en la vida de las personas, especialmente en la de los más pobres. Hay que dar esa oportunidad para acceder a una casa, pequeña pero con servicios básicos. Lo importante es esa primera chance. Si a una persona pobre le das la oportunidad, el esfuerzo lo hace. La prueba es que todas las familias pagan la cuota y están devolviendo los créditos. No es que no puedan.

-¿Cuál sería el primer paso para encontrar una solución?

-Lo primero es reconocer que hay un problema. No podemos esperar que el gobierno ni determinado sector pongan todo el capital. Los que fuimos afortunados tenemos la responsabilidad de ayudar.

-¿Usted vino a pedirles a los empresarios argentinos que colaboren con esta causa?

-Sí, hay que probar, hay que pedir. Lo importante es plantear esta experiencia, ver que otra persona lo hace puede funcionar como un ejemplo de confianza. He donado 15 millones de dólares a esta causa.

-¿Por dónde pasa la solución?

-Mi creencia es que las organizaciones de la sociedad civil y las corporaciones pueden ayudar. Todos pueden aportar al problema, pero está claro que sin la colaboración del gobierno no se puede.

-¿Por qué elige militar desde una ONG?

-Porque las organizaciones necesitan voluntarios como yo. El gobierno tiene la plata, pero nosotros tenemos la experiencia y el éxito en el sector. La credibilidad pasa por ahí.

-¿Qué saca de estas recorridas?

-Aprendo mucho; por ejemplo, que Hábitat debe ser flexible. Las culturas son muy diversas; hay que ser muy innovador para saber cómo ayudar a una familia. Cada ser humano debe tener la oportunidad de mejorar.

-¿Por qué hace esto?

-Porque quiero influir sobre el tema. En los últimos años hice planes para ayudar a subir a los que no tuvieron tanta suerte como yo. Hay un versículo bíblico que lo dice claro: "A aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará. Al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá".

Por María Eugenia Ludueña


Más datos: www.hpha.org.ar

Hábitat en la Argentina
Hábitat para la Humanidad Internacional es una organización cristiana, ecuménica, que desde 1976 trabaja en más de cien países con la idea de que todos tenemos derecho a una vivienda digna. Lleva construidas 300.000 casas y ha provisto de un hogar digno a más de 900.000 personas.

"Hay que hacer mucho más que casas: hay que buscar hacer comunidad", explican los voluntarios locales. Desde 2002, la organización tiene su oficina Hábitat para la Humanidad Argentina. Desarrolla proyectos en las provincias de Buenos Aires y de Santa Fe, y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Funciona con donaciones y voluntarios. Cobra a las familias que ayuda las cuotas de una hipoteca. Este pago pasa a engrosar un fondo rotativo con el que se construyen más casas. Realiza sus proyectos con recursos propios del programa nacional y busca el apoyo de empresas, donantes, fundaciones y gobiernos que le permita lograr la concreción de 750 soluciones habitacionales hasta 2012.

Para hacerlo desarrolla diferentes proyectos.


Alquileres tutelados: un programa que genera lazos entre los propietarios de viviendas en desuso y familias que viven en hoteles. Hábitat se ofrece como garantía financiera y otorga microcréditos para que las familias que viven en pensiones puedan acceder a un alquiler formal.


Reciclando hogares: existen 87.000 familias en la ciudad de Buenos Aires y 100.000 propiedades deshabitadas. Hábitat ha diseñado un proyecto para que esas propiedades pueden reciclarse y recuperarse en valor. Ya lo hizo con un edificio emblemático en el barrio de La Boca.


Mejoras progresivas: Hábitat buscó alianzas con organizaciones que trabajan en barrios precarios. Así, se conectó con la Fundación Concordia y con Caritas en el Asentamiento 22 de Enero. Y se acercó al barrio a través de talleres comunitarios de vivienda y desarrollo sustentable.


Esfuerzos compartidos: también realiza trabajo de cooperación con los planes de vivienda encarados desde el Estado.

Muestra en La Boca
Hábitat para la Humanidad Argentina (HPHA) realiza una muestra en un conventillo en desuso de La Boca; el objetivo es concientizar a los visitantes sobre el problema habitacional de la Ciudad de Buenos Aires y animarlos a que se sumen a ser parte de la solución. HPHA adquirió el conventillo con el fin de transformarlo en un edificio sencillo, seguro y económico para ofrecer los departamentos a familias de bajos recursos mediante alquileres.
Más datos: eventos@hpha.org.ar


el dispreciau dice: ARGENTINA se ha poblado de millones de pobres, indigentes, marginados y excluidos por sola necesidad política de someter voluntades a cualquier precio a efectos de compensar las temibles deficiencias de gestión que ostenta toda la clase política sin distinción de partidos, nombres, y afiliaciones... las que por otra parte se nutren de una sociedad que ha olvidado sus valores esenciales acomodándolos a las conveniencias que ofrece cada circunstancia y la imperiosa necesidad de sobrevivir a cualquier precio. El aislamiento estratégico de todo el territorio nacional, iniciado durante la década infame de los noventa se ha establecido como conducta política desde entonces operando de manera multifuncional y multidireccional, esto es que no se perdona a nadie que no sea obsecuente y mucho menos que no sonría ante los dichos del poder... en este estado de cosas, Usted camina por la Argentina y se cruza con ranchos que tiene colectores de energía solar donados por Alemania (país o gentes, es equivalente), pero cuando se acerca a las grandes ciudades las villas que crecen geométricamente no tienen ni siquiera agua, mucho menos servicios esenciales, y para cualquier gobierno (ciudad autónoma de Buenos Aires, Municipios del Conourbano boanerense, etc.) el sostenimiento proactivo de estas villas y sus realidades es un negocio más de los tantos que se nutren de incapacidad y miopías... Muchos lugares del interior del país viven recibiendo dádivas de alemanes, españoles, franceses, y hasta de americanos que observan cómo nuestro país se está desintegrando en medio de discursos llenos de palabras vacías...
Cada vez son más las iniciativas privadas, ciudadanas, para rescatar a las personas que están en estado de marginación social... y es común ver en las ediciones de distintos noticieros nacionales o locales que se solicite ayuda para personas desesperadas porque el estado nacional, los provinciales y los municipales han olvidado, omitido y niegan consuetudinariamente las responsabilidades que les caben por su manifiesta impericia y negligencia al olvidar el rol que deberían cumplir y no lo hacen. En Argentina todo está transcurriendo en un caos inducido desde y por la clase política. No me canso de repetirlo porque "la única verdad es la realidad" según aseveró quién inventó esto de que las gentes pueden vivir sin trabajar a costillas del estado dadivoso. Está mal que los ciudadanos comunes nos debamos ocupar de nuestros prójimos pero a esta altura de los acontecimientos no nos queda otra... aunque justo es asumir que en este tren de cosas, Argentina padecerá males peores a manos de la barbarie política y sus socios obsecuentes que siempre exponen un rostro de "feliz cumpleaños", aún en las peores circunstancias de la denigración de la condición humana... Hoy por hoy la mayoría de los ciudadanos argentinos que aún guardan algún rango de cordura se sienten agobiados por un peso que no pueden resolver. Eso se percibe en la calle, en cualquier lugar del país. En un país que tiene de todo, lo que falta es vergüenza... así de sencillo. VERGÜENZA!. Septiembre 13, 2009.-

No hay comentarios: